Santiago ha experimentado un crecimiento desordenado en las últimas décadas. La ciudad es ahora un conglomerado de barrios sin planificación ni conexión adecuada, y la población pobre se ha multiplicado sin fuentes de trabajo suficientes para absorberla.
Las pocas avenidas grandes que se construyeron en décadas pasadas conducen a pequeñas calles fatigadas por el congestionamiento, y no se han construido vías de comunicación alternativas en los últimos años.
Mientras nada se hace, la población y el número de vehículos crecen. La nueva circunvalación, anunciada para ser inaugurada en febrero después de varios años en lenta construcción, es una obra importante pero que no resuelve muchos de los problemas urbanos de Santiago.
Además, la gracia de la ciudad se perdió. Después de la reconstrucción del Monumento a los Héroes de la Restauración, el Ministerio de Cultura prohibió el acceso en vehículos. Se entiende una prohibición del tráfico nocturno por la cantidad de personas que visitan el lugar para la juerga, pero no permitir subir en carro de día despoja el público del derecho a disfrutar con facilidad la vista panorámica urbana más linda del país. No todo el mundo es suficientemente atlético o saludable para subir a pie. La delincuencia también desincentiva la aventura.
El Centro Histórico de Santiago está sucio y carece de atractivos para el esparcimiento. Las capas medias abandonaron esta zona porque no hay novedad comercial ni recreativa. De día está lleno de vendedores ambulantes y de noche es un desierto.
Hasta aquí el resumen del artículo de 2014.
En el 2016 ganó la alcaldía de Santiago Abel Martínez y se propuso recoger la basura y embellecer la ciudad con murales y pintura de edificios. Santiago, sin duda, cambió. Abel fue reelecto en el 2020 a pesar de la debacle electoral peledeísta.
Para Abel, su gestión en la alcaldía era la plataforma para una futura candidatura presidencial. Si lo hacía bien, subirían sus puntos futuros. Ya es candidato presidencial del PLD, aunque todavía sin primarias oficiales.
En el 2020 llegó Luis Abinader a la presidencia y también decidió prestarle atención a Santiago. Había recibido un importante apoyo electoral del alto empresariado santiaguero, a tal punto que su vicepresidenta fue escogida del terruño. Los votos también le favorecieron.
Así, de haber sido ignorada por años por el Gobierno, Santiago es foco de interés para el presidente Abinader, que busca ganar nuevamente esa plaza, construyendo un monorriel y un teleférico, y estableciendo una Casa Presidencial para despachar desde el lugar. Incluso congregó ahí a los representantes del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) el pasado fin de semana.
Y para el alcalde Abel que lleva seis años en la alcaldía, Santiago será su tacita de porcelana.
Por eso digo que Santiago se salvó. Ojalá entre los dos, en su lucha campal por el triunfo en el 2024, hagan mucho más por Santiago que lo necesita y merece. Y recuerden arreglar el cementerio de El Ingenio que está muy deteriorado

El 29 de enero de 2014 publiqué un artículo titulado “Cuando Santiago se fuñó”. A continuación, reproduzco algunas ideas expresadas ahí (les aviso cuando termine el resumen).
Desde 1950, tres años a posteriori de su creación -1947- la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos comenzó a instrumentalizar a periodistas para manipular y moldear a la opinión pública mundial, en una abominable labor de zapa, en el cenit geopolítico de la Guerra Fría entre dos superpotencias imperiales. Su proyecto primigenio, y el más escalofriante, ha sido la encubierta Operación Mockingbird, mediante la cual se ocultaron y tergiversaron informaciones para influir a favor de los designios norteamericanos, y desde 2019 ejecuta a gran escala una campaña de reclutamiento para difundir noticias y entretenimiento en redes sociales y plataformas streaming.
En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?
A diferencia de la Corte Penal Internacional, cuyo estatuto es el resultado de varios años de debates y de la Conferencia de Plenipotenciarios, los tribunales Ad –Hoc para la Ex Yugoslavia y Ruanda son la expresión de una respuesta a dos situaciones específicas caracterizadas por la comisión de atrocidades en el territorio de estos países.