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Editorial

El limbo jurídico y la democracia dominicana.

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Jurídicamente hablando hay que afirmar de manera muy categórica que el país no tiene una salida constitucional al limbo jurídico que nos amenaza.

Si se prevé que  el 5 de julio no es posible celebrar las elecciones para escoger al presidente, al vicepresidente y a los senadores y diputados, entonces no quedaría otra opción que una convocatoria de todo el liderazgo nacional para darle una salida al problema en primera instancia político y en un segundo plano constitucional.

De preverse la  frustración de los comicios extraordinarios  ya programados para el 5 de julio, lo cual se podrá determinar muchos días antes, entonces de inmediato habría que iniciar la convocatoria del liderazgo nacional para dar el primer paso para salir del limbo jurídico que se aproxima.

Lo segundo sería que sobre la base de ese acuerdo político se convoque al Congreso Nacional para proceder con una modificación constitucional que cree un transitorio que incluya la creación de una junta gobernativa de la que formen parte algunos poderes fácticos, como la iglesia, el empresariado y figuras de limpia trayectoria de los medios de comunicación.

Esa salida daría un respiro a la crisis que se avecina, porque hay una expresión muy popular que dice que guerra avisada no mata soldados.

Las posibilidades de que la crisis cree una situación prácticamente incontrolable va a depender de que con que tanta madurez se maneje el asunto, pero naturalmente sin precipitación y con la prudencia que reclaman las circunstancias.

La pandemia todavía es incierta en lo que respecta a su nivel de contagio y de la provocación de muertes, máxime cuando en el último boletín se observa un aumento de los confirmados que padecen la enfermedad, aunque no tiene la misma proyección en lo que respecta a los fallecidos.

Sin embargo, es de esperarse que una cosa trae la otra, porque en la medida en que hayan más portadores de la enfermedad, mayores son las amenazas de que se vuelva más deficiente el sistema sanitario nacional y que en consecuencia  hayan más muertes, lo cual también crearía un pánico generalizado en la población, incluida la votante, y sería prácticamente imposible que esas elecciones sean una auténtica representación de la voluntad nacional.

Son dos problemas que demandan de una gran madurez del liderazgo nacional y sólo falta una pequeña dosis de planificación y de visión en el futuro inmediato para que el golpe no sea doblemente demoledor.

La falta de visión y de planificación en torno al problema que se avecina pone a prueba a la clase política nacional que generalmente sólo se mueve en función de sus intereses partidarios, grupales o particulares.

La situación es para que ese liderazgo nacional se despoje de mezquindades y que piense sólo en el bienestar del país, porque hacer lo contrario es propiciar la hundida trágica de la nave nacional, cuya víctima sería todo el país, sin ninguna excepción.

El plato está servido y ojalá se tome en cuenta lo planteado para que después no se recurra a las excusas pendejas para justificar lo injusticable como siempre pasa en el país.  

 

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Editorial

La solemnidad de una justicia con pies de barro.

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La promoción de la vía de hecho por la ineficacia de la justicia nacional, son muy pocos los quieren verla, unos por su baja formación y su pensamiento no profundo y otros porque son parte del mal.

Pero lo cierto es que el fenómeno constituye un problema de una magnitud insospechada y de una peligrosidad que amenaza las propias entrañas de la fallida democracia nacional.

El asunto no parece tener una solución fácil en razón de que tiene un componente profundamente político y cultural.

Los debilidad y la vocación de violar la ley suprema y las adjetivas de la noción puede echarlo todo a perder, sobre todo porque no se trata de un mal a nivel de una sola instancia publica, sino de todo el tejido social e institucional.

El nivel de la problemática del sistema de justicia nacional se podría convertir en una falta que también comprometa la responsabilidad civil y penal del Estado porque se trata de la violación de derechos humanos fundamentales protegidos por el derecho internacional,

Son múltiples y variadas las violaciones de los derechos fundamentales en que incurren los tribunales nacionales a través del no respeto de los plazos razonables y en consecuencia de la tutela judicial efectiva, el debido proceso y el derecho a la defensa.

Otros principios constitucionales violados por los actores del sistema de justicia son el de celeridad, economía procesal y el de analogía, así como el del juez natural y el de estatuir ante pruebas aportadas por las partes,

En realidad se trata de un asunto de una dimensión inmedible, cuya solución no parece tan simple y sencilla.

Ahora mismo puede decirse  con toda seguridad que la ineficacia y contaminación politiquera del sistema de justicia produce en la nación un efecto que lo daña todo, absolutamente todo.

Es un verdadero cáncer que impacta todo el cuerpo social de la Republica Dominicana

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Editorial

Un problema que no se ve a simple vista.

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La educación superior dominicana, que como bien se establece en el reportaje que aparece en la sección “De Portada” de este diario, implica un problema que debe motivar profundas reflexiones para que el país se avoque a pasar de la deficiencia a la calidad de la enseñanza universitaria.

Pero este es un asunto que sólo puede solucionarlo el Estado, el cual no está en capacidad de dar los pasos para que al cabo de algunos años el cuadro pueda dar un giro positivo.

La tendencia entre los dominicanos es sólo ver lo que está frente a ellos, sobre todo en materia de educación universitaria, pero no hay forma de llevar su mirada crítica a lo que requiere de un esfuerzo más profundo y exhaustivo.

El gran problema de la educación superior del país es que no sólo la situación depende de la negligencia y la deficiencia del Estado, sino que además que no se cuenta con una cultura para crear un cuerpo profesoral preparado para impartir docencia a nivel universitario, aunque, naturalmente, una cosa depende de la otra.

De manera, que los resultados no pueden ser peores, cuyos egresados, penosamente, terminan su carrera con una formación tan precaria que en la práctica son analfabetos funcionales.

Lo peligroso del fenómeno es que la sociedad está frente a médicos que puedan matar al paciente, ingeniero civil que construya una obra que puede caerle en la cabeza en cualquier momento a sus propietarios y un abogado que no puede asesorar idóneamente a su clientes y en consecuencia poner en peligro, por su poca formación, la tutela judicial efectivo, el debido proceso y el derecho a la defensa.

De manera, que el asunto no es como se puede ver a simple vista, sino que se trata de una deficiencia que aparte de hablar muy mal de toda la sociedad, amenaza la seguridad nacional, todo como resultado de un problema integral que impacta a todo el Estado.

Lo grave del problema es que no se ven soluciones fáciles en el camino, porque además la explicación de una educación superior fundamentada más en el negocio vulgar que en un plan nacional para lograr los índices de desarrollo del mundo competitivo de hoy, es parte de una cultura nacional y de un neoliberalismo salvaje que se lleva de paso todo lo bueno.

La realidad es que no es posible poner en orden las universidades nacionales, ya que en el país todo está contaminado con la politiquería, de arriba hacia abajo y lo contrario, de abajo hacia arriba.

Se impone entonces la siguiente pregunta: ¿Quién nos sacará del tremendo tollo de la educación superior nacional, aunque la respuesta más realista es que no hay una respuesta convincente y que satisfaga.

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Editorial

El Oncológico es un espejo de un problema de un gran alcance.

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No son pocos los conflictos originados en sindicatos, clubes culturales y deportivos, cooperativas de ahorros y préstamos y los propios partidos políticos, que son asaltados por grupos de personas que los usan con fines muy particulares.

Puede decirse que se trata de un cáncer que resulta complicado erradicar, con el agravante que esa mala práctica es reproducida cuando personas con la misma filosofía de vida llegan a la administración pública, lo que explica la gran cantidad de casos de sustracciñn de fondos del patrimonio público.

Realmente el país está copado por los que piensan que deben llegar a este tipo de instituciones, las cuales no tienen fines de lucro, para manipular sus recursos y creerse incluso que es algo que legítimamente les pertenece.

Un ejemplo muy elocuente al respecto son los partidos políticos, los cuales son manejados como empresas privadas y propiedad de particulares, pese a que en  realidad se trata de una figura que está legalmente regulada y que no puede ser jamás un patrimonio personal.

Pero el mismo problema es encontrado por doquier, cuyos propiciadores de este tipo de conducta sumergen a la sociedad en un gran dolor de cabeza.

El asunto ahora se puede ver con lo que ocurre en el Patronato Cibao contra el Cáncer, cuya institución juega un papel de primer orden para combatir una enfermedad tan severa y mortal como esa.

El problema del Oncológico del Cibao ha entrado ya a los tribunales competentes y sólo se espera un desenlace que tal vez no sea la panacea al problema, porque se van unos con un criterio equivocado en el manejo de este tipo de organizaciones, pero llegan otros que no difieren, absolutamente en nada, en la forma de ver el asunto.

Independiente de cual sea la decisión del tribunal que conoce el caso, debe admitirse que la sociedad dominicana está frente a una cuestión que lesiona lo más profundo de la sensibilidad humana, sobre todo porque no hay ningún tipo de arrepentimiento.

Hoy ha salido a la superficie el conflicto en el Patronato Cibao contra el Cáncer, pero la raíz del conflicto, con una explicacion profundamente cultural,  es que una gran cantidad de instituciones sin fines de lucro hoy permanecen asaltados por grupos de «vividores» que  ponen en tela de juicio las  bases de la dominicanidad.

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