Todo el planeta y naturalmente la República Dominicana están entre la espada y la pared, porque tienen dos graves amenazas que cuando no acaban con la vida derriba el aparato institucional.
Cualquiera de los dos podrían llevarse de paro por los menos la vida en sociedad de cualquier conglomerado humano, porque si no acaba con la vida podría llevarse el aparato institucional lo que pone al país al margen de la civilización y de los tiempos de democracia.
Aunque parezca una exageración, pero no la es, porque es una amenaza que por lo menos podría prevalecer por algún espacio de tiempo, lo que traería consigo una serie de traumas emocionales, electorales, económicos y sociales que hará mucho más difícil la recuperación.
Un ejemplo de las consecuencias de este tipo de traumas es la hermana República de Haití, donde prácticamente el Estado no existe y el control que debe imponer el mismo se hace difícil, por no decir imposible, todo como consecuencia de algunos fenómenos sociales ocurridos allí.
Este cuadro tiene el agravante de que en países donde hay una cultura de la depredación y del robo del patrimonio publico se generalizaría, lo cual crea profundos sufrimientos en la vida de la gente.
De esa manera, La vida se vuelve muy difícil de sobrellevar, pero además casi imposible de superar, lo cual prolonga el sufrimiento de las grandes mayorías nacionales.
En tal virtud, si bien hay que luchar hasta más no poder para sacar del territorio nacional y del mundo el coronavirus, también deben haber grandes sacrificios para preservar el aparato jurídico, económico y social para que no venga el colapso general, propio de la peor de las pesadillas.
De manera, que los dominicanos deben sacar muy de abajo para que el país no caiga en un abismo irrecuperable o por lo menos difícil, aunque no imposible, de superar.
La nación está compelida a aprender a pelear en los dos frentes de guerra, el del coronavirus y el de la preservación del precario aparato institucional para ponerse en capacidad de enfrentar amenazas tan o más peligrosas que las que se presentan con ambos fenómenos.
Apelemos a un plan estratégico en los ordenes sanitario y electoral para derrotar dos enemigos que podrían generarle al país un gran sufrimiento que dure décadas para superarlos.
El mes de julio tiene que ser de acciones ejemplares en términos electorales y si la circunstancia lo permite montar unos comicios ejemplares para preservar el aparato institucional y para que quede demostrada nueva vez la grandeza histórica del pueblo dominicano