En el país se ha repetido una y mil veces que los blancos no saben gobernar, refiriéndose naturalmente al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el cual ha parido otras organizaciones del mismo carácter como una expresión fiel de la división que caracteriza por razones culturales a la sociedad dominicana.
Esta percepción de la gente se confirma cada vez que la referida organización ha llegado al poder, cuyos mejores ejemplos al respecto son los gobiernos de Salvador Jorge Blanco, Hipólito Mejía y ahora de Luis Abinader, el cual corresponde al Partido Revolucionario Moderno (PRM), pero que tiene el mismo ADN del PRD, hoy prácticamente desaparecido del escenario nacional.
Luis Abinader llega al control del Estado con un discurso que la gente se lo compró, el cual consistió en el llamado cambio, pero nadie se imaginó, ni siquiera quienes le apoyaron, que su incapacidad es tan grande que no hay forma de que interprete correctamente la misión que le ha otorgado el pueblo dominicano.
Su mala gestión se observa desde la improvisación que la caracteriza hasta la escogencia de quienes le acompañan en la administración del Estado, cuyos funcionarios no tienen la menor idea de nada, aunque todos se creen con condiciones para convertirse en presidente de la República, cualquierizando la alta investidura que debe tener un jefe de Estado.
A tres años para que el PRM termine sus primeros ocho años en el Gobierno, todo parece indicar que se repite la historia de incapacidad de las administraciones perredeístas, aunque la diferencia con los demás partidos del sistema es que los otros han sabido simular y nadar mejor y guardar la ropa, los cuales también tienen su cuota de responsabilidad con el fracaso de la democracia representativa que prevalece en el país.
Los perredemeístas han sido fiel en distorsionar todas sus promesas de tiempo de campaña, ya que no son pocos los diputados y senadores responsabilizados con el bajo mundo y con una conducta anti democrática, tanto es así que el Congreso Nacional ha pretendido quitarle legitimidad al Tribunal Constitucional cuando ha tenido legal y legítimamente el papel de legislador positivo o negativo en función del mandato de su ley orgánica, la 137-11.
El nivel de ignorancia de los diputados y senadores, principalmente de los perremeistas, encabezados por el presidente de la cámara baja, Alfredo Pacheco, que han querido actuar con la supuesta autoridad para interpretar la Constitución, lo cual es correcto en su labor legislativa, pero que la misma no es definitiva ni vinculante, dado que esta es una facultad del TC.
Igual proceder se observa en el Ejecutivo y el Judicial, ya que ambos andan mangas por hombro, con desacertadas decisiones que socavan la poca credibilidad que le quedaba al sistema democrático en el país.
Entonces, frente al descalabro total de la democracia dominicana por el comportamiento de los partidos políticos, no queda otra que procurar articular propuestas nuevas que puedan ayudar a recobrar o instaurar una que sea creíble y eficiente, la cual no parece que ya dependa de los actores tradicionales del sistema.
Sin embargo, independientemente de que se articule una propuesta que genere la confianza del votante dominicano, lo cierto es que el fracaso del PRM y Luis Abinader abre paso a otras opciones electorales que no representan nada diferente, sino de una oposición que forma parte de ese partido único que ha tenido el control del Estado desde hace décadas que han perpetuado las debilidades institucionales y fenómenos como la corrupción generalizada y la impunidad.