Desde hace muchos años en la República Dominicana se lucha para que prevalezca la transparencia en la actividad política nacional, pero ello no ha sido posible porque lo que ya se ha hecho una cultura no es tan fácil de reemplazar.
Los partidos cuando están en la oposición tienen planteamientos que enamoran a la población, pero no bien llegan al poner actúan en una dirección totalmente contraria a lo pregonado.
Un comportamiento de la política vernácula se refiere al hecho de que en tiempos de proselitismo se aparecen en las casas de sus militantes y amigos, pero no bien llegan al poder no toman su teléfono jamás.
Esa conducta desconecta de la gente a los políticos, porque si bien es cierto que en un país lleno de pobreza un funcionario puede ser llamado para solicitarle un empleo o cualquier tipo de ayuda, también podría ser para solicitarle una obra comunitaria que haya sido prometida durante la campaña electoral.
De cualquier modo, no tomarle el teléfono al que hizo causa común con el actual funcionario no tiene una explicación lógica desde ninguna perspectiva, porque ello lo que más revela es falta de transparencia y de lealtad con quien estuvo con ellos en el trabajo político.
Ahí podría estar la explicación de que muchos ciudadanos no crean en ningún partido y aquellos que sí los valoran positivamente probablemente todavía tengan la esperanza de que actuarán diferente en el futuro.
Lo que nadie puede negar es que los funcionarios del presente Gobierno actúan muy parecidamente a los que fueron desalojados del poder, ya que llamar a un Eduardo Estrella, Roberto Fulcar, entre funcionarios públicos, por no decir prácticamente todos, es como intentar comunicarse por la vía telefónica con el más allá.
Es un drama que marca mucho a los cuadros de los partidos, cuyos dirigentes, que actúan de esa manera, envían el mensaje de que no tienen la más mínima visión para darle solución a muchos de los problemas que están en el marco de su competencia.
El PRM se ha vuelto experto en faltar a la palabra empeñada y en consecuencia la mayoría de los partidos que fueron aliados en la pasada contienda electoral se sienten traicionados y usados por un organización que parece reproducir el mismo comportamiento de su ascendiente, el PRD.
Todo el mundo debe estar seguro de que ese comportamiento no va a cambiar de los perremeístas, porque ello forma parte de su ADN, de su pobre formación que no alcanza a ver más allá de sus propias narices.
Ahí está la explicación del ninguno que representa alrededor de un 25 por ciento de la reciente encuesta realizada por el Centro Económico del Cibao y el periódico digital acento.com.do.