Empresario, de 34 años, pasajero aéreo frecuente, Nazarlíev ocupaba una butaca en la fila 15 en el pasillo del Fokker-100 que se estrelló poco después de despegar del aeropuerto de Almaty, la mayor ciudad de Kazajistán.
“Apenas el avión se estrelló salimos por la salida de emergencia que está sobre el ala. Estaba oscuro. La gente alumbraba con las linternas de sus teléfonos”, recuerda los primeros instantes tras el accidente.
Según Nazarlíev, los que se llevaron la peor parte fueron los pasajeros que se hallaban en la parte delantera del avión, hasta la fila 14.
“Empezamos a ayudar a sacar a la gente que veíamos y oíamos, porque había muchos gritos y gemidos, y a los que ya no respiraban los sacamos y los alejamos del avión”, narra con voz tranquila.
Una de las cosas que le llamó la atención es que las alas del Fokker-100 estaban cubiertas de hielo.
“Toda la gente que pisaba el ala se caía, porque había hielo. No puedo afirmar que (antes de despegar) las alas no fueron rociadas con anticongelante, pero el hecho es que había hielo”, comenta el superviviente.
Nazarlíev, quien por motivos laborales viaja en avión al menos dos veces al mes, asegura que continuará usando este medio de transporte.
“Por supuesto que seguiré volando. Hay más accidentes automovilísticos que aéreos”, afirma.
Según los últimos datos facilitados por las autoridades kazajas, además de 15 muertos, el accidente dejó 66 heridos, de los cuales 50 fueron hospitalizados.
El avión siniestrado, perteneciente a la compañía kazaja Bek Air, realizaba el vuelo Z2100 entre Almaty y Nur-Sultán con 100 personas a bordo, 95 pasajeros y cinco tripulantes.