La presidenta de la Cámara de Cuentas de la República Dominicana ha hecho una denuncia realista y audaz, pero que le quita valor que provenga de quien preside el órgano del Estado que tiene que combatir ese flagelo.
Licelot Marte de Barrios, sin lugar a dudas, dice una gran verdad cuando denunció y reiteró que con el dinero robado por los corruptos se hubiera construido otra República Dominicana.
Es incontable la cantidad de millones de pesos que se ha ido por el barril sin fondos de la corrupción, el lastre más pesado para la sociedad dominicana, porque ha impedido que el Estado cumpla con su rol de satisfacer necesidades sociales.
Es que definitivamente no hay formas de medir la enorme cantidad de dinero que se han llevado a sus bolsillos los corruptos, aquellos que muy poco les importa ver morir niños y ancianos de desnutrición porque el Estado no es capaz de crear un sano sistema de seguridad social.
Es conmovedor como algunos individuos hacen fortunas sobre la base de inventar cualquier trampa para apropiarse de los recursos del patrimonio público, del dinero de las grandes mayorías nacionales, apoyándose, muchas veces, en el lavado de activos y el contrabando.
Marte de Barrios debía sentir vergüenza que el importante órgano público que preside no ha sido capaz de someter a la justicia tan solo uno de los corruptos que se han robado los recursos de todos.
Hubiera sido mejor, tal vez hasta más racional, que Marte de Barrios continuara con la boca callada cobrando su sueldo poco común y corriente, porque de esa manera pasa desaperciba en una sociedad que lo olvida todo y que muy poco le importa la suerte de sus verdugos.
Todo como resultado de que la sociedad dominicana está gravemente enferma, que le ha hecho hasta perder la memoria y se mantiene en un limbo que provoca que esté resignada a que le llegue la muerte, la disolución, sin el menor dolor, sin remordimiento, impacientemente tranquila.
La denuncia de Marte de Barrios es una verdad que ya parece no pudo contener, la tenía atravesada en la garganta como cuando una persona no puede bajar aquel vívere o plátano que la alimenta, pero que le causa dolor tragárselo.
Así de sencillo se ve la denuncia de esta mujer que tradicionalmente ha estado vinculada al poder de la maldad, de las armas, de los que no tienen alma, de los indolentes, de los entrenados para torturar con la peor violencia a los demás.
Pero esta denuncia en cualquier otro lugar con un cierto nivel de institucionalidad se hubiera considerado una auto-incriminación, una auto-acusación y ya todos los recursos del Estado se hubieran puesto en acción para hacer justicia.
Ha hablado quien tiene mucho conocimiento de causa porque ha tenido en sus manos las auditorias que señalan a muchos políticos como responsables de robos vulgares al patrimonio público.
En una investigación seria, la presidenta de la Cámara de Cuentas es una pieza más que importante por acción o por omisión.
Ojalá se diera un milagro.