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Una condena con un doble mensaje para el dominicano que no hace otra cosa que trabajar para bien de lo suyo. – La Republica Online

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Una condena con un doble mensaje para el dominicano que no hace otra cosa que trabajar para bien de lo suyo.

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La emigración de dominicanos hacia los Estados Unidos y otros lugares del mundo ha constituido, sin lugar a dudas, la mejor exportación que ha hecho el país y ha servido para salvar la nación de una gran explosión social.

Los dominicanos frente a la crisis institucional, política, económica  y social no ven otra salida que irse o largarse de la tierra que les vio nacer, pero nadie puede negar que cuando el criollo se va hacia el exterior no hace otra cosa que incorporarse al aparato productivo de estas naciones donde llegan para mejorar y ayudar también a su familia que dejan en el país para  que  vivan en mejorares condiciones o por lo menos garantizarles el derecho a la comida.

En la actualidad alrededor de un 40 por ciento de las familias dominicanas reciben remesas de diferentes lugares del mundo, pero principalmente de los Estados Unidos.

El dominicano desde que recibe su visa cambia su perspectiva de vida, porque ya sentado en el avión piensa en el amigo o el familiar que ya vive allí para trabajar lo que sea y por esta razón en Nueva York se encuentran médicos sin licencias  que manejan taxis o que sencillamente son cuidadores en la parte frontal de los supermercados, cuya mayoría de estos negocios  es propiedad  de personas de su misma procedencia étnica.

Es impresionante el hormiguero humano que se forma en las estaciones de trenes y de autobuses desde las primeras horas  de la mañana para dirigirse a sus centro laborales y lo propio habría que decir con la enorme cantidad de jóvenes de descendencias dominicanas que estudian diferentes carreras universitarias.

Esos dominicanos que se van hacia el exterior como llegan a países con un alto nivel de institucionalidad son impactados de buena manera por el Estado y el criollo se vuelve en su mayoría  respetuoso de la ley y un ciudadano muy consciente de sus deberes, aunque también de sus derechos.

Como en todo los conglomerados sociales cuantitativamente grande, siempre aparecerá una minoría de dominicanos  que se inclina por lo mal hecho, por el dinero fácil, pero esos que hacen más ruidos que los buenos no pueden ser el punto de referencia para valorar la comunidad  que viven en el exterior.

Frente a esta contundente realidad,  el Estado dominicano no ha asumido su rol con esa comunidad dominicana que tantos aportes hace a su país, ya que no existe  una política para engrandecer y que sea mayor la contribución  de los dominicanos para cambiar la causa que ha provocado su ida.

Las remesas es un ejemplo de la poca claridad de visión del Estado con los dominicanos que conforman la comunidad del exterior, ya que las mismas en vez de constituirse en un elemento  para propiciar y motorizar un verdadero  desarrollo nacional,  no son más que un vehículo para promover la vagancia y la parasitación.

Todo lo planteado más arriba viene a colación en virtud de la condena recibida por unos jóvenes  que asesinaron a un adolescente de nombre Junior Guzmán de su misma procedencia étnica cuando uno de ellos  dijo en el tribunal y frente al juez que él se consideraba un auténtico dominicano.

La reacción del juez Robert Neris no fue otro que reconocer al dominicano que llega a tierras de los Estados Unidos con el propósito de ser un buen ciudadano, cuando expresó ese magistrado que el auténtico dominicano se caracteriza por trabajar duro, buscar educación y respetar la ley.

Estas palabras fueron seguidas  con otra expresión muy contundente de ese juez norteamericano y fue pronunciar una condena para cinco de los imputados a 25 años a vida de los que participaron en el asesinato de quien era apenas un niño, ya que a la hora de su muerte sólo tenía 15 de edad.

Esa sentencia de ese magistrado envió una diversidad de mensajes para el dominicano que vive fuera, entre los que habría que destacar que no todos los dominicanos son culpables de los crímenes o delitos cometidos por una minoría.

Es además de sentido común que no hay ningún país en el mundo que no tenga gente que violente la ley, que cometa delitos y crímenes, es decir, que no es un fenómeno para meter a todo el mundo en el mismo saco.

El dominicano auténtico tiene que aplaudir la visión y la actitud del juez Neris, quien no sólo sabe distinguir entre lo que ocurre con los pocos que se dedican a lo mal hecho, sino también las condiciones que reúne la comunidad dominicana radicada por muchos años en la unión americana.

El mensaje fue tan contundente que este juez no ha dejado argumentos a los xenófogos para que utilicen este caso para atacar a nuestra gente del exterior  por  la participación de estos jóvenes dominicanos condenados por este horrendo crimen para descalificar a todos los procedentes de la República Dominicana y considerar que todos se dedican a actividades al margen de la ley.

Este juez Neris ha hecho lo que debe hacer todo buen magistrado y fue condenar al dominicano que pertenece a esa minoría que se inclina por el delito y el crimen y defender a la gran mayoría de los criollos que trabaja largas horas en diferentes centros de producción de la unión americana para engrandecer su país y buscar un futuro mejor, así cumplir como cumplir con el fisco de los Estados Unidos.

 

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