Opinión
Siempre tuve mis dudas.
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Por José Cabral
Siempre he preconizado que en el país debe imponerse un empoderamiento ciudadano para producir
En virtud de ese convencimiento he participado activamente en la política partidista, porque además entiendo que lograr una fuerte institucionalidad requiere de una militancia permanente para erradicar los flagelos que hoy golpean severamente a la sociedad.
La tolerancia con la corrupción, la impunidad y la carencia de un verdadero estado de derecho coloca a la sociedad dominicana en el contexto del primitivismo en el que prevalecen métodos medievales para la solución de conflictos.
Los partidos políticos, pese a su propósito de dirigir el Estado y postular querer cambiar los paradigmas que afectan a la sociedad, se han constituido en la principal retranca para lograr una nación mejor.
Los partidos políticos promueven permanentemente antivalores, como el clientelismo, cuya expresión más vergonzante es la compra de votos y enseñar a sus miembros a venderse al mejor postor como si fueran vacas o cerdos.
El agravante de todo esto es que no se puede sacar ningún partido político de esta conducta reprochable, porque hasta los más pequeños se convierten en promotores de lo mal hecho a través de los acuerdos que hacen con los grandes y por su propia conducta.
En la pasada contienda electoral se pudo observar como los partidos de la coalición que llevó al Partido Revolucionario Moderno (PRM) al poder fueron tan bellacos como el que encabezaba esa propuesta electoral, se engañaban recíprocamente.
En el curso de la campaña vimos como candidatos y dirigentes del PRM compraban votos y se vendían al mejor postor, lo cual permitió colegir lo que sería un gobierno de ese partido en la República Dominicana. Lo mismo hacían los peledeístas.
Hoy, después de un gran sacrificio, podemos observar la conducta del ahora partido de gobierno, cuyos funcionarios resultan, según su declaración de bienes, más ricos en el papel que incluso los propios peledeístas que tanto preocupación causaron en el seno del pueblo dominicano.
Pero los que tanto criticaron a la administración pasada ahora hacen lo mismo con tanta desfachatez que hacen sentir vergüenza ajena, porque todo parece indicar que se ha perdido la racionalidad y hasta los escrúpulos.
Es lamentable que haya que criticar a un partido y un presidente con apenas algo más de 30 días en el Gobierno, pero que sus acciones, tal vez no todas al margen de la ley, pero sí de la ética y la moral, actúan como si poco les importara lo que piensen los que depositaron sus votos en su favor desesperados por las bellaquerías de los peledeístas.
La conducta del PRM, que ahora no simula la herencia de los genes de su mentor, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), parece indicar que su destino será el descredito igual que los que en algún momento de la historia contemporánea pudieron casarse con la gloria, pero que sucumbieron frente a sus ambiciones desmedidas y su afán de acumular fortunas sin tomar en cuenta el sufrimiento de las grandes mayorías nacionales.
Parece y ojalá que no, repetirse la historia de los gobiernos del llamado partido del jacho prendío, cuyos militantes y dirigentes fueron una expresión auténtica del conocido tigueraje dominicano, al cual muy poco le importa el qué dirán y en consecuencia arrasar con todo sin mirar para otro lado.
Definitivamente en este Gobierno de Luis Abinader pesan más los genes que provienen de su mentor, el PRD, que las buenas intenciones de algunos, incluido el actual mandatario, a quien parece no pesarle el miedo ni la vergüenza