Editorial
Si Danilo hace un gobierno serio hasta el fin, hará historia
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El país se halla históricamente tan contaminado de corrupción, sin excluir a la que practicaron compañeros suyos de partido, que ese solo hecho ya tiene significaciones relevantes.
La segunda prioridad es darle contenido orgánico a su promesa de trabajar para la realización de una obra social y de una atención a la marcada pobreza que tenga ribetes importantes en su gestión cuatrienal.
Otra vertiente de su trabajo en el que promete reorientarse por la ejemplaridad que acompañó la vida de juan Bosch como persona y como gobernante, es la de la humildad, relegando a la nulidad la arrogancia que caracterizó la gestión recién concluida de Leonel Fernández, a la que se adicionan los hechos punibles, francamente delincuenciales y procesables sus concurrentes.
Es cierto que los políticos son por lo general torpes y que se extravían fácilmente y olvidan rápidamente lo que han prometido.
Pero no se les puede medir a todos con el mismo rasero.
A algunos hay que darles el beneficio de la duda.
El actual presidente recién estrenado en su cargo como el primer empleado del país, sin endiosamiento, cumpliendo su cometido en medio de una crisis, sometido a las presiones de un ejercicio agotador en todos los sentidos, debe ser consciente de lo que le espera.
El ha dicho que se siente preparado para lo que venga y ya hubo un primer sacudimiento cuando, por vía de negociaciones evidentes con Fernández, dejó mas de la mitad del gabinete anterior sin tocarlo.
Hay que esperar que su condescendencia con los acontecimientos no lo lleve a dejar sin sancionar a funcionarios que la opinión publica juzga como rateros que se llevaron millones a los bolsillos aprovechando la influencia del cargo así como la impunidad y la complicidad con los delitos que también fueron una constante en el gobierno recién pasado, tras 8 años de gestión caracterizados por la dilapidación, el trafico de influencia y el delito de alto perfil.
Quien ejerce una posición de las dimensiones de la presidencia de una Republica se supone que se halla en condiciones de asumir al mismo tiempo sus riesgos.
Un gobierno decente es algo que se agradece infinitamente. El barco debe llegar a puerto seguro al final de toda una travesía.