Opinión

Disgresiones y paradojas

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Por Melvin Mañón

Nuestras sociedades y nuestros pueblos viven el mismo estado de decadencia y decrepitud que en aquella época vivió el imperio y la sociedad romanas respecto a los cristianos primitivos.

Nota: este artículo estaba escrito hace varios días pero no quise distribuirlo para su publicación hasta que no tuviera lugar la marcha verde del domingo 16 de julio. Habiendo esta tenido lugar en la forma mas auspiciosa, felicitando por el extraordinario éxito a todos los que laboraron en ella o participaron me decido a compartir estas disgresiones mientras preparo un análisis de dicha marcha y lo nuevo que la misma aportó.

La persecución desatada por los romanos desde Nerón hasta Juliano en el siglo IV contra los cristianos primitivos, alentada maliciosamente por los judíos se alimentó, adicionalmente, de la intolerante arrogancia y obstinación de una parte de estos que preferían morir como mártires  antes que consentir en abrazar otra creencia o acogerse a algún arreglo que excusara a la autoridad la aplicación de las sanciones previstas, cuando las había, porque el cristianismo, dependiendo del emperador  romano de turno, enfrentó desde la tolerancia indiferente hasta las hostilidad extrema.

No fueron pocas las instancias donde la benigna tolerancia de un juez y de los mismos paganos fue abortada por la ingerencia celosa de los judíos que veían a los cristianos como una secta mientras ellos se consideraban a si mismos, una nación con mas derechos y prerrogativas que aquellos. El paganismo –excepto en el reinado de Diocleciano y mucho mas tarde Juliano también llamado el Apóstata- era tolerante y no le importaba nada un dios mas o uno menos. Por eso resultaba para ellos, como autoridades, tan extraño, inadmisible y arrogante el comportamiento obstinado de esos cristianos que mas adelante se matarían y degollarían entre si con mas crueldad y fervor del que jamás aplicaron contra ellos otros paganos, judíos o musulmanes.

Los judíos odiaban a los cristianos porque además de creyentes fervorosos como ellos, eran monoteístas y ambas cosas los hacían sentirse amenazados en su posición originalmente dominante. Sin embargo, en relación a esas otras religiones, la mas notoria condición de los judíos, conservada hasta hoy, era la falta de interés en el reclutamiento.

Los  cristianos eran reclutadores compulsivos, buscaban adeptos, no cesaban en su catequesis y fueron siempre y sobre todas las cosas sectarios e intolerantes para con cualquier creencia disidente o hereje dentro de las filas del cristianismo. Los musulmanes, con el comercio, las caravanas y la espada avanzaron su causa con el mismo fervor que los cristianos a los que con frecuencia protegieron y albergaron incluso después de algunas matanzas perpetradas por los cristianos contra ellos.

Los judíos, en cambio, nunca se interesaron por buscar adeptos y jamás han salido a la calle a convencer a nadie ni atraer a nadie a su fe porque, “el pueblo elegido” no puede nutrirse de extraños, gentiles o de cualquier manera gente nacida dentro de otras creencias. De hecho, aunque la ley judía prevee algunos mecanismos de conversión al judaísmo, en la práctica apenas funcionan y con frecuencia no son mas que una excusa para que la condición de judío se haga ahora, como antes, por herencia.

Menos de veinte siglos después, hoy, el mundo se enfrenta a la misma intolerante arrogancia, pero esta vez, notoriamente, por parte de los musulmanes y reacciona exactamente de la misma manera que lo hicieron los cristianos primitivos frente al poder romano. Los paganos de antes, tanto el público como las autoridades romanas aplaudían en el circo las torturas a los cristianos pero no podían evitar una nota de admiración y respeto ante la humildad, la conducta piadosa y los valores de una parte de esos mismos cristianos de antes. El fanatismo como la convicción irrevocable de una parte del mundo musulmán de hoy y el rechazo, tanto como la imitación que inspiran, guarda ciertas similitudes con la sociedad de aquella época mientras algunos del mundo de los “infieles” al que pertenecemos, reconocen esas cualidades en otros tantos musulmanes de hoy.  El paganismo de entonces era, respecto a los cristianos y su fe, una especie de sociedad “light” o post moderna igual que ahora nosotros en Occidente lo somos de nuevo pero esta vez respecto a los musulmanes.  Nuestras sociedades y nuestros pueblos viven el mismo estado de decadencia y decrepitud que en aquella época vivió el imperio y la sociedad romanas respecto a los cristianos primitivos.

La alternativa de estilo de vida pagano de aquellos siglos era corrupta, viciada, negligente, abusadora, degenerada, sexualizada. Vivía pendiente del entretenimiento, de las comidas copiosas, de la homosexualidad, del vino y de los placeres bajo cualquier forma que existieran. Hoy, la alternativa a la disipación, la vida corrupta, el abuso grosero, la sexualidad sin medida, la extravagancia, el lujo y el derroche es fundamentalmente religiosa y la enarbola el Islam.  Los valores, la ética y la herencia de la Ilustración del siglo XVIII degradados, desprestigiados y abusados por un sistema político tras otro no convencen ni persuaden una humanidad escéptica, decrépita, desconcertada e incapaz. Por eso, sin alternativas políticas creíbles, con la élites corrompidas, sin revolución a la vista el mundo se entrega indistintamente a la nalgacultura o al fundamentalismo religioso y si este es el enfrentamiento que habrá de definir el siglo, no tengo dudas de que será el componente religioso el que se imponga y la historia no conoce gobiernos, valores, sociedades y conductas mas intolerantes que las de fundamentación religiosa y estos niveles de intolerancia y de violencia son el único denominador común a las tres grandes religiones monoteístas: el cristianismo, el Islam y el judaismo.

Nada ha cambiado. ¿o si?

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