Periodismo Interpretativo

Una historia de puente

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Vista a la distancia su roja vestidura, parece el calamar gigante venido de un mundo a punto de invadir la ciudad.

Nunca lo han alcanzado las aguas del Yaque del Norte, que ha hecho crecientes monstruosas y espectaculares.

Nunca lo vio terminado pero dentro de los gustos que se dio Rafael L. Trujillo, que no fueron escasos, estuvo el de ordenar la construcción del que quizá sea el puente colgante más pequeño que existe.

No conforme con disponer esa excentricidad, es posiblemente el único puente colgante del que se tiene noticia cuyo río no es navegable al menos por barco alguno.

Este tipo de puentes son por lo regular extensos, kilométricos, prácticamente. Pero en su caso, tuvieron que hacerlo como lo quería su mentor, que no solía hacer concesiones fáciles.

El origen de este puente pertenece netamente al anecdotario trujillista, a sus iras descomunales.

Iba el gobernante insular, tosiendo de vez en cuando y a lo mejor con fiebre, camino a San José de las Matas en uno de esos años en que para mejorar la salud, los médicos recomendaban lugares apartados, libres de la polución urbana.

(Lo cierto es que una área montañosa fría y muy fría en invierno, no parece el mejor lugar para sobrepasar una seria bronquitis como la que se asegura que tenía Trujillo-hay quienes sostienen que contrajo tuberculosis, pero no hay prueba de ello- de modo que se mudó con todo y gobierno a La Sierra.

Este era el criterio médico de la época).

Cuando cruzaba el viejo puente Yaque, de madera y acero, una de las gomas del vehículo que llevaba a Trujillo quedó obstruida dentro de dos tablones.

Ahí, del «pique» que hace Trujillo nace la orden terminante de levantar otro puente que no obstaculice el paso de los jefes de Estado que van en procura de salud y que tenga las especificaciones detalladas, al estilo Trujillo.

Similar al Puente Duarte de Santo Domingo, su construcción por la Steel and Export Company en 1959, fue inaugurado el 26 de febrero de 1963 con la presencia de Rafael F, Bonelly, en representación del Consejo de Estado.

Tuvo un costo de tres millones de pesos.

Tiene 1,300 pies de largo, sus torres miden 110.04 pies y se eleva a 90 pies sobre el nivel de las aguas del Yaque.

La parte destinada a tránsito vehicular es de 48 pies de ancho y la peatonal de 8.3 pies.

Honra a los hermanos José María, José Arismendy, Adolfo Arístides y Agustín Darío Patiño, opositores y mártires de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina, e hijos de Rafael Aníbal Patiño, quien junto a su hermano Ramón Patiño se levantó en armas contra el régimen trujillista en 1933.

(El Yaque del Norte, degradado por la presa de Tavera al reducirse significativamente su caudal a partir de Santiago, la que más lo ha sufrido junto al noroeste, era navegable por embarcaciones de cierto tamaño, hasta inicios del siglo XX).

Las crónicas de la época reseñan que hubo un barco pequeño que vino hasta Mao desde Montecristi, en 1915.

Transportaba madera para su embarcación en naves mayores por el noroeste, una actividad rentable que produjo acumulaciones originarias importantes en el Cibao, sobre todo a partir del pino y la caoba, aunque el resultado de esta explotación, intensa en el siglo XIX, lo sufre todavía el país).

Su altura sería para la época como la que tiene hoy la desembocadura del Ozama en la ciudad capital.

El puente Patiño, que muchos han utilizado para algo más que caminar, y que ofrece una perspectiva hermosa de la Sierra, salvo el caserío miserable que tiene enfrente, signo del olvido social, es una joya invaluable de Santiago.

Era ésta la única vía de comunicación de Santiago con el componente sur. Fue levantado por la intervención armada estadounidense de 1916, sustituido hace cuatro años por otro, aunque no mostraba deterioro pues había sido remodelado como puente peatonal.

Su estructura ha soportado, prácticamente indemne, más de cuatro décadas y parece que le esperan buenas temporadas todavía.

Lo único que demanda por ahora es tratamiento de pintura y que no se afectan sus soportes de hormigón armado profundamente sumergidos sobre tierra, a ambos lados de lo que queda del río.

 

 

 

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