Un lujo dominicano llamado la justicia

Lo exasperante y alarmante de la vorágine corrupta que arropa al país en medio de condiciones verdaderamente trágicas para las mayorías es la desesperanza que signa el hecho de la no invocación de sanciones contra los responsables de este estado de cosas.

Tampoco hay iniciativa alguna destinada a restaurar el imperio de la decencia en los actos públicos, la administración justa del Estado y la calidad de vida de la gente.

Aquello que llaman la justicia dominicana, pieza esencial en toda sociedad organizada, parece hipnotizada, embelesada, incapaz de actuar.

Se presentan documentaciones contundentes para nada precisamente sobre individuos a los que el sólo el rumor público obliga a los funcionarios judiciales a mover la acción pública.

Pero no.

Lo que tenemos es a la justicia actuando como espectador desde una grada lejana y como quitada de bulla.

La justicia ni es fanática ni jugadora ni socia de ningún equipo.

Es más bien un nombre, un clima de perplejidad, un acento, una indumentaria, nunca, como se debe, un mecanismo poderoso destinado a colocar las reglas del accionar social en orden y defender el patrimonio social y político del pueblo dominicano.

Hay una figura ahí llamada la justicia que se suele ensañar contra los más débiles y por ello tiene a miles de personas en condición dizque preventiva purgando penas que no han sido conocidas en los tribunales sólo porque los de antemano condenados orbitan en la pobreza y la marginalidad.

Esa es su gran culpa, su calvario, su exacta condición humana.