Si fracasa, el populismo, el nacionalismo y el proteccionismo pronto resurgirán.
Mientras que Emmanuel Macron disfruta su victoria en la elección presidencial francesa, él pudiera considerar las palabras de John Maynard Keynes en una carta abierta escrita a Franklin Roosevelt en diciembre de 1933. El economista británico le escribió al presidente de EEUU: “Usted se ha convertido en el guardián de aquellos que en cada país procuran reparar los males de nuestra condición por medio de experimentos racionales dentro del marco de referencia del sistema social existente. Si fracasa, el progreso racional se verá gravemente perjudicado en todo el mundo, dejando a la ortodoxia y a la revolución combatiendo entre sí”.
Francia no tiene un papel global comparable al de EEUU. Pero es definitivamente cierto que el éxito o el fracaso del nuevo presidente importará mucho más allá de las fronteras de Francia, e incluso más allá de las de Europa. Si el Sr. Macron tiene éxito, las fuerzas del nacionalismo y del extremismo político — representadas en Francia por su derrotada oponente, Marine Le Pen — experimentarán un retroceso a nivel mundial. Pero si fracasa, el populismo, el nacionalismo y el proteccionismo pronto resurgirán.
Aunque el Sr. Macron está disfrutando de su aplastante victoria sobre la Sra. Le Pen, él también sabe que el 35 por ciento de los votantes franceses acaba de votar por un candidato de extrema derecha. El voto acumulativo de los extremistas de la extrema izquierda y de la extrema derecha durante la primera ronda de las elecciones presidenciales estuvo cerca del 50 por ciento. Eso significa que casi la mitad de los votantes franceses quiere destruir “el sistema”.
La labor del Sr. Macron es mostrar que el sistema puede funcionar mejor. Si él fracasa, entonces, como lo expresó el Sr. Keynes en la década de 1930, “el progreso racional se verá gravemente perjudicado en todo el mundo”.
Las posibilidades de fracaso son bastante altas. El Sr. Macron tiene que revitalizar simultáneamente la economía francesa y el “proyecto europeo”. Ambos son notoriamente difíciles de reformar y enfrentan profundos retos estructurales que pueden derrotar incluso al político más imaginativo y dinámico.
La tarea de implementar reformas en casa y en Europa están vinculadas. A menos que él pueda demostrarle al gobierno alemán que Francia está genuinamente cambiando, es poco probable que los alemanes asuman el riesgo de una integración mucho más profunda de la Unión Europea (UE), la cual el Sr. Macron cree (probablemente de manera correcta) que es necesaria para que la moneda única europea funcione.
En casa, los desafíos que enfrenta son bastante obvios. El Estado francés es anormalmente grande, con un gasto público que representa el 56 por ciento del producto interno bruto (PIB). El sector privado está sobrerregulado y las finanzas públicas están sobrecargadas. Reducir el tamaño del Estado y flexibilizar el mercado laboral debería contribuir a generar empleos y crecimiento económico. Pero cualquier esfuerzo para implementar reformas neoliberales inevitablemente enfrentará una resistencia apasionada por parte de la extrema izquierda, de la extrema derecha, de los sindicatos y de una gran parte de la clase política dirigente. Las demostraciones callejeras han paralizado los esfuerzos previos en materia de reforma económica durante más de 20 años.
La base política interna del Sr. Macron también es frágil. Él es, en cierto modo, un presidente accidental cuya victoria se logró en parte porque los partidos centroderechista y centroizquierdista tradicionales seleccionaron candidatos inelegibles, dañados por el extremismo o por el escándalo personal. Existe una fuerte probabilidad de que el nuevo movimiento político del Sr. Macron, En Marche!, no obtenga suficientes escaños en las elecciones parlamentarias de junio para permitir que el nuevo presidente implemente su agenda sin formar una coalición inestable.
Pero la posición del Sr. Macron como novato político pudiera representar una ventaja si puede forjarse un nuevo espacio en el centro político. Como exministro durante un gobierno socialista, el Sr. Macron pudiera enviar una audaz señal mediante el nombramiento de un primer ministro de la oposición, la centroderecha. Si puede obtener suficiente apoyo de la derecha, mientras que conserva el apoyo de la facción reformista del Partido Socialista, él todavía pudiera crear el respaldo que necesita para impulsar reformas, por ejemplo a la semana laboral de 35 horas del país.
El problema de la oposición en las calles será real y habrá que enfrentarlo. Un aumento de sueldo temprano para los policías, muchos de los cuales habrán votado por la Sra. Le Pen, pudiera ser aconsejable.
Si el Sr. Macron puede demostrar que está realmente reformando a Francia, él pudiera ganar la credibilidad para ir a Berlín y exigir reformas a la UE. El gobierno de Angela Merkel ha sido comprensiblemente cauteloso de los llamamientos franceses para un aflojamiento de la austeridad en Europa o para la emisión de la deuda común de la UE en la creencia de que, en última instancia, se reducen a un deseo de que los contribuyentes alemanes ahorradores terminen financiando el derrochador Estado francés. Pero también existe una conciencia cada vez mayor en algunas partes del gobierno alemán (en el Ministerio de Asuntos Exteriores más que en el Ministerio de Finanzas) de que no ceder terreno a Francia e Italia en última instancia pudiera resultar desastroso para la propia Alemania, si eso significa que reformistas como el Sr. Macron fracasan y son reemplazados por populistas radicales como la Sra. Le Pen.
La elección del Sr. Macron también será recibida cautelosamente en Londres, donde se teme que su apasionada defensa de la UE se traduzca en una línea particularmente dura en relación con el “Brexit”. Pero una Francia más confiada y una UE reavivada pudieran estar menos inclinadas a considerar el “Brexit” como una amenaza mortal y, por lo tanto, tal vez estarían más dispuestas a llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso que mantenga mercados abiertos y las alianzas intactas.
Realmente hay mucho que depende del éxito del presidente Macron… y no sólo en Francia.
diariolibre.com