Editorial
Tres Cánceres que se Comen el País.
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4 años agoon
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LA REDACCIÓN
Está más que demostrado que el endeudamiento, principalmente externo, no sólo es un mecanismo de colonización de los países más pobres del mundo, sino que también los coloca en una situación de poco desarrollo humano y social.
Históricamente la República Dominicana ha sido una presa de los préstamos buitres y no buitres que ponen la economía nacional en un punto de debilidad que prácticamente hay que trabajar para pagar y si a esto se agrega el hecho de que lo poco que queda se lo lleva la corrupción administrativa y otras fórmulas que se fundamentan en la avaricia que se expresa a través de la acumulación originaria y también del interés de algunos sectores de tener grandes ganancias, no moderadas y prudentes.
El otro aspecto que también constituye un elemento de preocupación para los países en vía de desarrollo es la práctica de promover un neoliberalismo salvaje que se lleva todo a su paso, sobre todo la riqueza que corresponde al Estado.
Estas tres combinaciones constituyen una tragedia para la República Dominicana, no sólo en estos tiempos, sino desde hace siglos, tanto es así que las dos intervenciones armadas de los Estados Unidos al país de los años 1916 y 1965 tienen como causa principal el endeudamiento externo y la corrupción.
Ahora el neoliberalismo también juega su papel, ya que muchas de las inversiones públicas quedan en manos privadas que luego no reconocen ni permiten ninguna participación del Estado en las ganancias o en los servicios que se prestan.
Estos tres cánceres, naturalmente uno más que otro, impactan la economía nacional de forma que si se analiza lo que puede ocurrir a futuro cualquiera se asusta.
El Gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y de Luis Abinader desde antes de asumir el poder ya tenían una agenda privatizadora de lo poco que forma parte del patrimonio del Estado y para cuyo fin se hizo aprobar una ley de alianza público-privada que gestiona entregarlo todo a los grupos económicos que no dan nada a cambio.
Sin embargo, lo peor del Gobierno es que ha entrado en una política de endeudamiento que aturde, porque va a unos pasos acelerados a hipotecar la nación a través de los préstamos privados, los bilaterales y los multilaterales, cuyo dinero no va a una inversión de calidad y bien planificada.
En consecuencia, el endeudamiento, que en los últimos 15 meses llega a la suma de alrededor de 15 mil millones de dólares, sin incluir los bonos autorizados por el Congreso de más de 284 mil millones de pesos, no puede llevar a un buen destino al país, ya que el dinero tomado prestado no se invierte por ejemplo para mejorar la producción y la productividad y como resultado aumentar las exportaciones y de ese modo generar las divisas que permitan que el país pueda cumplir a través de una buena balanza de pagos los compromisos internacionales.
El endeudamiento público, sobre todo externo, constituye hoy por hoy un fuerte dolor de cabeza para los dominicanos porque el mismo toma ribetes que se dirigen a inhabilitar la economía nacional.
Mientras aumenta la deuda externa, cuyos últimos bonos aprobados en el Congreso Nacional alcanzan la frisante cantidad de más 284 mil millones de pesos, lo que implica comprometer una buena parte del Producto Interno Bruto (PIB), a fin de cubrir el déficit que se proyecta para el presupuesto general de la nación del año 2022, avanza sin miramientos la política de privatización de las empresas públicas, pero que su cristalización no ha sido todavía posible por la presión que recibe el Gobierno de amplios sectores de la vida nacional que no comparten la visión oficial sobre el tema.
Es una cuestión que debe mantener en vilo a los dominicanos para que el país no quede definitivamente inhabilitado para diseñar su propio destino, porque que cualquier paso que quiera dar tendrá que discutirse y acordarse con los acreedores internacionales y los grupos económicos nacionales que no tienen hiel y que muy poco les importa el sufrimiento y las carencias de su gente.
La educación superior dominicana, que como bien se establece en el reportaje que aparece en la sección “De Portada” de este diario, implica un problema que debe motivar profundas reflexiones para que el país se avoque a pasar de la deficiencia a la calidad de la enseñanza universitaria.
Pero este es un asunto que sólo puede solucionarlo el Estado, el cual no está en capacidad de dar los pasos para que al cabo de algunos años el cuadro pueda dar un giro positivo.
La tendencia entre los dominicanos es sólo ver lo que está frente a ellos, sobre todo en materia de educación universitaria, pero no hay forma de llevar su mirada crítica a lo que requiere de un esfuerzo más profundo y exhaustivo.
El gran problema de la educación superior del país es que no sólo la situación depende de la negligencia y la deficiencia del Estado, sino que además que no se cuenta con una cultura para crear un cuerpo profesoral preparado para impartir docencia a nivel universitario, aunque, naturalmente, una cosa depende de la otra.
De manera, que los resultados no pueden ser peores, cuyos egresados, penosamente, terminan su carrera con una formación tan precaria que en la práctica son analfabetos funcionales.
Lo peligroso del fenómeno es que la sociedad está frente a médicos que puedan matar al paciente, ingeniero civil que construya una obra que puede caerle en la cabeza en cualquier momento a sus propietarios y un abogado que no puede asesorar idóneamente a su clientes y en consecuencia poner en peligro, por su poca formación, la tutela judicial efectivo, el debido proceso y el derecho a la defensa.
De manera, que el asunto no es como se puede ver a simple vista, sino que se trata de una deficiencia que aparte de hablar muy mal de toda la sociedad, amenaza la seguridad nacional, todo como resultado de un problema integral que impacta a todo el Estado.
Lo grave del problema es que no se ven soluciones fáciles en el camino, porque además la explicación de una educación superior fundamentada más en el negocio vulgar que en un plan nacional para lograr los índices de desarrollo del mundo competitivo de hoy, es parte de una cultura nacional y de un neoliberalismo salvaje que se lleva de paso todo lo bueno.
La realidad es que no es posible poner en orden las universidades nacionales, ya que en el país todo está contaminado con la politiquería, de arriba hacia abajo y lo contrario, de abajo hacia arriba.
Se impone entonces la siguiente pregunta: ¿Quién nos sacará del tremendo tollo de la educación superior nacional, aunque la respuesta más realista es que no hay una respuesta convincente y que satisfaga.
Editorial
El Oncológico es un espejo de un problema de un gran alcance.
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3 semanas agoon
noviembre 12, 2025
No son pocos los conflictos originados en sindicatos, clubes culturales y deportivos, cooperativas de ahorros y préstamos y los propios partidos políticos, que son asaltados por grupos de personas que los usan con fines muy particulares.
Puede decirse que se trata de un cáncer que resulta complicado erradicar, con el agravante que esa mala práctica es reproducida cuando personas con la misma filosofía de vida llegan a la administración pública, lo que explica la gran cantidad de casos de sustracciñn de fondos del patrimonio público.
Realmente el país está copado por los que piensan que deben llegar a este tipo de instituciones, las cuales no tienen fines de lucro, para manipular sus recursos y creerse incluso que es algo que legítimamente les pertenece.
Un ejemplo muy elocuente al respecto son los partidos políticos, los cuales son manejados como empresas privadas y propiedad de particulares, pese a que en realidad se trata de una figura que está legalmente regulada y que no puede ser jamás un patrimonio personal.
Pero el mismo problema es encontrado por doquier, cuyos propiciadores de este tipo de conducta sumergen a la sociedad en un gran dolor de cabeza.
El asunto ahora se puede ver con lo que ocurre en el Patronato Cibao contra el Cáncer, cuya institución juega un papel de primer orden para combatir una enfermedad tan severa y mortal como esa.
El problema del Oncológico del Cibao ha entrado ya a los tribunales competentes y sólo se espera un desenlace que tal vez no sea la panacea al problema, porque se van unos con un criterio equivocado en el manejo de este tipo de organizaciones, pero llegan otros que no difieren, absolutamente en nada, en la forma de ver el asunto.
Independiente de cual sea la decisión del tribunal que conoce el caso, debe admitirse que la sociedad dominicana está frente a una cuestión que lesiona lo más profundo de la sensibilidad humana, sobre todo porque no hay ningún tipo de arrepentimiento.
Hoy ha salido a la superficie el conflicto en el Patronato Cibao contra el Cáncer, pero la raíz del conflicto, con una explicacion profundamente cultural, es que una gran cantidad de instituciones sin fines de lucro hoy permanecen asaltados por grupos de «vividores» que ponen en tela de juicio las bases de la dominicanidad.
Así como Nueva York es un ejemplo de progresos y de que todo con esfuerzo se puede, este 4 de noviembre ha enviado el mensaje de empoderamiento democrático con el triunfo de un joven musulmán con apenas siete años de haber obtenido la ciudadanía de los Estados Unidos, condición indispensable para ser candidato a la posición política más importante de la ciudad.
Lo más impresionante de este triunfo es el contexto en que se produce y sobre todo por tratarse de un joven nacido en Uganda de ascendencia india, con muy poco tiempo de haber adquirido la ciudadanía estadounidense, pero además amenazado por el presidente Donald Trump de deportarlo si ganaba la contienda electoral.
El triunfo de Zohan Mandami es el vencimiento de la legalidad en contra de la ilegalidad, de la tolerancia contra la intolerancia y de la vulnerabilidad de aquellos que prefieren inclinarse por la dictadura en vez de la democracia.
Es un mensaje muy grande el que ha dado la ciudad de Nueva York cuando en los Estados Unidos se producen unos retrocesos institucionales y democráticos que son motivos de preocupación para el mundo entero.
La situación es tan delicada que el presidente Trump aparentemente ha logrado doblegar a una de las democracias más sólidas del mundo, cuyos logros constitucionales son un ejemplo y emulados por países del planeta entero.
En realidad, se trata de una situación que nadie podía creer que fuera posible, ya que el alto nivel de institucionalidad de los Estados Unidos no permitía que cupiera en cualquier mente humana que los derechos constitucionales y los derechos humanos quedaran al capricho de un mandatario.
El triunfo de Mandami en Nueva York reafirma esa vocación de ciudad de inmigrantes y además de que ciertamente se trata no sólo de la capital del mundo en términos comerciales, económicos y financieros, sino también políticos.
Una nueva visión se impone en la ciudad de Nueva York en tiempos de retrocesos y de preocupantes violaciones a los derechos constitucionales en la mayor potencia del mundo, donde su presidente impone su voluntad como en los tiempos de las más férreas dictaduras.
La República Dominicana por tener millones de sus hijos en la ciudad de Nueva York es beneficiaria de los nuevos aires democráticos que abrazan a la llamada capital del mundo, cuna de una gran riqueza cultural que enorgullece a todo al que vive en ella y tiene el privilegio de visitarla.
La elección de Mandami no pude ser mejor, porque en momentos de tantas fricciones y tensiones sociales y raciales y religiosas, sobre todo en el medio oriente, llega la buena nueva de la tolerancia y de que todos bajo la ley y la democracia pueden convivir en paz.
