Desde hace décadas se ha oído hablar del poder comercial, económico y político de los dominicanos que viven en el exterior, pero en los hechos las cosas no pasan de un enunciado o de un sueño o de una realidad que se pierde en el tiempo.
La demagogia y el engaño de los políticos nacionales en contra del dominicano del exterior es una extensión de lo que ocurre en el país, lo cual sólo podrá sufrir un cambio si sale de los propios afectados, los criollos que viven en los Estados Unidos y Europa.
No son pocos los años en que siempre se ha hablado de la manipulación de los políticos nacionales con instituciones como el consulado dominicano de Nueva York, cuya función es fundamentalmente recaudadora, no sólo para el fisco nacional, sino para los bolsillos del que ostenta el cargo de cónsul.
No son dos ni tres los cónsules que han desfilado por el consulado con la intención de ir a resolver un problema personal y lo han logrado, sobre la base de exprimir al dominicano trabajador que tiene que pagar tarifas muy abusivas por los servicios que les ofrece el Estado dominicano.
El Consulado ha sido una expresión de los vicios que hoy carcomen los cimientos nacionales, como por ejemplo la corrupción, ya que allí ha habido una fuente para extender hacia el exterior las denominadas botellas.
Las cantidades de botellas son un bochorno para el país en razón de que allí, por ejemplo, regularmente ha habido más vicecónsules que los que tiene una potencia como Alemania.
La misión diplomática dominicana no está lejos también de esa realidad, donde incluso se ha colocado una cantidad de embajadores alternos que provoca que uno se siente tres horas en una silla para que luego otro haga lo mismo.
Otro factor muy preocupante de la imagen que se ha vendido en el exterior es la cantidad de embajadores y vicecónsules que sólo cobran por una labor que no realizan y para este propósito el propio Estado ha servido de cómplice para engañar a las Estados Unidos con personas que no reúnen las condiciones para ocupar determinados cargos diplomáticos, amén de que también lo prohíbe la Ley que crea el servicio exterior dominicano.
Todas estas irregularidades sin bien son promovidas y auspiciadas por las autoridades nacionales, la resignación y la poca respuesta electoral de los dominicanos del exterior ha servido para perpetuar esos males que hoy condenan a gente que aporta tanto al país hasta a una discriminación sin sentido porque los tratan como ciudadanos de segunda categoría.
Por esta y muchas razones el actual gobierno del PRM y de Luis Abinader debe iniciar un plan que contribuya con el crecimiento y desarrollo de las actividades comerciales de los criollos que se han ido a vivir fuera para de ese modo estimular una economía circular que sólo beneficia a la República Dominicana y naturalmente al fisco de los Estados Unidos y de Europa, así como de las demás naciones escogidas por los nacionales para vivir con sus familias.