EFE
México.-La muerte hoy del cantante mexicano Vicente Fernández, pone fin a la época dorada de la música ranchera, un género musical que trasciende lo puramente artístico para expresar una manera de sentir la vida, como la que protagonizó «El Charro de Huentitán», que hoy se apagó a los 81 años en su natal Guadalajara.
“Quiero ver otra vez tus ojitos de noche serena”. Con esta canción que Vicente Fernández interpretaba con Pedro Vargas en el popular programa mexicano “Siempre en Domingo”, partió hoy El Chente. Con él se cierra el ciclo de grandes interpretes de la música mexicana que dejan un legado incomparable, como Jorge Negrete, Pedro Infante o Javier Solís.
Fernández, quien murió este domingo tras varios días internado en un hospital, era uno de los mejores interpretes de la canción popular mexicana, poseedor de una portentosa voz que trufaba con agudos y melismas que hacían recordar las interpretaciones de Antonio Aguilar.
La partida de El Charro de Huentitán, criado en ranchos y admirador de los caballos, deja un inmenso repertorio de temas que él interpretaba ‘a grito herido’ y una herencia vocal a varios de sus hijos, especialmente Alejandro Fernández, «El Potrillo».
ENTRE CORRIDOS Y AJUAS
Los “ajua” y los “ay, ay, ay” identificaban la voz del Chente, los mismos lamentos que salían de la garganta de Antonio Aguilar, con quien compartía la pasión por los caballos. De la pasión por los animales de ambos cantantes dan testimonio temas como “Caballo Blanco”, “El Alazán y el Rocillo” o “Caballo Prieto Azabache”.
Aguilar, conocido como “El Charro de México” y que falleció en 2007, compartió escenario en varias ocasiones con Vicente Fernández. Sus conciertos y espectáculos musicales daban muestra de sus portensosas voces, distintas en las subidas y bajadas, pero identificadas por el sentimiento desgarrado de la ranchera.
Cada uno imprimía su propio a canciones que se grabaron en la memoria de muchas generaciones de mexicanos a base de cantarlas cada vez que la vida ofrece una ocasión para celebrar, sentir nostalgia o manifestar un llanto. Y aunque se rumoreaba que entre ellos había alguna rivalidad, fue la propia esposa de Aguilar, Flor Silvestre, quien proclamó la amistad que existía entre ellos.
Cuando “El Charro de México” murió, los expertos de la música ranchera y los corridos voltearon sus ojos hacia el último representante de la época dorada de los cantantes con sombrero ancho, pantalones con flecos y pistolas en las perneras que se hacían acompañar por un gran mariachi: Vicente Fernández.
JAVIER SOLÍS, LA VOZ DE TERCIOPELO
Representante de esa gran estirpe de cantantes de la música mexicana fue también Javier Solís, dueño de una voz de terciopelo con la que cantaba “Sombras nada más” y “En tu pelo”. Solís se convirtió en “El Rey del Bolero Ranchero” y llegó a cautivar con su cualidad vocal al propio Frank Sinatra, a quien conoció en Nueva York en 1965.
Vicente Fernández también anduvo tras los pasos de Solís. El Chente solía contar que en muchas ocasiones acudía a las compañías discográficas para pedirles una oportunidad, pero las disquera le cerraban la puerta argumentando que ya tenían a Javier Solís y no necesitaban a nadie más.
Su muerte repentina en 1966 enlutó el mundo de la música. Su voz cálida, modulada y de gran afinación se apagó. “Fue una desgracia”, lamentó Vicente Fernández. Pero la partida de “El Rey del Bolero Ranchero” le dejó abierta la puerta para poder expresar su talento.
Y fue así que con un sello particular también para interpretar boleros y baladas, Fernández impregnó de sentimiento temas como “Payaso”, “Lástima que seas ajena” o “El amor de mi vida”.
“EL ÍDOLO DEL PUEBLO”, LA INSPIRACIÓN DE CHENTE
Pedro Infante, conocido como “El Ídolo del Pueblo”, fue uno de los cantantes que catapultó la música ranchera más allá de México gracias a los más de trescientos temas interpretados con una voz incomparable y también al medio centenar de películas, algunas de las cuales interpretó junto a otro grande, Jorge Negrete.
Infante protagonizó una brillante y fugaz carrera, que concluyó en 1957 al estrellarse el avión que pilotaba. Fue una de las estrellas más admiradas del cine mexicano, con filmes y canciones que llegaron a millones de seguidores.
Pedro Infante fue una de las primeras influencias cuando a los ocho años Vicente Fernández recibió su primera guitarra. Eran los años cincuenta y la música de «El Ídolo del Pueblo» se escuchaba en todas las emisoras de radio.
EL LEGADO DE LOS GRANDES A SUS HIJOS
Heredero de los grandes interpretes de corridos y rancheras, Vicente Fernández deja ahora un gran legado al mundo de la música mexicana. Varios de sus hijos también han heredado el talento artístico e interpretan baladas con un estilo moderno que alcanza a un amplísimo público, como sucede con el reconocido Alejandro Fernández ,“El Potrillo”. También en esto se asemejan la vida del Chente y la de Antonio Aguilar, que también dejó una dinastía amante del género de las rancheras y los caballos.
Décadas atrás, los amantes de la música popular mexicana lloraron la partida de Aguilar, Solís, Infante y Negrete. Hoy se les suman los que despiden a «El Charro de Huentitán”.