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Editorial

Una mala Imagen que Necesita de un Gran Esfuerzo para Superarla

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El triunfo de Joe Bade en el estado de Pensilvania ha terminado con la llamara era Trump, porque este mandatario no sólo ha perdido su carrera hacia la reelección, sino que no puede volver a presentarse a ningún cargo público en los Estados Unidos.

Eran innumerables los temores sobre cuatro años más de un hombre que en realidad más que ser el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, debía ser procesado por los tribunales de la ley de la nación más poderosa del mundo.

Trump ha hecho daños muy profundos a los norteamericanos, no sólo por los tantos casos en los que comprometió su responsabilidad civil y  penal, como la evasión de impuestos, las acusaciones muy bien fundamentadas sobre violaciones sexuales, su vinculación a los fraudes fiscales, el manejo inadecuado de los fondos de la fundación que opera y de la creación y matriculación de estudiantes en una universidad falsa, sino también por su torpeza para entender la regla del juego de una sociedad de grandes intereses políticos y económicos.

Lo único que ha impedido que Donald Trump haya sido procesado por estos delitos comunes, sin incluir el caso de la intervención rusa en el proceso electoral del 2016, que más bien se trata de un asunto político, así como por   la presión a que sometió al gobierno de Ucrania para que iniciara acciones legales en contra del ahora presidente electo de la mayor potencia mundial, ha sido su inmunidad por su condición de presidente de la República.

Es decir, que hay mucha tela por donde cortar, porque también se agrega la denuncia falsa de Trump de que hubo fraude en su contra en las pasadas elecciones, de la cual no tiene ninguna prueba que la avale.

Todo esto no sólo se trata de un comportamiento de un hombre con una gran vocación para actuar al margen del ordenamiento jurídico de los Estados Unidos, sino que además él parece estar interesado en hacerle un daño irreparable a un país que tiene más bondades que cuestiones por las se pueda satanizar en lo que respecta a su política interna.

Donald Trump ahora no cuenta con el poder que le daba facultad para lesionar la imagen y la historia de los Estados Unidos, cuyo comportamiento indicaba que su principal interés es destruir la democracia y la bien ganada reputación de una serie de instituciones, como el Buró Federal de Investigaciones, conocido en su sigla en inglés como (FBI), entre otras.

Fueron muchos y muy graves los ataques del presidente Trump a uno de los órganos de investigación de los Estados Unidos que tiene una reputación muy fuerte en todo el mundo, pero el jefe Estado hizo esfuerzos incansables por destruir su imagen sobre la base del capricho y de su proceder impensado e irracional.

La sociedad norteamericana debe procurar que Donald Trump pague por todos los daños causados y que ahora que no goza de inmunidad sea profundamente investigado y juzgado por todo aquello que esté avalado con las pruebas suficientes.

No hacerlo así sienta un peligroso precedente en contra de una nación que se la pasa articulando expedientes en contra de todo aquel que comete delitos comunes y políticos para imponer la fuerza de sus armas y de  de su ordenamiento jurídico.

La derrota de las aspiraciones de Trump no sólo representa una posibilidad de recomponer muchos de los problemas dejados por un bárbaro de la política, sino también de enviar la señal correcta de que Donald Trump ni ningún individuo está por encima de la institucionalidad y de los intereses de un país donde se considera que la racionalidad y la cosa bien hecha rigen su vida nacional.

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Editorial

La deuda pública, un arma de doble filo.

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El presidente Luis Abinader ha hecho un gobierno dependiente casi totalmente del endeudamiento público, cuya falta de planificación estratégica lo convierte en una víctima de esta peligrosa vía.

Su desenfrenada política de endeudamiento es una forma de irse por lo más fácil, siempre a partir de los ejemplos de países de la zona que también se apoyan en una opción que si no hay calidad del gasto sumerge la nación en una situación insostenible.

De acuerdo a economistas nacionales que se manejan al margen del partidarismo político, consideran que ya el país tiene comprometido de sus ingresos alrededor de un 72 o 74 por ciento.

Es decir, es una situación de coger más préstamos para cumplir con los ya asumidos, lo cual crea un circulo vicioso en la economía que conlleva grandes sacrificios para los dominicanos.

Ahora mismo el país se encamina a un endeudamiento público, tanto interno como externo, realmente insostenible, pero el peligro no para porque el Poder Ejecutivo sigue con un reforzamiento irracional de esa vía.

El Congreso Nacional no para de aprobar préstamos, lo cual ya ha preocupado hasta a los propios legisladores oficialistas, cuyo último en pronunciarse fue Alfredo Pacheco, presidente de la Cámara de Diputados.

Evidentemente que no se miden las consecuencias de un endeudamiento público insostenible, máxime sin una reforma fiscal integral y que sea más progresiva que regresiva.

Parece que el Gobierno ha armado su propia trampa, la cual no luce que pueda ser superada, porque la escogencia de la vía más fácil del endeudamiento que procurar aumentar la producción nacional y en consecuencia mejorar los niveles de  las exportaciones el país se inclina por lo más peligroso.

El dominicano es bueno que entienda que así como resultada de peligroso un gobierno corrupto, igual ocurre cuando el mismo también es incapaz, porque es un riesgo doble, porque si bien una cosa es mala la otra todavía es peor.

Ojos pelaos.

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Editorial

La reforma fiscal los ha delatado a todos

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Que nadie crea que con la pretendida reforma fiscal sólo ha quedado desenmascarado Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno, sino toda la clase política nacional.

Porque los que ahora simulan que la rechazan han intentado lo mismo en ocasiones anteriores.

En torno a la propuesta fiscal hay que meter en el mismo saco a todos los actores de la política partidista nacional.

En realidad,  no hay diferencias entre unos y otros, porque peledeístas, perremeístas y los que conforman la Fuerza del Pueblo de Leonel Fernández no tienen ningún tipo de remordimiento cuando se trata de castigar al pueblo dominicano.

Que nadie se llame a engaños de que la flexibilización de los abusos contra la clase media y los más pobres va a cesar en el país.

El dispendio continuará a través de las llamadas «botellas», las cuales, para decir verdad, son difíciles de erradicar.

Pero lo que sí ha quedado demostrado es que si la gente reacciona puede detener los abusos en su contra.

Ahora falta ver cuál será el camino que escogerá el gobierno, pero ojalá que no sea la continuación del desbocado endeudamiento externo para cubrir el déficit y continuar con un gasto público de muy poca calidad

La carga impositiva, sobre todo la informal, sigue ahí vigente, principalmente con la intensificación de los apagones, lo que conlleva dotarse de inversores y plantas eléctricas.

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Editorial

Reforma fiscal o improvisación del Gobierno.

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El Poder Ejecutivo acaba de someter al Congreso Nacional la tan esperada reforma fiscal, la cual parece tener algunas bondades, pero que no queda claro qué se persigue con la misma, porque no alcanza ni para cubrir el déficit fiscal que tiene el país desde hace varias décadas que lo sumerge en un endeudamiento peligroso.

Es como buscarle una solución a media al problema, porque a pesar de que sólo se busca recaudar 122 mil millones de pesos con la misma, nadie sabe cuál es la respuesta ante un déficit fiscal que representa más del doble de esa suma.

El meta-mensaje de la reforma fiscal es que el Gobierno de Luis Abinader parece estar enamorado del endeudamiento externo, porque esa reforma tributaria no conduce a otro camino que a buscar más dinero prestado.

Pero eso no es todo, porque el Gobierno habla de una mayor inversión social con un déficit fiscal que duplica la suma que se busca recaudar.

Lo otro es que no se han eliminado todas las exenciones que atrofia la economía nacional, cuyos principales beneficiarios son sectores que sólo buscan alimentarse personal y empresarialmente de los recursos públicos.

Son preguntas que el presidente Luis Abinader debe responderles a los amplios sectores de la vida nacional que se niegan a someterse a mayores sacrificios con resultados insatisfactorios.

A las actuales autoridades nacionales y también a las pasadas se les enrostra que adolecen de lo que se podría definir como una cultura nacional, que no es otra  cosa que la carencia de planificación estratégica.

Todo es al azar, cuya debilidad ha exhibido el actual Gobierno hasta más no poder y la reforma fiscal, aunque tenga sus bondades o consideraciones hacia el ciudadano, adolece de debilidades que tienen que ser explicadas.

Es importante que esta reforma fiscal se rija por los principios tributarios de legalidad, equidad y transparencia, porque de lo contrario los resultados podrían ser muy dolorosos para la sociedad dominicana.

La suerte está echada y sólo se espera que por lo menos en este caso haya un manejo idóneo y sensato para que no ocurra lo que se produjo en otras ocasiones, que la reforma fiscal  ha significado un profundo dolor de cabeza para todos y cada uno de los dominicanos.

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