En algún momento se escuchó decir a uno de los políticos más folklórico de la nación, el expresidente Hipólito Mejía, de que todo el dominicano es ladrón.
Esta expresión en ese momento se vio como una chanza, pero todo parece indicar que la misma no está lejos de la realidad.
Naturalmente, que esa condición se expresa en circunstancias generalmente muy diferentes, porque hay ladrones a mano armada, de cuello blanco y los que tienen un perfil diferente por estar sumergidos en la peor de la miseria.
Pero todas, al final de cuentas, representan formas muy variadas del dominicano comportarse frente a lo que no es suyo.
Esa cultura, porque de eso se trata, se expresa de mil maneras, entre las que se podrían mencionar cuando alguien llega a su negocio o vivienda para ponerse de acuerdo para un trabajo del tipo que sea, quien regularmente pide el 50 por ciento en avance, lo cual termina muchas veces en un verdadero drama.
Este de engaño ha tomado mucho cuerpo en el país, a tal grado que los tribunales están repletos de demandas por trabajo hecho y no pagado, penalizado a través de la Ley especial 3143.
Pero precisamente por ser tan común el delito los tribunales lo manejan con mucha tolerancia y las victimas generalmente se cansan y el asunto no pasa de ahí.
Sin embargo, la cuestión es peor cuando un dominicano es designado en un puesto público, cuya principal presión para que se apropie de lo que no es suyo proviene de su familia, que le advierten que no toleraría que salga pobre de la función estatal que ocupa.
Otra forma de robar es también cuando un mecánico le chequea su vehículo y atribuye el problema a una razón inexistente, pero cuyo propósito es cobrar por una pieza que nunca va a comprar ni a colocar.
Es muy diversa la forma de apropiarse de lo ajeno, pero quizás la más inhumana y cruel es cuando alguien que no cree en el robo con violencia se presenta al lugar donde ha ocurrido un accidente automovilístico para sustraer las prendas de vestir de las víctimas, porque se trata desde cualquier perspectiva que se analice de una persona con una profunda vocación sanguinaria cuando tiene que lograr su propósito en medio de la sangre y el pedido de auxilio de las víctimas.
Es un cuadro que debe merecer un buen trabajo de investigación de los profesionales que estudian la conducta humana para tal vez llegar a una conclusión lógica del fenómeno.