El presidente Luis Abinader ha puesto un gran empeño en reformar la Policía Nacional, cuyo primer paso fue la creación de una comisión con ese propósito, pese a que los miembros de la misma conocen muy poco del asunto.
Ahora al retomar el tema a propósito de los últimos hechos violentos ocurridos en el país que involucran a agentes del orden, el manejo del problema no parece que sea el correcto, porque el mismo debía ser a través de una transformación integral del Estado.
Podría decirse que no es mucho lo que se puede lograr con una reforma a partir de lo que se ve a simple vista en la Policía Nacional, porque habría que adentrarse en su seno para que se puedan conocer todos los demonios que se alojan en ella.
Hace ya algún tiempo que este periódico era de opinión que la Policía Nacional debe ser eliminada por lo menos por dos años hasta que se formen agentes con una visión ética y más acorde con los fines perseguidos.
Los compromisos de la Policía Nacional con el crimen organizado y una serie de ilícitos que se producen cotidianamente en la sociedad, dejan a cualquiera con la boca abierta.
Creer que con una comisión para reformarla y la creación de algunos mecanismos de fiscalización se va a transformar la Policía Nacional, es un sueño de inocentes.
Los intereses que se mueven dentro de la Policía Nacional y cuyo mal tiene años y más años y que indica que no es tan fácil transformarla y convertirla en lo que debe ser.
Sin embargo, hay que felicitar el empeño del presidente Abinader, pero el problema debe abordarse desde una perspectiva más integral y que implique una reforma de todo el Estado, porque de lo contrario es como arar en el desierto.
En todo caso podría disminuirse la violencia promovida y originada por los agentes policiales, que es mucho decir, pero otros problemas que no se ven a simple vista van a seguir produciéndose y su desaparición sólo será posible con que haya una reforma integral del Estado dominicano.
De cualquier modo, hay que saludar y felicitar al presidente en su empeño, pero hay que abandonar las utopías para tomar la realidad como referente para producir los cambios que busca la sociedad dominicana.
No se puede aspirar a tener policías correctos, éticos, cumplidores de la ley y con responsabilidad civil, mientras al propio tiempo tenemos diputados y senadores con vínculos con el crimen organizado y ministros al acecho para apropiarse de lo que no es suyo, lo cual implica una vocación delincuencial.
Sólo una reforma integral del Estado es una garantía ideal de que el país cuente con servidores públicos comprometidos con la democracia y los deberes irrenunciables del Estado, lo cual no es un imposible porque en otras naciones esto se ha logrado y no se trata de seres de otros planetas, sino de personas humanas con las mismas imperfecciones que las dominicanas.
La verdadera reforma policial es muy posible a partir de la visión más integral de los responsables de producirla para llevar a la sociedad a unos niveles de vida normales en cualquier nación mínimamente civilizada.