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Opinión

Un País en el Precipicio del Caos

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Por. Isaías Ramos

En nuestro país, se percibe una insidiosa llegada al caos. El indicador más alarmante de este desorden en aumento es, a estas alturas, inequívoco: nada parece funcionar. Las instituciones —políticas, religiosas y militares— han ido perdiendo credibilidad y están comenzando a derrumbarse, socavadas por una corrupción sin límites y un endémico tráfico de influencias.

La última semana es un claro reflejo de este caos: las muertes por accidentes de tráfico se han convertido en un cruel espejo de la falta de autoridad y del desprecio por la ley. La tan alabada eficacia del modelo económico imperante, despiadado, injusto y amoral, se ve hoy cuestionada no solo en la calle, sino también por ser un sistema excluyente y opresor. A la luz de la evidencia, sus resultados han sido desastrosos, desencadenando una desigualdad social que podría provocar graves disturbios.

En el campo político, el Estado Social y Democrático de Derecho parece estar atascado en una impotencia sumisa. Ahora es manejado a distancia por el capital financiero internacional y los cárteles que representan a grupos económicos. Estos últimos dictan la agenda del poder político, acaparando todos los recursos económicos a costa de la miseria y el hambre del pueblo. Las calles se las han dejado a los cárteles de las drogas, transformándose en micro estados donde cada uno defiende sus intereses particulares, mientras al pueblo le dan «pan y circo».

La crisis que hoy nos azota se manifiesta también en otros ámbitos de la vida social y personal, y sus efectos resuenan con características similares en todo el territorio nacional. Esta concomitancia nos confirma, una vez más, que este sistema político, económico y social es insostenible. Quienes lo mantienen, lo hacen a un costo de dolor y sufrimiento para la población que, a largo plazo, tendrá un precio muy elevado para todos.

Los vínculos sociales y afectivos se rompen, puesto que cualquiera puede convertirse en un potencial «competidor», y los individuos se aíslan en un mundo habitado por sus propios fantasmas, a un paso de la locura. La realidad que hemos construido es, entre otras cosas, desoladora. El costo humano de intentar alcanzar el espejismo del bienestar material ha sido demasiado alto.

¿Cómo hemos llegado a esta situación tan desastrosa? El apoyo sistemático a un sistema político corrupto, falto de conciencia patriótica y social, carente de principios y valores, cuyo único propósito parece ser pervertir, robar, saquear y endeudar a la nación.

Además, con audacia y soberbia aunados a organismos internacionales y potencias extranjeras  han intentado ir aún más lejos, decretando el supuesto «fin de la Historia» para instaurar un Estado binacional, recordemos el reciente intento de aprobar ley sobre  “trata de personas” el cual comprometía hasta nuestra soberanía territorial y a largo plazo  eliminaría nuestra historia e identidad. Esas pretensiones son más grave que el propio saqueo y endeudamiento al que hemos sido sometidos.

La enorme violencia que hoy constatamos es una triste evidencia de una realidad social perversa, en la que el ser humano ocupa el último lugar en las prioridades. Afortunadamente, la historia tiene su propia dinámica y la flecha del tiempo no se detiene jamás. Como dice el dicho, «No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista».

En rigor, la mayoría de los problemas que enfrentamos hoy responden a la necesidad de cambiar estructuras e instituciones obsoletas, que se muestran completamente incapaces de trabajar por el bien colectivo. Sin embargo, las élites siguen pensando que basta con un par de ajustes, una suerte de «reingeniería de cúpulas», en un intento desesperado por mantener su situación de privilegio. Pero estos esfuerzos serán infructuosos porque el tren de la historia ya los ha dejado atrás.

Así, las preguntas más acuciantes para este momento histórico se refieren a los cambios que hay que hacer y cómo realizarlos de la forma más efectiva posible. La crisis radica precisamente en que lo viejo se niega a morir y a ser enterrado, y lo nuevo no puede nacer.

En el Frente Cívico y Social entendemos que ante este panorama resulta indispensable imaginar y trabajar por un futuro diferente, donde prevalezca la equidad, el respeto y la justicia. Necesitamos reconstruir la trama social rota, tejiendo nuevamente los lazos de solidaridad y cooperación. No será tarea fácil, pero es nuestro deber, por nosotros y por las generaciones futuras.

En FCS creemos que es el momento de que las máscaras caigan y enfrentemos la realidad con valor. Solo así podremos emerger de este caos y construir una nación que refleje nuestras verdaderas aspiraciones. No permitamos que la desesperanza nos domine. La Historia sigue su curso y, aunque ahora parezca que nos adentramos en la noche más oscura, siempre hay un amanecer esperando al final.

Despierta RD!

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Opinión

La tragedia del Yet Set, un escenario ideal para el protagonismo politiquero.

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Por José Cabral

La tragedia ocurrida en el Yet Set, aparte de ser un escenario con grandes escenas de dolor de los familiares de las víctimas, se agrega el protagonismo polítiquero de una serie de actores que sólo les importa que tanto capital político pueden sacar del lamentable acontecimiento.

Esa es una realidad que se repite regularmente en el país, porque los dirigentes de los partidos, que son los principales responsables de lo ocurrido por no manejar con eficiencia el Estado dominicano, son especialistas para aparecer como los más afectados con casos como el que nos ocupa en la actualidad.

Los hechos, que ya ha adquirido una dimensión que trascienden las fronteras nacionales, necesariamente imponen la pregunta que cualquier ciudadano sensato se haría y es hasta dónde lo ocurrido servirá de escarmiento a los dominicanos, principalmente al funcionario público y al que tiene la misión y el privilegio de controlar el Estado.

La razón del colapso del techo de la discoteca Jet Set también existe o perdura en una gran cantidad de edificaciones públicas y privadas, lo cual tiene una explicación en la ineficiencia e ineficacia de todo el sistema que sirve de soporte al fracaso que representa el Estado.

Este problema del peligro que impera en la sociedad dominicana, la cual tiene una serie de fallas tectónicas que amenazan la tranquilidad nacional, ante la falta de una política de prevención, de fiscalización y de regulación, tiene su explicación en la cultura de la improvisación que forma parte de la cultura de la dominicanidad-

Sin embargo, debo decir que lo ocurrido en el Yet Set obedeció, no a un fenómeno natural como todo el mundo lo sabe, el cual es imprevisible, es decir, que no hay forma de evitarlo, sino a la deficiencia de las autoridades para tener un mayor control sobre los edificios públicos y privados, comerciales y residenciales, y de la gran cantidad de objetos pesados colocados en sus techos, como plantas eléctricas.

Porque la realidad es que el problema tiene un alcance que penetra de forma muy profunda al propio sistema de justicia, cuyos jueces se excusan en que las acciones legales en contra de todas las irregularidades que arropan al país no puede ser motu propio, pero cuando las mismas se interponen los jueces se comportan con una alta irresponsabilidad.

En los actuales momentos hay una serie de procesos que se conocen en la jurisdicción inmobiliaria, muy concretamente en los tribunales de jurisdicción original, en los que el manejo de este tipo de irregularidades, que se convierten en una bomba de tiempo en contra de la gente, duermen el sueño eterno como resultado de la ineptitud, la negligencia o la complicidad de muchos juzgadores.

De manera, que en mi opinión el principal responsable de la tragedia que hoy nos afecta es el Estado, principal culpable de lo ocurrido por no cumplir con su misión.

La verdad es que no es mucho lo que se puede esperar de una sociedad donde la falta de fiscalización es una de las principales falencias del Estado dominicano, lo cual no es sólo a nivel de la realidad de lo que se produce en los edificios públicos y privados, residenciales y comerciales, sino de todas las instancias que trabajan con salud, educación, medio ambiente y todos los demás renglones que son competencia del sistema público y privado nacional.

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Opinión

Alguien perdió a alguien

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Por: Edgard Paniagua Miguel

Alguien se quedó sin Papá
Alguien se quedó sin Mamá
Alguien se quedó sin hijo
Alguien perdió su todo.

Hoy, alguien se quedó sin hermano
Hoy, alguien se quedó sin sobrina
Hoy, alguien se quedó sin abuelo
Hoy, alguien se quedó sin abuela

Hoy no hubo distinción de clase social
Hoy no hubo distinción de raza
Hoy no hubo distinción alguna
Hoy todos perdimos a alguien.

Hoy, la brevedad de la vida,
La incertidumbre de nuestra existencia,
Lo vano que todo parece a la luz de la realidad final, nos deja al descubierto y desnudos.

La respuesta solo está en Dios, las especulaciones en el hombre.
Y Dios generalmente no da respuestas.

Del hombre es esperar en Dios, en Su santidad y bondad, misericordia y amor.

Aunque no lo entendamos los suficiente, la Fe en El debe sostenernos hasta el final. Como expresara Job; “aunque El me mataré, en El esperaré”.

No busquemos respuestas en los misterios insondables de Dios.

No busquemos respuestas en la inescrutable voluntad Divina.

De nosotros, solo es pensar, y de forma radical que, Sus propósitos son Justos Santos y Buenos.

Cómo entender que Dios en Su segunda persona entregó Su vida para salvar a pecadores?

Los sucesos “a destiempo”
Los eventos “sin explicaciones”
Los “porqué a Mi”
No tienen razonamientos terrenales certeros…
Ahí está la Fe, la inconmovible Fe en un Dios santo justo y bueno.

Y de ahí viene La Paz y el consuelo, el reposo, y la espera de ver el cumplimiento de Su promesas en nosotros.

La oportunidad de conocer finalmente los “por qué” de todo lo vivido lo tiene cada ser humano que parta de esta tierra al instante de su partida….conocerá de primera mano, por parte del Señor Jesús, la respuesta a cada pregunta que tenga.

Y de seguro, cada respuesta será entendida y asimilada como “verdad” como “correcta”.

Dios sigue dando oportunidades para salvar, las tragedias son medios para llegar a Él, afianzarse en El y sostenerse en El.

Si usted no quiere perder a “Alguien” en la circunstancia que fuese, asegúrese de que ambos estén reconciliados con Dios a través de Jesús.

Ahí no hay muerte, ni abismo que los separe.
En Jesús estarán tarde o temprano, juntos por toda la eternidad.

La muerte y la vida están en manos de Dios.
Esa realidad nos debe llevar a arreglar nuestras cuentas con El a través del Señor y Salvador Jesús.
Y esto sin perder más tiempo.

“No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee.”
‭‭Eclesiastés‬ ‭8‬:‭8‬ ‭RVR1960‬‬

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Opinión

Una tragedia anunciada…

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Por Isaías Ramos

En la madrugada de este martes, el corazón de nuestra nación fue sacudido por un desastre evitable: el derrumbe del techo de la discoteca Jet Set. Este trágico suceso se suma a otros eventos dolorosos de nuestra historia reciente, como la inmensa explosión en San Cristóbal el 14 de agosto de 2023, cuyas causas y número de víctimas aún son desconocidos, y el colapso del túnel de la 27 de febrero el 18 de noviembre del mismo año, que se cobró nueve vidas.

Este reciente colapso, por la magnitud de vidas perdidas en un solo lugar, nos recuerda el Degüello de Moca, cuando Jean-Jacques Dessalines y Henri Christophe en abril de 1805 desataron una brutal carnicería contra una población acorralada en su iglesia y totalmente indefensa.

Esta discoteca, con más de cincuenta años de antigüedad, había sido objeto de reparaciones meramente estéticas tras un incendio, sin la debida supervisión de los daños estructurales por parte de las autoridades competentes.

Esta negligencia se agravó por la sobrecarga que soportaba el edificio: transformadores eléctricos, equipos de aire acondicionado, plantas eléctricas y sistemas de sonido, cuyas vibraciones contribuyeron al desastre.

La actual tragedia no solo refleja un fallo en la supervisión, sino también las profundas fallas de un sistema estatal dirigido por una clase política que, durante décadas, ha priorizado sus intereses particulares sobre la seguridad y el bienestar del pueblo.

El colapso de la discoteca es un síntoma de un problema más amplio: la corrupción y el clientelismo que han marcado la gestión estatal durante las últimas décadas. La falta de responsabilidad y el desprecio por la ley y la constitución que juraron proteger demuestran cómo los intereses particulares han prevalecido sobre los colectivos, sacrificando la seguridad y la vida de los ciudadanos.

Este momento de dolor debe ser también un punto de inflexión. No podemos permitir que la irresponsabilidad de unos pocos determine el destino de muchos. Como sociedad, debemos exigir cambios profundos en la gestión del Estado y en cómo se fiscaliza y regula la seguridad en espacios públicos.

Para prevenir futuras tragedias, es esencial que los ciudadanos se empoderen y participen activamente en la vigilancia de las acciones gubernamentales. Necesitamos una reforma política que no solo castigue la corrupción de manera efectiva, sino que también fomente una cultura de responsabilidad y transparencia en todos los niveles de gobierno.

La tragedia de la discoteca Jet Set debe servirnos de lección y llamado a la acción. Solo a través de un compromiso firme con los valores de justicia, solidaridad y respeto por la ley podremos aspirar a construir una nación donde prevalezcan la seguridad y el bienestar para todos los dominicanos. Es tiempo de unirnos y transformar nuestro dolor en un motor para el cambio, asegurando que tales desgracias no se repitan.

Desde el Frente Cívico y Social, invitamos a toda la comunidad dominicana a unirse en un acto de reflexión y oración. Que este profundo dolor se transforme en un despertar colectivo hacia los valores más nobles de nuestra sociedad. Es momento de buscar, con humildad y fe, la sabiduría y el consuelo necesarios para superar este oscuro momento y construir, juntos, un futuro más seguro y próspero para nuestro país.

Por último, en el FCS deseamos en estos momentos que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde los corazones y las mentes de cada dominicano, y en especial, bendiga y brinde fuerza a las familias afectadas y a los valientes equipos de rescate que aún trabajan sin descanso.

Despierta, RD!

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