Periodismo Interpretativo

Una pieza de lujo llamada roscaizquierda

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¿Qué decidir de esa especie en peligro de extinción denominada roscaizquierda que ella no haya declarado por sí misma desde su lirismo, sus performans de medianoche y sus excentricidades?

Esa es ahora, el rocaizquierdismo, una posición que otorga el prestigio de lo excéntrico.

Antes fue razón de condena y de ostracismo inmerecidos.

Ser un roscaizquierda era como ser de la izquierda cerebral cuando esa condición parecía el trabajo de un héroe o el villano preferido del sistema, siempre al acecho.

Esta aclaración es pertinente y necesaria: no todos los rocaizquierda fueron de la izquierda.

Esa, la de pertenecer a enrosque menos popular, es una condición zurda, no absurda.

Un roscaizquierda es alguien que va a un redondel donde se sacrifica inexplicablemente a una criatura, a la que convencionalmente llamaremos un toro, que no ha cometido ningún crimen contra nadie.

De inmediato, el roscaizquierda se da cuenta de a quién debe aplaudir pase lo que pase.

No aplaudirá nunca al que ha decidido coronar  la convención y la costumbre.

El sentido común puede llegar a ser el más injusto de los sentidos.

Esa gente ciega se va a la plaza a delirar por el hombre elegantemente uniformado que es al mismo tiempo un supermacho por el que suspiran las muchachas casaderas y otros ejemplares.

Lo mismo puede suceder y sucede en el campo de la política.

El secreto está en decidir cuidadosamente que todos esos factores son al unísono el público, el torero y el toro.

El roscaizquierda es aquella  sustancia rara, inenroscable por vía de los métodos convencionales, y es aquél espectro que ama ir contra la corriente aunque le cueste la madre.

Es un Oscar Wilde que conociendo lo conservadora que era la sociedad londinense de sus días, convirtió su homosexualidad en espectáculo público y en razón de escándalo.

Predicó un evangelio de libertad, levantó su polvareda y terminó crucificado. Todos sabían lo que él era además ser de un gran artista.

No había necesidad de hacer ostentación y ser piedra de escándalo con ello.

Toda sociedad cimentada en la intolerancia, dicen la historia y la experiencia, se cree dueña del espectáculo sin importarle si es suyo o si lo montaron otros.

Pagó con creces la deshinibición valiente que había decidido sin consultar un momento con el cuidado y con los dragones que vomitan candela que enfurecen cuando sienten que le roban el escenario.

Un roscaizquierda es alguien  que no teme ahogarse donde ha sucumbido la prudencia social llamada también etócalo y protoqueta  (etiqueta y protocolo) que él o ella invierten  para bien o para mal… o para cambiar la historia.

Rocaizquierda genuino es aquél  al que invitan los poderosos a su mesa y en medio de las celebraciones y el banquete y la ilusión de que ya se lo han ganado para su causa les canta unas cuantas verdades desagradables y comprometedoras.

Es el que se niega a escribir por encargo, el que canta sus penas y llora sus alegrías, como se dice que hacen, sin confirmación, los mexicanos, el que cree decir lo que otros creen que no sabe nadie.

Es alguien, hombre o mujer, que no pretende echarse el mundo encima, porque nadie es tan imbécil para creérselo ni tan imaginativo o poderoso para intentarlo.

Y sin embargo, se mueve.

Es experimentalista, milita en las entrañas de lo nuevo, puede ser taciturno, es casi siempre solitario. No intentes llevarlo al terreno de lo que no acepta como válido.

                                                                                 

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