La República Dominicana tiene siglos con diagnósticos y soluciones retóricas al problema haitiano, pero la realidad demuestra que el país ha sido inhabilitado para por lo menos controlar la migración de los vecinos por su falta de planes a medianos y largos plazos.
El presidente Luis Abinader acaba de plantear su visión sobre el problema haitiano durante una intervención en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, donde ha proclamado que el país no puede solo con los problemas de su vecino, pero falta abordar el asunto desde una perspectiva diferente sin contar mucho con la comunidad internacional.
Naturalmente, no está mal que se haga la advertencia de las implicaciones de inestabilidad de las democracias de la región que puede generar la crisis humanitaria que vive Haití, pero la República Dominicana debe darse sus propias políticas públicas al respecto sin dejar de bregar con el aspecto humano del problema.
El país debe continuar con su política de solidaridad ante el sufrimiento de los haitianos, pero no puede cargar con todos los problemas que padece este pueblo, sobre todo porque los responsables de la desgracia haitiana son potencias que se aprovecharon hasta más no poder cuando Haití era más productivo.
Estados Unidos, Canadá y Francia tienen una responsabilidad histórica con Haití, pero la República Dominicana no puede sentarse a esperar que estos países asuman su obligación con la nación más pobre del hemisferio y en consecuencia debe desde ya desarrollar políticas públicas en el ámbito migratorio para tener un verdadero control de quien debe entrar o no al territorio nacional.
Se sabe de más que en este tema también entra en juego un problema geopolítico, de dominación y colonización política, económica y social por parte de potencias como los Estados Unidos que regularmente impone su criterio y la forma en que se debe manejar el problema haitiano.
Pero como aquí siempre se habla en los discursos de una supuesta independencia que nadie cree, ésta es la oportunidad de que el Gobierno demuestre que realmente somos libres e independientes y que el derecho a la autodeterminación es una una conquista que nadie puede arrebatar a los dominicanos.
El asunto, aunque parezca ser muy poco realista, la verdad es que sólo con políticas públicas realmente independientes podrá salirse a buen camino con el problema haitiano.
Es importante que todos los sectores que conforman la vida nacional de la República Dominicana sepan que el país colapsaría con la responsabilidad que tendría el Estado de dotar de salud, educación y empleos a más de veinte millones de personas que habitan la isla.
Ese cuadro sería preocupante y catastrófico para el país, ya que aumentaría la pobreza extrema y relativa, la insalubridad, la falta de educación y convertiría a la Republica Dominicana en otro pedacito de la Africa Sudsahariana en el Caribe y por consiguiente en toda Latinoamérica.
Lo peor de todo es que el mismo problema de los haitianos lo tiene la República Dominicana, aunque con algunas diferencias, el cual consiste en que carece de planes como consecuencia de que su clase política actúa al azar y en consecuencia los resultados siempre serán desastrosos.
Para afrontar el problema haitiano se necesita de la misma planificación que requiere el país para mejorar todas las desgracias que vive la sociedad dominicana, como la corrupción generalizada, pública y privada, la falta de institucionalidad y la arropante impunidad.
De cualquier modo, el asunto no es tan fácil como plantearlo en el papel o en los discursos, porque una cosa que se hace prácticamente imposible es pedirle peras al olmo o plantear que se haga lo que no es entendido por los responsables de desarrollar planes para tener un mejor país.
Ese detalle pesa más que la propia dominación o colonización del país por parte de aquellos intereses extranjeros que sólo buscan aprovecharse de las riquezas nacionales sin importar el destino de la sociedad.
Realmente, la República Dominicana está entrampada en un problema que no parece de fácil solución, porque los gobernantes carecen de la vocación y de la formación para darles salida a las grandes dificultades nacionales.
Haití es una amenaza eterna y preocupante en el corazón de América, cuya peor parte corresponde a la República Dominicana por ser su hermano gemelo y que para llegar a su territorio las personas del país vecino sólo tienen el riesgo de cruzar el rio Masacre o pagar un soborno en la parte vigilada de la frontera.