La gran burguesía trasnacional, sus ejércitos y policías, sus partidocracias…conforman el poder que controla y domina violentamente a una humanidad que se resiste y se indigna frente a sus opresores designios.
Es un poder explotador, opresor, excluyente de las mayorías. Un poder asesino de seres y naturaleza. Militarista-guerrerista, clasista, machista, racista, adulto- céntrico, ecocida….
Y desgraciadamente en esta hermosa república caribeña contamos con una dominación a imagen y semejanza de ese poder transnacional; destacadas las lacras propias de su conformación particular a través de la conquista, la colonización y la recolonización imperial, el patriarcado virulento y otras modalidades de opresión-discriminación prolongadas en el tiempo.
-Corporaciones depredadoras y saqueadoras.
-Burguesía dependiente voraz, mafiosa y empobrecedora.
– Partidocracia gansterizada.
-Fuerzas Armadas, Policía, DNCD, DNI…despóticas, corrompidos, torturadoras, criminales…
-Estado, partidos y elites empresariales impregnadas de una cultura clasista, racista anti-haitiana y autoritaria.
-La mujer concebida como propiedad del capital y del hombre, trabajadora con jornada no pagada, instrumento de placer y mercancía sexual.
-Predominio del patrón estético blanco-occidental en una sociedad mulata.
Así, las muertes crecientes por explotación y exclusión social, enfermedades evitables, violencia policial-militar, racismo, violencia de género…son productos inducidos por las esencias de esta dominación.
Los asesinatos de jóvenes pobres (negros/as, mulatos/as…), las redadas y extorsiones policiales en los barrios humildes tienen una razón de Estado y de poder.
Como también la cultura capitalista-patriarcal es determinante de la ascendente ola de femenicidios, reproducida permanentemente por la propaganda comercial, telenovelas, películas y series de televisión; expandida por las composiciones musicales preeminentes, la formación escolar y societal, y las aberraciones de las grandes cadenas de la comunicación.
Este poder emana sangre y lodo por más simulaciones y remiendos que promocione a través de magras políticas públicas y departamentos marginales, cercados por la ideología dominante.
Campañitas van y compañitas vienen sin que el río de sangre y dolor de oprimidos y oprimidas disminuya.
Ríos de sangre y de dolor que no se explican con términos como «violencia intrafamiliar», «crímenes pasionales», «subdesarrollo», «micro-trafico» «drogadicción», «trastornos de personalidad»…
Es hora de que apuntar a la médula del problema, de crear contrapoder y energías anticapitalista, antipatriarcal, antirracista… contra esa amalgama ideológica perversa y ese accionar destructivo.
Es hora de pensar en un poder popular, un poder social, que nos permita avanzar hacia la existencia del no poder y la plena emancipación.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Nacional