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Partidocracia gana batalla a J.C.E ante sus errores históricos en un momento estelar de democracia nacional.
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2 años agoon
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LA REDACCIÓNLa Junta Central Electoral (JCE) se ha constituido más que en un elemento de certidumbre en una verdadera incertidumbre que crea serias desconfianzas en la democracia nacional, porque en muchos casos parece no saber cuál es su función y como resultado de ello la partidocracia se impone con sus mañas y distorsiones.
El problema ahora del órgano comicial es que ha querido ponerle control a una irregularidad que nunca debió permitirse a partir del mandato del artículo 43 de la Ley 33-18, lo cual ha prostituido todo el sistema electoral del país, ya que lo ocurrido viene desde hace muchos meses antes de la proclamación oficial de la precampaña.
La consecuencia de que la partidocracia tome el control en su favor del proceso comicial, implica desde cualquier perspectiva que vea, que la parte más corrompida de la democracia, como son los partidos políticos, tengan las vías abiertas para torpedear los avances institucionales en esta materia que debería tener la República Dominicana.
No es ahora que se genera el debate de las extralimitaciones de los partidos políticos, pese a que en estos momentos hay lo que muy bien se puede llamar una sublevación de las organizaciones que actúan como si no existieran leyes que regulen su conducta.
La precampaña se inició en el país hace mucho tiempo, podría decirse desde hace varios años, y nadie metió sus manos para corregir la irregularidad, pero la distorsión no es sólo en lo que respecta a la contienda electoral, sino también a que la JCE no cumple con ningún mandato de las leyes del régimen electoral, las 33-18 y la 2023, y mucho menos los partidos políticos.
Un ejemplo preocupante de la forma desordenada e irresponsable en que se maneja la JCE, es que a pesar de que el artículo 68 de la Ley 33-18 dispone que el órgano comicial fiscalice cómo se invierten los fondos que reciben los partidos del Estado, éste deja hacer y deja pasar, lo cual ha provocado que prácticamente todas las organizaciones con personalidad jurídica hagan corrupción con ese dinero.
El primero en salir a defender una supuesta violación a la Constitución de la República es Leonel Fernández, quien se mantiene en campaña desde hace varios años en violación de la ley, pero que igual comportamiento han tenido sus iguales, como son los partidos de la Liberación Dominicana y Revolucionario Moderno, el primero de los cuales hasta se impuso con simular lo que dijo que sería una consulta cuando en realidad se trató de una primaria extemporánea, y nada ocurrió.
Pero lo que ocurre ahora representa una vergüenza para una supuesta democracia que vende la percepción de que es muy madura, ya que ante el alegato del expresidente Fernández de que la JCE viola la Constitución y varias sentencias al respecto del Tribunal Constitucional, el órgano comicial responde con que estudiaría las referidas decisiones del alto tribunal para hacer los correctivos de lugar.
La verdad es que la sentencia del Tribunal Constitucional (TC), publicada en el 2019, considera como «ilógico, irrazonable y arbitrario» que la Ley 33-18, sobre Agrupaciones y Partidos Políticos, limite las actividades que pueden realizar los aspirantes durante la precampaña, que este año quedó abierta desde el 2 de julio.
Pero lo preocupante es que un hombre como Román Jáquez, que ha hecho carrera judicial como juez, cuya última posición fue la presidencia del Tribunal Superior Electoral (TSE), alegue que no conoce lo que ha decidido el TC, lo cual indica que se está frente a un funcionario con mucha falta de responsabilidad y además esa ignorancia de decisiones legales importantes crea una serie de riesgos en perjuicio de la democracia dominicana.
Todo ello legitima el desacato de un aspirante presidencial como Leonel Fernández, no ahora, sino desde antes de quedar abierta la precampaña con colocación de vallas en violación de la ley, quien a pesar de que lo viola todo, tiene siempre una respuesta para justificar lo mal hecho, pero que ahora parece tener la razón.
Naturalmente, no se trata de un problema de la Fuerza del Pueblo, sino que todas las organizaciones hay que verlas en el contexto de los poderes que tiene la partidocracia, la cual ha hecho trizas la democracia dominicana.
El caos creado por la JCE, cuya incapacidad del presidente de ese órgano, doctor Román Jáquez, no ha dejado la menor duda que es otro más de los que ocupan tan importante posición, más que para consolidar la institucionalidad del sistema electoral, ha llegado allí para dejar lo suficientemente claro de que no tiene la formación, la autoridad y la preparación para ocupar ese cargo.
Sólo el que no ha ido a la JCE no se podrá imaginar jamás el desorden que prevalece en ella, donde los empleados hacen lo que les da la gana y a lo que menos se ajustan es al mandato de la ley.
El presidente Fernández alega algo que él conoce muy bien a través de su quinta columna Roberto Rosario y que nadie puede negar que sea así y es que la JCE recibe presiones desde el Palacio Nacional para que limite las actividades de los partidos políticos de oposición, lo cual no es exclusivo del Gobierno del PRM.
Fernández puso como muestra de esa anormalidad que inmediatamente se produjo el comunicado de Admonición de la JCE, el PRM salió a saludar la decisión y a suspender sus actividades a sabiendas de que se trataba de una inobservancia a varias sentencias del Tribunal Constitucional y del Tribunal Superior Administrativo.
Atribuyó las supuestas maniobras del Gobierno a que la Fuerza del Pueblo está en las calles conquistando el corazón de los dominicanos y ello provoca el temor de los que tienen el control del Estado.
Todo lo que ocurre en el proceso electoral de precampaña obedece a los desaciertos de la Junta Central Electoral y ello deja como resultado que lo que se dice también tenga mucho de politiquería barata, cuyos partidos y la propia Junta Central Electoral /JCE) no están libres de culpa.
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La justicia atrapada en la ineficacia y las malas artes de la partidocracia y de los vicios del poder que dañan la democracia.
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5 días agoon
diciembre 9, 2025Por Elba García
Desde el Tribunal Constitucional, que tiene la misión de mantener el control de la constitucionalidad, hasta el de menor jerarquía como son los juzgados de paz interpretan la ley generalmente al margen del espíritu de la misma y sobre la base de un criterio que no contribuye en nada con el Estado Social Democrático de Derecho, aspecto central del constitucionalismo moderno.
Esta conducta de quienes tienen la responsabilidad de promover seguridad jurídica en el país es una de las principales preocupaciones de los sectores más pensantes de la sociedad dominicana, donde es parte del diario vivir la emisión de sentencias al margen del respeto que se debe observar de los derechos fundamentales en virtud de las normas internas y de las externas que son de obligatorio cumplimiento.
El fenómeno dominicano en materia de justicia preconiza un comportamiento de los jueces y de los fiscales que se fundamenta en un tema que se ha establecido a partir de una cultura de lo mal hecho sin ni siquiera pensar en las consecuencias sociales de sus acciones.
El problema reviste tanta gravedad que, aunque no hay estadísticas al respecto, la vía de hecho toma cuerpo en el país, cuya expresión más contundente son los crímenes a través del sicariato y de otros acontecimientos que se caracterizan por la violencia extrema.
La eficacia en la aplicación de la ley por parte de los tribunales de las diferentes jurisdicciones del sistema de justicia se ha vuelto más salvaje entre los dominicanos para darle salida a los conflictos sociales.
La falencia de la justicia en lo que respecta a emitir sentencias que fortalezcan el estado de derecho, no es exclusiva de los tribunales ubicados en la escala más baja del sistema, sino que lo peor se produce en las altas cortes como la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Constitucional, en cuyo último los recursos de revisión de las acciones de amparo y las decisiones jurisdiccionales duran años para ser fallados en violación de su propia ley orgánica, la 137-11.
La llamada mora judicial es un cáncer que le ha matado la credibilidad al sistema de justicia nacional, pese a los discursos de sus actores que hablan de unos logros que nadie puede ver,
El cuadro luce tan amargo que los tribunales de instrucción del Distrito Judicial de Santiago no fijan audiencia para conocer recursos de apelación en violación del articulo 149 de la Constitución que dispone el doble grado.
De igual modo ocurre con las cortes de apelación civil donde un recurso de oposición es fallado hasta dos y tres años después de haber sido sometido por la parte que ha sucumbido en un proceso mediante la aplicación de la figura del defecto.
Asimismo, hay jueces de la jurisdicción civil ordinario que emiten sentencias extrapetitas, es decir, al margen de los pedidos de las partes en litis y además en franca violación de su competencia, sin que para mejorar haya un control de los fallos jurisdiccionales y cuya única opción es recurrir en apelación o casación que implica esperar años para el fallo, lo cual muchas veces ocurre cuando una de las partes ya ha muerto.
Sin embargo, pese a estas graves debilidades del sistema de justicia nacional en el país hay un discurso repetitivo de que hay una importante mejoría del estado de derecho y de la democracia.
Otro de los problemas del sistema de justicia es que los partidos mantienen su control, ya que su escogencia se produce a través del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), el cual es un diseño de la partidocracia para evitar que aquellos actores de la vida política nacional no estén expuestos a sanciones judiciales de los jueces que son escogidos por ellos.
Este panorama desmejora la llamada democracia representativa que hoy por hoy ha dejado resultados que dejan mucho que desear y cuyo descredito no augura para los pueblos que la padecen un futuro promisorio, lo que incluso ya la coloca en un punto de total falta de legitimidad.
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Abandono de investigación y bajo nivel académico impacta universidades que operan sin supervisión.
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3 semanas agoon
noviembre 25, 2025Por Elba García
Las universidades de la República Dominicana prácticamente han abandonado su cumplimiento con su misión de desarrollar investigaciones científicas y de igual modo preservar o implementar programas educativos para mejorar el bajo índice académico que les afecta.
El problema no constituye un asunto aislado, sino que forma parte de la deficiencia y debilidades institucionales del país, cuyos centros de altos estudios no son sometidos a la fiscalización que dispone la Ley Orgánica del Ministerio de Educación Superior ( MESCyT ), porque pesa más la politiquería que tener un país mejor.
El asunto genera que muchos estudiantes egresen de las diferentes carreras que se imparten en la gran diversidad de las universidades nacionales con un nivel de formación que puede definirse de muy precario, muy pobre, que no pasan de ser analfabetos funcionales.
Sin embargo, la deficiencia importa tan poco en un país donde el Estado no tiene capacidad de regulación, ni de fiscalización y mucho menos de supervisión, que las universidades no pasan de ser una buena industria para producir dinero y nada más.
La gravedad de la cuestión llega tan lejos que incluso los propios docentes de las casas de altos estudios dejan mucho que desear porque no tienen la formación académica e intelectual requerida para proporcionar una buena educación superior.
Las universidades del país, naturalmente no todas, no pasan de ser un gran negocio manejado por familias muy concretas y específicas que tampoco cumplen con el mandato de la norma que la regula y delimita y define lo que son instituciones sin fines de lucro.
Pero la falta de control del sistema educativo nacional ha convertido a las universidades en centros para egresar a personas que luego no tienen espacio en el mercado laboral, en virtud de que no tienen la preparación que reclama la industria nacional.
Es una pena observar el sendero escogido por las universidades, el cual no tiene nada que ver con su misión de desarrollar las ciencias y las tecnologías, así como el nivel intelectual de la sociedad.
Naturalmente, no se trata de un fenómeno exclusivo de la educación superior, intermedia y primaria, sino de todo el andamiaje público, donde la capacidad importa poco, sino la politiquería y el amiguismo, ya que incluso hasta el otorgamiento de una licencia de operación en este sector está fundamentado en un criterio desviado de los estándares que deben prevalecer al respecto.
No hay ningún tipo de evaluación que pueda arrojar buenos resultados en la República Dominicana, porque más que un instrumento para lograr un verdadero desarrollo nacional, la educación superior ha pasado a ser un negocio vulgar de “vivos” y de personas que se dedican al tráfico de influencia.
El problema de la educación superior se suma a la imposibilidad que afronta la sociedad dominicana de promover reforma en instituciones y órganos del Estado que no hay forma de que den pie con bola, como el Ministerio Público y la Policía Nacional, por sólo citar algunos.
La población estudiantil dominicano es bastante grande, pero ello no ha servido para que el sector se menaje con criterios de excelencia académica para construir una mejor nación, cuyos estándares sean comparables con otros países del hemisferio y de otros continentes.
Lo peor del problema es que el país no cuenta con una agenda nacional para enfrentar la deficiencia e insertar la nación en los mejores estándares educativos de Latinoamérica, el Caribe y el mundo.
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Santiago es parte de un fenómeno general que impacta al país en el que las instituciones sin fines de lucro son un botín personal.
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1 mes agoon
noviembre 12, 2025Por Elba Rosa García
El fenómeno de la apropiación de las instituciones sin fines de lucro y muchas otras que juegan un papel social y político importante que se debaten entre una serie de intereses individuales de personajes de la sociedad dominicana que sólo se mueven para perjudicar a las grandes mayorías nacionales.
Es una preocupación que tiene su base de sustentación en una herencia histórico-cultural que se apoya en una serie de antivalores que promueven el individualismo como estilo de vida.
El escenario es ahora el Patronato Cibao contra el Cáncer, donde convergen algunos sectores que buscan utilizar esta institución para fines que no se corresponden con sus objetivos.
En los últimos días allí ha explotado un escándalo que habla de serios actos de corrupción que ahora se ventilan en los tribunales del Distrito Judicial de Santiago, cuya irregularidad también se observa en otras entidades de igual carácter como las cooperativas de ahorros y préstamos, las cuales también han tenido un notable éxito en el manejo de fondos de las comunidades.
La Corte de Apelación Civil de Santiago tiene en fase de fallo una demanda civil para buscar la nulidad de una asamblea que permitió escoger una nueva directiva en medio de serios escándalos de corrupción, que incluye una supuesta deuda de más de ochocientos millones de pesos.
Recientemente, tras la celebración de la referida asamblea, hubo que sacar a los que ostentaban la dirección del Patronato con la fuerza pública, drama que prevalece de forma genelizada en el país porque los que llegan a este tipo de organizaciones se llegan a creer dueño del patrimonio de la misma como si se tratara de una herencia familiar.
Este tipo de problema es un asunto que debe enfrentar la sociedad dominicana, porque el mismo se agrava en razón de que los propios tribunales se manejan con una actitud muy complaciente con los que incurren en semejante travesura.
La demanda civil que busca la nulidad de la asamblea general extraordinaria en la que se eligió una nueva directiva en el Patronato Cibao contra el Cáncer, quedó en fase de fallo en la Corte Civil y Comercial de Santiago tras los jueces reservarse la decisión.
La acción legal proviene del destituido presidente del Patronato Cibao contra el Cáncer, quien solicita que se deje sin efecto dicha asamblea, bajo el alegato de supuestas irregularidades en el proceso y violaciones al debido procedimiento. Los abogados del demandante también pidieron la designación de un administrador judicial, argumentando que la reunión estuvo “plagada de vicios”.
La decisión podría ser emitida en un plazo de 48 horas, cuyo acto de la demanda es el número 534, el cual fue depositado el 23 de octubre de 2025 ante la Cámara Civil y Comercial de la Corte de Apelación de Santiago, a requerimiento de Héctor Antonio Lora Cruceta y otras partes interesadas, representadas legalmente por los licenciados Jhon Starling Fulgencio Frías, Erick R. Germán Mena y María Antonia Vargas del bufete Veras & Veras, con sede en Santiago de los Caballeros.
La situación del Patronato Cibao Contra el Cáncer es propia de una gran cantidad de organizaciones sin fines de lucro, incluido los partidos políticos, entre muchas otras que quedan atrapadas en medio de grupos que las controlan y malversan sus fondos para fines que distorsionan la razón de su existencia.
El problema en esta materia es una plaga que prácticamente se come a la sociedad dominicana, sin que haya a la vista una solución, dado que el motivo de la misma tiene que ver con razones profundamente culturales que hoy día son parte de un problema integral de la sociedad dominicana.
