Por la Redacción
El año 2018 ha entrado con una advertencia de guerra nuclear entre Corea del Norte y su hermana peninsular que ocupa la parte Sur, aliada de los Estados Unidos, cuyo gobernante dijo en su discurso de año nuevo que no se trata de una simple amenaza, sino de una realidad que depende de la presión de un botón que está debajo de su escritorio.
El tono amenazante de Kim Jong-un estuvo acompañado de un razonamiento que persigue justificar su carrera armamentista en la política, por lo menos verbal, del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien con algunas decisiones, provoca que su país juegue un papel, sino protagónico, por lo menos importante, en aquellos escenarios donde la paz aún es un sueño, pero que las posibilidades se alejan por los desequilibrios existentes en los esfuerzos respecto de aquellos actores que muestran más interés en inclinar la balanza en favor de sus aliados, lo cual aumenta las tensiones y las posibilidades de provocar una tercera guerra mundial.
Corea del Norte no baja la guardia frente a lo que llama la amenaza de los Estados Unidos, cuya potencia ha usado su poder para convertir en capital israelí la histórica y disputada Jerusalén, la cual es considerada por las tres corrientes religiosas más importantes del mundo, como una ciudad sagrada, motivo del aumento de la tensión durante el fin del pasado año entre judios, musulmanes y cristianos.
Corea del Norte e Irán en cierto modo se ven en el espejo palestino en la confrontación con Israel en la lucha por la posesión o dominio de una ciudad considerada sagrada por aquellas corrientes religiosas hegemónicas en los mundos occidental y oriental.
Las tensiones entre Estados Unidos y Corea del Norte tienen que ver con el aumento del potencial nuclear del país asiático y el lanzamiento de alrededor de veinte misiles balísticos, por lo menos dos de los cuales intercontinentales, y su principal razón de ser parece estar en la torpeza y la irracionalidad de la política exterior de la era Trump, la cual resta credibilidad a la prudencia y el equilibrio que debía promover la principal potencia económica y militar del mundo.
El líder norcoreano ha advertido que está preparado para lo peor porque ya cuenta con bomba atómica y esto le permite a su país constituirse en una potencia nuclear y adelantó que su carrera armamentista no para en el 2018 y que creará más ojivas y que no hay sanción de la Organización de las Naciones Unidas que la detenga, aunque mostró su disposición de buscar una negociación y una consecuente reducción de la tensión con su hermana de la península, Corea del Sur.
La agitación y la hostilidad hacia los Estados Unidos no sólo se observa en Asia, sino también en Europa y en Latinoamérica, donde la administración Trump ha metido las narices con una política negadora de valores democráticos y de la anhelada transparencia que buscan organismos internacionales que trabajan en contra de los fraudes electorales que ha caracterizado la zona como consecuencia del predominio en tiempos pasados de dictaduras enemigas de los derechos fundamentales de los ciudadanos de países definidos como del tercer mundo.