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Otra vez la falta de planificación estratégica saca sus garras en contra de la tranquilidad que debe prevalecer en la nación.

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El Gobierno de Luis Abinader y del Partido Revolucionario Moderno (PRM) ha sido una gestión que no ha dejado dudas de que es un fiel exponente de una de las tragedias que afectan históricamente a la República Dominicana, como son la incapacidad y la improvisación.

Es un problema ancestral que está asociada consustancialmente a la cultura dominicana, por lo que los problemas en esta materia están presentes cada día en la vida nacional, porque no existe ningún plan para solucionar muchos de los problemas que padece el país.

Son tantos los asuntos que se derivan de la improvisación, de la falta de un plan estratégico a corto, mediano y largo plazo, que por esta razón el país tiene años buscándoles solución a los problemas sólo de boca, de palabras, no con un trabajo calculado para que al cabo de algunos años el mismo no exista.

Entre los problemas que hoy se agigantan en el país por la falta de planificación estratégica están el del agua, cuyos expertos advierten que para el 2030 el país llorará lágrimas de sangre porque no tendrá el preciado líquido ni para tomar ni para bañarse, ya que todas las cuentas hidrográficas, como los ríos subterráneos y superficiales, lagos y cualquier otro recurso de este tipo están contaminados y nadie hace nada para contener el fenómeno.

Pero lo propio ocurre con la contaminación con efectos invernaderos fruto del uso de combustibles fósiles, el tránsito, la corrupción pública y privada, entre otros tantos, pero que citarlos resultaría muy larga la presente historia periodística.

En este mismo contexto está el caso de la frontera dominico-haitiana, donde se produce la más espantosa corrupción, que va desde el tráfico de personas, la prostitución, las drogas y el cáncer de los militares que reciben grandes beneficios de la ilegalidad que prevalece en la zona.

Todos estos problemas sólo son combatidos de boca, porque en realidad se trata de una mafia que tiene alcances hasta las más altas instancias del Estado, a todos los niveles, y en ese marco hay que ver el conflicto que ahora se produce con el rio Masacre, el cual ha sido represado por haitianos que dicen buscar irrigar tierras en esa parte de la isla.

La confrontación por este tema viene de hace muchos años, pese a que ha habido intentos de darle cualquier salida al asunto, como los acuerdos firmados en el 2021 entre los gobiernos dominicano y haitiano y cuya deficiencia en el manejo del problema parece ser parte de la cancillería que preside Roberto Álvarez.

El diferendo dominico-haitiano no parece que tendrá una solución a partir del manejo dado al mismo por parte del presidente Abinader, porque él pretende que las cosas tengan una salida en favor del país sin haber desarrollado un plan estratégico que arroje resultados diferentes.

Sobre este particular hay que decir que el Gobierno dominicano envía un mensaje equivocado, no sólo a los que están en esta parte de la isla, sino también a los haitianos, porque mientras los problemas, como por ejemplo de la corrupción, se manejen con una doble moral, no se puede esperar buenos resultados.

La cuestión es que no ha habido forma de detener la corrupción que se produce en la frontera, cuyos afectados son dominicanos y haitianos, ya que estos últimos tienen que pagar cantidades importantes de dinero hasta para el cruce de la misma y los que viven en el país tienen que soportar una inmigración que resulta insostenible para una nación pobre y lacerada también por el mismo flagelo.

Cualquiera preocupado por el conflicto entre dominicanos y haitianos tendría que preguntarse necesariamente si la Cancillería y el propio presidente no saben que hasta los consulados son una fuente de generación de grandes recursos de dinero a través de prácticas reprochables como la venta de visas.

El presidente Abinader no sabe que su amigo y enllave Margarito de León, Cónsul en Juana Méndez, aunque no es el único, se dedica a hacer fortunas a través de la venta de visas a 450 dólares, las cuales son estampadas sin ver al beneficiario, ya que generalmente éste está en la República Dominicana, pero para que el documento le llegue sin problemas hay una serie de individuos, principalmente haitianos, que son parte de la mafia y que son los que se encargan de que se ejecute la acción.

Este tipo de problema, que constituye una de las razones de las tensiones entre ambas naciones, entre otras de no menor gravedad, crea una serie de reacciones y recelos entre los nativos de Haití, que representan una de las causas para que haya un conflicto de nunca acabar.

Podría decirse que las visas otorgadas ilegalmente no molestan a los haitianos, porque logran su propósito de cruzar la frontera, pero al propio tiempo deja sin moral a los dominicanos que se dedican a hacer negocios con lo indebido, por lo que resulta prácticamente imposible resolver el diferendo sobre la base de los tratados que ha firmado el país con sus vecinos.

En esto el mundo sabe que hay un juego de doble moral de ambas partes y lo menos que se puede pedir es el cumplimiento de la ley y los acuerdos cuando ambas naciones hacen lo mismo, que no es otra cosa que violar la norma.

El conflicto haitiano ha colocado al Gobierno dominicano en un callejón sin salida, porque por un lado es difícil que pueda controlar lo que ocurre en el país vecino con el asunto del canal, pero además tiene una presión prácticamente inaguantable de los sectores económicos del país que exportan huevos, ajo, cebolla y otros productos a la vecina nación.

El riesgo que se corre Abinader y el PRM es que queden muy mal parados con el  cierre la frontera e impedir que salgan los productos dominicanos que se exportan hacia Haití y que también se le haga prácticamente imposible detener la construcción del canal por tratarse de un país sublevado y con un Estado colapsado, que sólo existe de derecho, pero no de hecho, lo cual dejaría a las autoridades dominicanas sin moral para hablar sobre el tema y en un callejón sin salida.

El cierre de la frontera terrestre, aérea y marítima provocaría pérdida en el país o disminución de ingresos por la suma de  alrededor de US$21 millones, un estimado de RD$1,204.6 millones al cambio de la moneda local por cada semana que se mantenga la medida, sin contar los ingresos por las exportaciones formales hacia el vecino país.

Según un informe del Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana, refleja que las exportaciones hacia Haití acumularon 673.3 millones en promedio, es decir, unos 84.1 millones mensuales, entre enero y agosto de este año.

Este ingreso durante el presente año 2023 representa una disminución de un 12% en el intercambio de bienes, con respecto al mismo período de 2022, que registró US$764.2 millones y tuvo un promedio de US$95.5 millones mensualmente.

Las ventas acumuladas del país a Haití durante los primeros ocho meses del corriente 2023, indica la participación del 8.2% del total de las exportaciones dominicanas, las cuales se reportaron en US$8,138 millones, lo cual establece que es el segundo mercado en importancia tanto en términos nominales como en cantidad de bienes.

La economía haitiana sólo está por debajo de la de Estados Unidos, la cual tiene mayor intercambio con el 53%, ya que entre enero y agosto de 2023 los productores locales exportaron a este mercado norteamericano US$4,306 millones para un crecimiento interanual de 1.1%, ya que en igual período de 2022 acumuló US$4,259 millones.

El país comercializa bienes con Haití a través de cuatros mercados binacionales formales: Jimaní, Elías Piña, Pedernales y Dajabón, pero éste es el que primero fue  cerrado por las autoridades dominicanas, cuyo panorama es de incertidumbre y los comerciantes han visto reducir sus ventas en lo que va de esta semana.

 La administración aduanal de Dajabón reportó US$281.5 millones en 2022, equivalente a un incremento de 18.9% y una diferencia absoluta de US$45 millones, con respecto al 2021, que registró US$236.5 millones, posicionándose como el tercer mercado en importancia dentro de estos cuatro, de acuerdo a ProDominicana.

La de Jimaní es la que tiene la mayor incidencia por su cercanía con Puerto Príncipe, pese a que el año pasado su intercambio estuvo por debajo al 2021, en un -37.3%, cuyo monto fue de US$1,246.4 millones en los últimos cuatro años.

Por su parte, Elías Piña reporta también US$1,015.8 millones, por lo que ocupa el segundo lugar, la cual constituyó la administración aduanera de mayor crecimiento el año pasado, pues su monto pasó de US$231.8 millones en 2021 a US$417.8 millones en 2022, lo que indica una diferencia de 80.2%.

En ese orden, el mercado de Pedernales movió alrededor de US$20 millones durante el año pasado, para un incremento interanual de un 33.3% y una diferencia absoluta de cinco millones de dólares, en contraste a lo reportado en 2021.

Todo este cuadro que se presenta con el cierre de toda la frontera tiene un impacto muy fuerte en la economía nacional, lo cual luce ser un resultado  de la improvisación y la carencia de un plan de política estratégica para haber logrado otros resultados, porque al presidente Abinader se le olvida que Haití es el segundo socio comercial de la República Dominicana, después de los Estados Unidos, y que si la economía no anda bien, daña de forma irreparable la política y es un elemento generador  de grandes conflictos sociales.

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La contienda electoral en los Estados Unidos fue una lucha entre intereses individuales e institucionales.

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El triunfo de Donald Trump representa un gran reto para la credibilidad de la democracia de los Estados Unidos, donde parece que ya no tiene vigencia su discurso de adecentamiento de la potencia ante otros países del mundo, dado que la corrupción ha erosionado este sistema político precisamente por las malas acciones de sus actores en el que muy poco importa la ética y la institucionalidad, cuyo mejor ejemplo es la elección presidencial de este 5 de noviembre.

Este martes millones de norteamericanos, incluidos una cantidad significativa de inmigrantes, principalmente latinos,  hablaron y prefirieron a quien ha sido condenado por la comisión de una serie de actos ilícitos, pero que nadie puede negar que le ha tumbado el pulso a las tradiciones y la fortaleza institucional de la nación más poderosa del mundo.

Algunos que se decantaron por Donald Trump y otros por Kamala Harris, dos opciones que crearon pasiones políticas en ocasiones desenfrenadas, pero que se impuso el que no siente ningún sonrojo de las acusaciones que pesan en su contra y que demostró que puede más en las urnas que el sistema y quien ahora tiene el doble rol de presidente de los Estados Unidos y al propio tiempo convicto criminal.

La contienda no se trató de una simple confrontación electoral cualquiera, porque por lo menos en el caso de Trump, éste ha cambiado la forma de hacer política en los Estados Unidos, cuyo tono es violento y sin medición de consecuencias, pero que ha logrado imponerse sobre la base de unos «valores» que socava la democracia de esta nación.

Tanto es así que la nación más poderosa del mundo ha descendido al nivel de los países del llamado tercer mundo, donde la actividad político-partidista y electoral raya en lo salvaje, pero sobre todo con una ansia de poder y la búsqueda de acumulación de fortunas que en cierta medida le da una explicación lógica a la distorsión.

Trump es un político que ha logrado imponer sus intereses personales por encima de los institucionales y cuyo comportamiento no es cuestionado por los votantes, ya que se ha observado que mientras más problemas legales tiene su popularidad aumenta.

Las preferencias por uno y otro estaban aparentemente muy cerradas, pero se produjo una ruptura con todos los vaticinios al respecto y Trump ha vencido abrumadoramente, lo que indica que su conducta es respetada y defendida por la mayoría de los estadunidenses.

Lo inexplicable del proceso es que, aunque Trump ha despotricado en contra de los latinos, cuyo último escándalo tiene que ver con considerar a Puerto Rico una isla basura e igual desconsideraciones ha lanzado contra mexicanos, dominicanos, entre otros, pero siempre hubo apoyo a su favor, ya que los resultados de los comicios así lo confirman, dado que dentro de estas mismas comunidades desconsideradas por este candidato radical, conservó un respaldo considerable.

El fenómeno Trump pocos politólogos y sociólogos pueden explicarlo en razón de que mientras más hiriente y violenta fue su campaña, mayor cantidad de seguidores se adhirieron a un candidato y ahora presidente carente de propuestas, cuyo ejemplo ya ha sido emulado en una serie de naciones latinoamericanas.

Al llegar la hora de la verdad el pueblo norteamericano prefirió el discurso y la conducta de Trump que la de cualquier otro candidato, incluida la principal perdedora Kamala Harris.

El triunfo de Trump deja un mensaje equivocado entre los que luchan por llevar la ética a la política, ya que su triunfo desmiente cualquier esfuerzo serio en este sentido, sobre todo para las corrientes en Latinoamérica que hoy hablan de adecentamiento nacional, porque los resultados de las elecciones dejan lo suficientemente clara la preferencia del pueblo de toda la unión americana, aunque siempre se dijo que en por lo menos política exterior ambos contendientes representaban lo mismo.

En esta materia la diferencia entre republicanos y demócratas es sólo el color de los partidos, porque si bien en política interna se observa un accionar que lo distingue uno de otro, pero, por ejemplo, en lo que respecta a la crisis del Medio Oriente ambos se manejan de igual manera, alineados con Israel a pesar de que en muchas naciones del mundo consideran el comportamiento judío como un verdadero genocidio.

Sin embargo, en cuanto a política interna ambos difieren en lo que a políticas migratorias se refiere, ya que nadie puede negar que en esta materia los demócratas tienen una visión mucho más tolerante y considerada con la inmigración que los republicanos.

Pero la diferencia que puedan existir entre unos y otros este martes cinco de noviembre se definieron en favor de quien tiene el peor comportamiento, lo cual también impidió por segunda ocasión que una mujer ocupe la presidencia de los Estados Unidos, no se sabe si para esa decisión pesó mucho optar por una inmigrante de  familia que proviene de naciones que no son vistas con buenos ojos por el estadounidense tradicional y el cual regularmente está impactado por un problema racial que tiene su historia en esa nación.

La cuestión es que triunfó la apuesta antiinmigrante, ultraconservadora y, sin lugar a dudas, menos democrática.

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El Gobierno de Luis Abinader no deja de incurrir en errores que sirven de espejo para medir su incapacidad para manejar el Estado.

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Todos los días el Gobierno de Luis Abinader da muestra de que no está en capacidad del manejo del Estado, cuyos errores son totalmente infantiles y propios de personas que no tienen la menor idea de su metida de patas.

Las torpezas del Gobierno legitiman las críticas de una oposición desacreditada por sus acciones al margen de la ética y de la moral, la cual está conformada, principalmente, por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la Fuerza del Pueblo de Leonel Fernández.

La última metida de patas del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y de su líder Abinader ha sido anunciar una nueva Constitución de la República, pero al propio tiempo toma medidas que lesionan derechos fundamentales contenidos en la carta magna y los tratados y convenciones internacionales.

De esa manera, el presidente Abinader y el PRM les otorgan toda la legitimidad del mundo a aquellos que han tenido el control del Estado y han hecho lo mismo, porque cómo se explica que no entiendan que lo dispuesto por el Ministerio de Administración Pública (MAP) que obliga a los empleados del Estado a presentar sus contratos de agua y de energía eléctrica lesiona  el derecho a la intimidad de las personas.

El asunto tiene mayor gravedad, no sólo porque revela la ignorancia y la doble moral de los perremeístas y su Gobierno, sino también porque si las autoridades se respetaran ni mencionaran los servicios de agua y de energía eléctrica, dado lo deficiente de los mismos.

Hay una famosa expresión que dice que se debe saber nadar y guardar bien la ropa, lo cual no parece que sea aplicable en lo respecta a los funcionarios del gobierno, cuya torpeza no les permite comportarse con prudencia y sensatez.

Es decir, que en el preciso momento en que se habla de que el país tiene una ley sustantiva que es más acorde con el estado de derecho, los perremeistas someten a los empleados públicos a una medida inconstitucional y que va en contra de los derechos consignados en el bloque de constitucionalidad del país, lo cual pone en peligro un derecho tan sagrado como el de la intimidad, el honor personal, que está en primer orden en los derechos interamericanos e internacionales.

La medida en cuestión violenta el artículo 44 de la ley de leyes, lo que representa un contrasentido que amenaza de todos los derechos de los ciudadanos y ciudadanas del país.

Todo el mundo sabe que “las prestadoras de servicios públicos tienen los mecanismos para que los usuarios cumplan con sus obligaciones, sin que ello implique que esas informaciones privadas lleguen a ser de dominio de otras instancias más que de ellas.

Sin embargo, en el presente caso se debe destacar que en lo respecta al agua potable el Gobierno tampoco cumple con la sentencia del Tribunal Constitucional que prohíbe que por un asunto de derechos humanos  se produzcan cortes del servicio por falta de pago.

En esa línea de violaciones el gobierno de Luis Abinader procede al corte del agua potable en desacato de lo decidido por el TC a través de los órganos que manejan el preciado líquido como la Corporación de Acuerdo de Alcantarillado de Santiago (CORASAN), entre otras.

La realidad es que el Gobierno, tal y como lo dice la oposición, no cumple con ofrecer un mejor servicio  que satisfagan las necesidades del interés colectivo y respondan a los principios de universalidad, accesibilidad, eficiencia, transparencia, responsabilidad, continuidad, calidad, razonabilidad y equidad tarifaria establecidos en la Constitución.

Como que no luce racional que las autoridades tengan un doble discurso, primero de fortalecimiento de la Constitución y segundo de violación de los derechos fundamentales como la dignidad humana, la privacidad de las familias y tire por el suelo el derecho al  honor, al buen nombre e imagen.

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Endeudamiento externo tiene que llevar al país a verse en espejo de naciones como Grecia, Argentina y Puerto Rico.

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Por Elba García

La  economía dominicana ha sido impactada por un proceso de conversión de exportadora a importadora, cuyos únicos renglones con mucha fortaleza, tal vez su tabla de salvación, son el turismo y las remesas, producto de la emigración de dominicanos hacia países  mediana y altamente desarrollados.

El manejo de la economía en el país no ha estado al margen de lo que representa una cultura de falta de planificación que proviene  desde los tiempos de la colonia, cuyo nivel de endeudamiento  supera las líneas de peligro para cualquier nación.

Un buen ejemplo del manejo dislocado de una economía es Argentina, la cual entró a niveles de devaluación e impago que llevó a que ambos términos se convirtieran en sinónimos, tanto fue así que una cosa no se concebía sin la otra y viceversa.

En los comienzos del año 2000 la economía argentina se convirtió en un verdadero drama, cuyas supuestas soluciones siempre han sido un salto al vacío, lo que ha implicado que los recursos de los bancos estén expuestos al sector público y la opción buscada era imprimir dinero inorgánico a través de su Banco Central, lo cual convirtió en ingobernable el régimen de convertibilidad en vigor en ese momento.

Pero hasta el momento la economía de este país ha sido una bomba de tiempo que no ha habido magos políticos que encuentren la fórmula de su saneamiento, cuyo sendero también llevan otras naciones del mundo, incluida la República Dominicana.

El otro caso donde el caos de la economía tenia a esa nación  al borde del colapso total fue Grecia, en razón de que la troika liderada por las autoridades del continente europeo declaró un impago que  era prácticamente imposible para que un  país de la zona escogiera esa vía  y si bien se buscó resolver el asunto con una serie de recortes, pero esa medida no bastaba para darle una salida a la deuda de este país.

Entonces, la crisis de estos dos países Argentina y Grecia ha dejado las lecciones de que  la deuda y el dinero no son lo mismo, pero que si se deja que el problema se agrave se corre el riesgo de ser impactado por una recesión, la cual trae consigo la disminución de la demanda de crédito privado, debilitamiento de los balances de los bancos y un gobierno que se financia cada vez más con la utilización de éstos porque están bajo su control, lo cual convierte el futuro de la deuda y del sistema bancario en prácticamente uno solo.

Esta situación está apoyada por una evidencia empírica, ya que desafortunadamente este problema compartido, desde luego, no soluciona nada,  más bien lo que hace es amplificar y expandir  muchas veces el asunto, dado que   los bancos y la deuda están más entrelazados y puede advertirse que  lo mismo ocurre con el futuro de la moneda, lo cual genera el espectro de la inestabilidad monetaria con su amenaza endémica para el sustento -con frecuencia, de los más vulnerables, cuya lección es no retrasar, sino  reestructurar de manera más oportuna antes de que el agujero se vuelva demasiado profundo.

En este mismo contexto está  Puerto Rico, pero en el Caribe y con el soporte de alguna manera de los Estados Unidos, lo cual le permite abrir nuevos caminos, pero sin estar exentos de grandes problemas y con desventajas frente a las posibilidades de los que cuentan con una moneda propia, ya que está totalmente dolarizado y pertenece al Segundo Distrito del Sistema de la Reserva Federal, cuyos bancos están protegidos por un seguro de depósitos de E.U., pero donde por igual sus autoridades han declarado que no se pueden pagar todas las deudas de la isla en razón de que las mismas absorben todos los ingresos públicos.

El endeudamiento del Gobierno de Luis Abinader comienza a dejar profundas preocupaciones en esta materia en los diferentes sectores que conforman la vida nacional, sobre todo en los principales de la economía nacional, porque la agresividad mostrada en este aspecto conduce a la nación a un cuadro parecido a lo que ocurre en  las tres naciones citadas en este trabajo periodístico..

Luis Abinader en el 2023  rompió récord de endeudamiento público durante  un año al tomar prestado US$9,249 millones dólares, unos RD$527 mil 193 millones, según evaluaciones de los partidos de la oposición.

Este monto de US$2,649 millones corresponden a préstamos con organismos crediticios internacionales y US$6,600 millones a la colocación de bonos soberanos.

Algunos sectores indican que las futuras generaciones tendrán que pagar los gastos corrientes de la presente administración, cuya deuda ya alcanza niveles de mucha  preocupación.

«En la Cámara de Diputados se aprobaron préstamos por US$2, 649 millones, aparte de esto se ejecutó para este presupuesto la colocación de bonos por RD$ 363 mil millones, que son el equivalente a US$6,600 millones».

En el orden de los endeudamientos las  AFP dicen que la gestión Abinader les ha  tomado préstamos RD$3.1 billones, cuyo endeudamiento público no sólo alcanza lo nacional, sino también lo externo.

El cuadro de la deuda compromete las futuras generaciones, ya que pagarán  todos los compromisos internacionales que irracionalmente asume el país, sin que ese dinero represente la construcción de obras que impacten a los niños que nacen en la actualidad.

Sin embargo, los críticos de la oposición cuando tienen la oportunidad de volver a controlar el Estado repiten el mismo comportamiento en lo referente al endeudamiento público, sobre todo con el propósito de sostener la corrupción administrativa.

La deuda del sector público no financiero representa el 46.3% del PIB al 31 de agosto del 2024, pero  el saldo de la deuda externa e interna del sector público no financiero (SPNF) totalizó US$57,596.0 millones, representando el 46.3% del Producto Interno Bruto (PIB) estimado.

La deuda pública en República Dominicana en 2023 fue de 67.581 millones de euros73.094 millones de dólares, creció 3.239 millones desde 2022 cuando fue de 64.342 millones de euros 67.808 millones de dólares,.

Consultores en política fiscal y tributaria plantean que la deuda pública se ha multiplicado por 17 en los últimos 23 años, producto de la gran cantidad de préstamos, lo que ha llevado a que cada dominicano tenga que pagar per cápita seis mil novecientos noventa y tres dólares.

En una conferencia con el título de  “Impacto de la Deuda Pública en la Formulación de la Política Presupuestaria”, en el marco de la conmemoración del Primer Congreso de Economía Dominicana organizado por la Escuela de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), se afirmó que todos los años se debe tener la responsabilidad de definir y establecer cómo se van a asignar los recursos del Estado que se manejan a través del presupuesto nacional

La medición del crecimiento económico en el país en los últimos 23 años ha tenido muy poco impacto distributivo en la riqueza de los ingresos, pese a que todo el mundo destaca lo ocurrido en esta materia.

Otro elemento importante es que  el crecimiento económico tiene muy poco impacto en las recaudaciones fiscales del Gobierno y que en los últimos veintitrés años el país ha tenido una presión tributaria de un trece por ciento fija.

De modo, que  el crecimiento económico que tiene la República Dominicana no se refleja en mayores recaudaciones tributarias del Gobierno para fortalecer el  producto interno bruto,  lo que ha provocado recurrentes déficit fiscales que han obligado a endeudarnos  para poder  hacer  frente a una proporción importante de las obligaciones

La deuda entre el 2000 y 2023 se ha multiplicado por 17 diecisiete en el país, como resultado de  un  crecimiento de ésta que advierte serios peligros para el país, ya que  la política fiscal  del  Gobierno afecta el ciclo  económico que lesiona la distribución de la riqueza y la cohesión social.

Desde marzo del presente año  la deuda de la República Dominicana es de setenta y cuatro  mil millones de dólares, cuyo crecimiento  desde el 2020 ha sido realmente exponencial, la cual  con relación al PIB ya resulta preocupante con implicaciones de sobreendeudamiento por el Covid 19.

La deuda per cápita pasó en el país  de 522 dólares en el año 2000 a seis mil novecientos  noventa y tres dólares por cada dominicano en 2023, cuyo  crecimiento acelerado se ha traducido en una retranca para el Estado.

Las naciones que suelen pedir dinero prestado cuando lo recaudado a través de los impuestos no es suficiente para el financiamiento de proyectos o gastos del Estado terminan en un callejón sin salida con consecuentes crisis sociales y políticas.

Guatemala es el país de Centroamérica que menos ha recurrido a esta práctica, cuya deuda pública es la más baja de la región con 22.593 millones de dólares, lo que equivale a un aproximado del 30 % del Producto Interno Bruto (PIB), según cálculos del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI).

Mientras que los países con la mayor deuda pública son El Salvador, con el 76 % de su PIB comprometido y Costa Rica con el 63 %, los cuales regularmente sirven de punto de referencia para las comparaciones que se hacen, por ejemplo, en la República Dominicana

La deuda de El Salvador ha sido considerada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), en su evaluación del Artículo IV 2023, como “elevada y se encuentra en una senda insostenible”, por lo que recomendó, en febrero de este año, “el desarrollo de un plan fiscal y de financiamiento completo y ambicioso, destinado a reconducirla a una senda sostenible y a facilitar el acceso al mercado internacional de capitales».

Por su parte, Costa Rica sostiene que “la orientación general de las políticas debe seguir centrada en hacer que la inflación regrese a la meta y que la deuda pública se mantenga en una firme trayectoria descendente”.

Las entidades financieras  para medir si un nivel de deuda es correcto o excesivo es mediante la  comparación de  lo que se debe con el PIB de cada país, es decir,  el monto de la misma  con el valor de los bienes y servicios finales que produce.

Un ejemplo válido en este caso es  si un país debe 80 millones de dólares y su PIB es de 100 millones, de lo producido, ya debe la mayor parte y su capacidad de riqueza queda reducida.

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