NUEVA YORK— El temple imperturbable de Miguel Cabrera se pudo palpar desde que aterrizó en las mayores, en ese memorable turno contra Roger Clemens en el quinto juego de la Serie Mundial de 2003.
Clemens quiso intimidar a Cabrera con una recta casi a la altura de la barbilla del entonces prodigio venezolano de 20 años. Bateando desde el lado derecho del plato, Cabrera ni se inmutó, estiró la cuenta y descargó un jonrón por la banda contrario en el viejo estadio de los Marlins.
Todavía se recuerda el comportamiento de Cabrera tras ese momento, tan relajado en medio de la efervescencia que se vive en el momento cumbre de la temporada.
Los periodistas trataban de extraerle de la lengua una cita picante sobre el batazo contra Clemens, pero a lo sumo Cabrera explicó que sólo había aprovechado un buen lanzamiento para hacer contacto. Palabras más, palabras, había sido un hit como cualquier otro.
Casi una década después, la noche del miércoles en el Kauffman Stadium de Kansas City, Cabrera logró un hito como pocos en el béisbol de Grandes Ligas: el 15to bateador que logra completar la triple corona, como líder en promedio (.330), jonrones (44) y carreras empujadas (139).
Su nombre aparece ahora al lado de leyendas como Mickey Mantle, Ted Williams y Lou Gehrig.
Pero más llamativo son los nombres que no aparecen en la lista, como Babe Ruth, Roberto Clemente o Stan Musial. Ninguno de ellos pudo conseguir una proeza con ribetes míticos.
Nadie había alcanzado a liderar las tres estadísticas ofensivas desde que Carl Yastrzemski de los Medias Rojas de Boston en 1967.
Tras el juego, Cabrera habló con los periodistas con el tono de voz apacible que le caracteriza, constantemente recordando que lo más importante había sido que sus Tigres de Detroit habían completado la temporada regular con el pase en mano para disputar los playoffs.
Llevaba las manos dentro de una sudadera. Pero, esta vez, no podía contener la emoción ante las circunstancias del momento al soltar un «wow».
«Todo el mundo me dice que es algo increíble», señaló. «Todo están felices de haber sido testigos de esto, de haberlo disfrutado conmigo, de haber sido parte. Y yo me siento mejor porque ganamos».
Era lo que siempre se esperó de Cabrera desde aquel 20 de junio de 2003, cuando en su debut bateó un jonrón.
La triple corona era vista como algo casi imposible, una reliquia del pasado.
Más frecuentes habían sido los juegos perfectos y los triple play sin asistencia, 23 y 13, respectivamente, en la historia de las mayores.
«Para mí, ganar el título de bateo contra Tony Oliva, con quien me tocó jugar en la última serie del año, fue la parte más difícil», dijo Frank Robinson, quien logró la triple corona en 1966. «Para Miguel, estoy seguro que fue más complicado, al considerar que el béisbol de hoy en día tiene tanto relevistas especializados».
Cabrera venía tocándole la puerta a la triple corona en años recientes, puesto que el fue campeón de jonrones en 2008, de empujadas en 2010 y el de bateo el año pasado.
También corresponde recordar varios factores contra los que tuvo que remar.
No se irritó cuando los Tigres le pidieron pasar de la primera base a la tercera, cuando el equipo contrató a Prince Fielder tras la lesión de Víctor Martínez.
Cuando le toca batear en casa lo hace en el Comerica Park, un estadio cuyas enormes dimensiones (422 por todo el medio del jardín central y 402 por el izquierda) devoran batazos.
Su consistencia a lo largo de la temporada fue notable. Sólo en el primer mes no pudo batear por encima de .300, arrasando en julio (.344) y agosto (.357). En todos los meses acumuló por lo menos 20 impulsadas, con 30 en el tramo final de septiembre y octubre.
«Es el mejor bateador del momento en las mayores», dijo Mike Trout, el novato sensación de los Angelinos de Los Angeles y con quien pugna por el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana.
Llegar a este nivel superlativo tampoco fue fácil para Cabrera, quien tuvo que lidiar con problemas de exceso de peso y consumo de alcohol.
En un incidente ocurrido hace dos años, Cabrera se vio involucrado en una pelea con su esposa, que llamó al servicio de emergencias. Fue llevado a un cuartel de policía, a donde el gerente de los Tigres Dave Dombrowski debió ir a buscarle. La policía informó que la prueba de alcoholemia mostró un elevado índice de 0.26 en su sangre.
Cuando se dirigía a los entrenamientos el año pasado en Florida, Cabrera fue detenido por la policía bajo sospecha de conducir en estado de ebriedad y encaró a los agentes desafiándoles a que le dispararan, según la versión de las autoridades.
Cabrera entró en un programa de rehabilitación y se ha mantenido sobrio desde entonces, declinando beber champaña tras la conquista del banderín de la división Central. El retirado pelotero Raúl González le acompaña en todo momento.
Acaba de ser postulado para recibir el premio Roberto Clemente, que se otorga a los peloteros con conducta ideal dentro y fuera del terreno.
«Miguel se ha esforzado y cuenta con mucho gente que le apoya, sigue madurando y hay que sacarse el sombrero», dijo Dombrowski. «Deberá hacerlo así por el resto de su vida».
(AP)