El acoso y la violación sexual es propia de aquellos individuos que sufren algún tipo de aberración y también por la influencia de la herencia histórico cultural, principalmente, de los pueblos latinoamericanos.
Es una conducta sancionada muy severamente por prácticamente todos los regímenes punitivos del planeta, aunque unos son mucho mas severos que otros en el tratamiento de esta conducta.
Este tipo de crimen es una plaga en el país, cuyo principal escenario son los círculos familiares, donde se produce lo que muy bien se puede calificar de una gran tragedia.
Niñas, niños y adolescentes son los más sufridos con este fenómeno, cuyos protagonistas son sus propios familiares, quienes casi nunca reciben una sanción por su mal comportamiento.
La República Dominicana luego de la llegada al poder del Partido Revolucionario Moderno (PRM) se han producido varios casos de acoso y violación sexual que involucran a funcionarios del Gobierno de esta organización.
El más escandaloso ha sido el que involucra a Leonardo Faña, un polémico perremeísta, que niega la imputación en su contra, pero que trae por los moños unos argumentos que nadie le va a creer, porque con los mismos persigue politizar el asunto, lo cual le hace más daño que bien.
En algún momento se pensó que Faña se libraría, no solo de un juicio, sino también de una condena por una denuncia que nadie dudó de ella desde que fue presentada frente al Ministerio Público.
Pero las cosas no han salido como él pensaba y ahora resulta que este suspendido funcionario del Gobierno del PRM tiene que esperar por lo menos 60 días para esgrimir argumentos creíbles ante un tribunal competente.
De entrada, hay que decir que la imposición de la medida de coerción en su contra es una demostración de que alguna prueba creíble hay en su contra, la cual servirá también para una condena cuando la misma se revise en un juicio preliminar y se discuta en el de fondo.
Es importante comenzar a sentar importantes precedentes en lo que respecta a un crimen tan grave y que deja secuelas destructivas en las víctimas como el acoso y la violación sexual.
Si Faña es inocente que reciba el tratamiento que manda la justicia en este tipo de caso, pero si es culpable que se le aplique todo el peso de la ley para que su equivocada conducta le sirva de escarmiento y para que nunca jamás vuelva a incurrir en semejante crimen.