Durante décadas hemos tenido que escuchar unos discursos al margen de la verdad de los sucesivos presidentes que han desfilado por el Palacio Nacional durante la instauración de la democracia tras el ajusticiamiento del doctor Rafael Leonídas Trujillo Molina.
Danilo Medina no ha sido la excepción en su rendición de cuentas durante la celebración del 176 aniversario de la independencia nacional de la República Dominicana, cuyo discurso llega en un momento en que amplios sectores están resentidos por el mal proceder de los gobernantes.
El actual jefe de Estado sólo habla de lo que él piensa que le puede promover de buena manera frente a la gente, lo cual se vuelve aburrible cuando el presidente no alcanza a ver problemas tan serios como la corrupción prevaleciente en el sistema de justicia, principalmente en el Ministerio Público.
Sin embargo, destaca unos logros que caen en el marco de la mentira y que no pasan de una apología desagradable, pero lo peor de todo es que se hablan de estas cosas con frases que hay que reconocer que tienen lógica.
La alocución del presidente fue una pieza bien estructurada para continuar con su costumbre de engañar a la población con cifras de creación de empleos que es una mentira colosal, porque la realidad es que los jóvenes tienen que largarse del país por no tener donde ganarse la vida.
Es igual que las cifras manejadas por el Gobierno con el programa de alfabetización, pese a que todo el mundo sabe que la mayoría de las cosas en este país sólo existen mediáticamente o a través de una percepción que no tiene nada que ver con la realidad.
Es realmente vergonzante como los gobernantes dominicanos viven de la tergiversación de la verdad, porque un presidente hablar de avance o fortalecimiento institucional frente a un hecho que dice todo lo contrario como es la suspensión de las elecciones municipales, precisamente por la debilidad que en esta materia tiene el Estado dominicano.
Todo el mundo sabe que la democracia dominicana es como un gran edificio que no tiene soportes y que en consecuencia se podría caer en cualquier momento, cuyo inicio del derrumbe se acaba de iniciar con la ocurrencia de la falla durante la celebración de las elecciones municipales.
Este caso es sólo la salida a la superficie de un problema que no es parcial, sino general, integral, que amenaza toda la democracia, porque es un fenómeno que también impacta el sistema de justicia, el Congreso Nacional y el propio Poder Ejecutivo, donde la corrupción es el pan de cada día, sin que haya un régimen de consecuencia.
En realidad, la institucionalidad dominicana es tan vulnerable que cualquier pequeña tempestad se la lleva de paro, por lo que se impone concebir un proceso de reingeniería que la renueve y la fortalezca.