La República Dominicana es un país eminentemente católico, cuya base descansa en la familia que se deriva del matrimonio.
Incluso entre el compromiso que hacen dos personas cuando se comprometen a vivir en comunidad es ser fiel en las buenas y en las malas.
La unión matrimonial por la iglesia y por la ley está fundamentada en apoyarse ambos en las malas y las buenas, vivir unido no importa en el terreno que sea.
Pero además el matrimonio tanto por la iglesia como por lo civil tiene la particularidad de que descansa también en una serie de patrones culturales machistas que tienen un impacto muy fuerte en la sociedad.
Tanto es así, que cuando una mujer cae en adulterio no tiene el mismo significado que cuando el pecado proviene del hombre.
Es decir, la sociedad por su concepción machista es mucho más tolerante con el hombre que con la mujer.
Todavía más, cuando se concreta el matrimonio la mujer pasa a ser como una especie de propiedad del hombre, lo cual explica que incluso se le agregue la preposición de, que establece que ella pertenece a él.
En tal virtud, no se entiende que Margarita Cedeño de Fernández prácticamente juegue con esos patrones culturales que predominan todavía en la sociedad dominicana.
Sobre todo, cuando ella si tiene algún posicionamiento en el terreno político se lo debe al expresidente Leonel Fernández, porque ella sale de la nada cuando concreta el matrimonio con el exjefe de Estado.
Margarita logra la vicepresidente de la República porque en la confrontación entre Leonel y Danilo ellos logran ponerse de acuerdo para permitir la reelección presidencial y entre esos amarres se propuso a la exprimera dama como compañera en la propuesta electoral de Medina.
Pero Margarita falla a esos valores sociales y morales, porque ella en la confrontación entre Danilo y Leonel debe sin ninguna vacilación ni coqueteo con Danilo apoyar a su marido, independientemente de que tenga o no razón.
Es importante que Margarita recuerde que a la hora de contraer matrimonio con Leonel tuvo que prometer que estaría a su lado en las buenas y en las malas y de no ser así se pone al margen de lo que fue su compromiso a la hora de contraer matrimonio entre ambos.
Su vacilación, coqueteos y declaraciones la dejan muy mal parada ante la sociedad dominicana y los valores que ella encarna.
Aunque se trate de un asunto político, no hay ninguna justificación para que actúe al margen de los valores cristianos y sociales de la sociedad dominicana.