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República Dominicana es azotada por ola de violencia y muertes que no tiene una explicación lógica.
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Por Elba García
Lo cierto es que el nivel de criminalidad, algunas muertes con características propias del homicidio, pero otras que caen en el campo del asesinato.
Las últimas horas no son la excepción, dado que es común ver hombres que acaban con la vida de su compañeras o excompañeras y se lleva consigo a familiares y amigos, generando verdaderas tragedias comunitarias como las ocurridas en Los Alcarrizos, Gaspar Hernández y Moca, donde en el primero de los casos el verdugo mató a su expareja y a otras dos familiares y hasta a alguien en quien una de las víctimas buscó refugiarse.
Lo preocupante del fenómeno es que cada uno de este tipo de hecho toma un carácter más sanguinario y cruel en la sociedad dominicana, cuyas consecuencias son principalmente grandes traumas, sobre todo para los hijos que generalmente quedan huérfanos.
Una variante que ha tenido el crimen pasional en la República Dominicana tiene que ver con el hecho de que ahora generalmente el que mata por esta causa termina también suicidándose, lo cual hace que la tragedia sea de una doble dimensión.
Los conductores dominicanos tienen tanto arrojo en su forma de manejar un vehículo de motor que hace pensar que muchos de ellos se creen protagonistas de una película en la que no mueren.
La violencia parece que por el momento no tiene una solución en lo inmediato, ya que no hay ningún tipo de política por parte del Estado para contrarrestar este mal, porque la gravedad del problema reclama políticas públicas al respecto.
Naturalmente, ahí se suma el alto nivel de uso de drogas y alcohol que desarrollan comportamientos agresivos.
En realidad se trata de una enfermedad que está asociada también a la salud mental de muchos ciudadanos que tienen una pasión por la venganza a través de métodos violentos.