Opinión

Un Nuevo Liderazgo se Asoma en el Panorama Político Nacional.

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Por José Cabral
La República Dominicana atraviesa desde hace algunos años por una grave crisis que va desde lo ético-moral hasta lo lo económico y social.
Es una crisis que se observa en cualquier escenario, en cualquier sector social en el que cualquier persona con una cierta experiencia se mueva.
Es un problema  profundamente preocupante, que sin lugar a  ninguna duda, pone en peligro la integridad física y moral de la sociedad.
Parece como una muerte anunciada, dado que la sociedad dominicana presenta un perfil como el de  aquel paciente gravemente enfermo.
Sin embargo, en los últimos días como que ha desaparecido de buenas a primeras esa tolerancia patológica, enfermiza, incomprensible.
El cambio operado en el clima político y social de la República Dominicana parece que trae muy buenos augurios, parece ser muy prometedor.
Pero se impone que ese movimiento social cuestionador de la corrupción y de otros males que afectan al Estado se convierte también en foco de presión para que cualquier nuevo liderazgo no sea otro referente de nuestra  herencia histórico cultural, la cual está fundamentada en el caudillismo, el patriarcado, el machismo, el jefismo, el amiguismo y otros anti-valores que nos han hecho mucho daño durante toda nuestra vida republicana.
La advertencia en este sentido obedece a que los proyectos políticos llamados alternativos han surgido sobre una base paternalista, patriarcal y en consecuencia profundamente anti-democrática.
En el país la mayoría de los proyectos políticos llamados progresistas todavía no han sido capaces de practicar lo que preconizan, como por ejemplo la democracia participativa.
Todo el que crea un partido lo proyecta como un patrimonio personal en el que el fundador o dueño es el único que puede aspirar a posiciones tan importantes como la presidencia de la república.
Ninguno implementa un proceso interno con la participación de una variedad de candidatos y pobre de aquel que se le ocurra aspirar en contra del fundador o del dueño del partido.
No creen en absoluto en la pregonada democracia participativa, no son capaces de someterse al escrutinio popular.
De ahí que ese movimiento social debe ser tan cuestionador de aquellos que detentan el poder de una manera autoritaria y apropiándose del patrimonio público, como de los que buscan ascender al control del Estado con proyectos caudillistas y que practican el culto a la personalidad.
Sólo así podría evitarse que la sociedad dominicana vuelva a caer en la repetición  de su trágica y desgraciada historia en la que periódicamente surgen liderazgos personalistas y mediocres, sólo cimentado en un discurso de palabras bonitas, pero sin un contenido humano y social.
No han pasado de ser palabras huecas, vacías,  sólo adornadas por términos rebuscados que no significan nada, que no implican un verdadero cambio.
De igual modo, ese movimiento social debe cuestionar y denunciar a todo aquel que de alguna manera se apropia de lo que no es suyo, sino del pueblo y de la sociedad.
Los protagonistas social no deben enamorarse de ese nuevo liderazgo por su apariencia, sino por su conducta.
Esa conducta tiene que ser transparente, incuestionable y que no deje la más mínima pista de oportunismo y de hacer lo mismo que se combate.
Debe procurarse que ese nuevo liderazgo sea el resultado de la voluntad de la mayoría, sino de todos.
No hablamos de perfección  pero si de seriedad, de honestidad en el manejo de la cosa pública y en una práctica política profundamente democrática y que su propuesta sea realista y programática.
El movimiento social debe ser lo suficientemente exigente para evitar una nueva estafa política y en consecuencia una frustración general.
Ya no hay margen para la improvisación y el capricho político.
El gran cambio está en el devenir, pero se impone la planificación y el trabajo social y político organizado para evitar el colapso total de la Nación.
Y punto.

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