Opinión
Sin Ánimo de Criticar a Nadie
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13 años agoon
Me parece muy bien que el excelentísimo señor presidente de la república, doctor Leonel Fernández y Reyna, haya tomado la iniciativa de pensionar a 57 personas del mundo del arte y de la cultura nacional, la misma ha sido una gran decisión del primer mandatario de la nación, pero más inteligente hubiese sido si en vez de pensionar a personas que nunca han aportado un solo centavo a la caja de pensiones, con esa misma diligencia con que lo hizo, debió haber pensionado a los trabajadores cañeros, que claman por sus derechos, algunos de ellos con más de 49 años al servicio de la industria azucarera, el cual se hace más que suficiente para ser merecedores.
Leonel Fernández, actúa con mucha ligereza cuando se trata de hacerse el gracioso en busca de adeptos y alabadores de su política errada, sin embargo no actúa con justeza a la hora de que se deben tomar muy en cuenta a los sectores más necesitados de la sociedad nacional, pues los trabajadores cañeros ya están aniquilados por la edad y enfermos por el trabajo pesado que realizaron durante décadas de labores, hoy al parecer no tienen o mejor decir se le niegan los derechos de continuar con una vida digna.
No quiero ser la respondona de la nación ni la persona que todo lo critica, pero me rompe el alma cuando veo que estas gente que han dejado lo más importante de sus vidas como los son la juventud, la salud y muchos de ellos hasta su patria para servirle en cierto sentido al gobierno dominicano, aunque muchos de los ingenios azucareros pertenezcan al sector privado, pero sus cotizaciones se han hecho atreves de la caja de pensiones del Estado Dominicano y eso es lo que vale.
Gran parte de los trabajadores cañeros son de nacionalidad o descendencia haitiana, ya que son pocos los dominicanos que se dedican a esas labores dado el caso de lo difícil que es y además con pocas remuneraciones económicas, eso no lo podrá regatear ningún ser humano por más ciego que éste sea.
La muerte a destiempo de la gran luchadora Doña Sonia Pierre, dejó un gran vacío entre la clase trabajadora de descendencia haitiana, pues ella fue una gran mujer que supo defender los intereses de su gente, inclusive a nivel internacional porque sabía que estos eran explotados en un país que dicen llamarte consiste en un Estado de Derecho, cuando en realidad lo que hacen es violarle los derechos inescrupulosamente a los trabajadores cañeros en todo el país.
Sé que Leonel Fernández y Reyna, aún se encuentra cimentado su plataforma política del futuro, ¿pero porqué abusar de la clase más marginada del país?
Entiendo que para mucha gente, aquellas que gracias a Dios y a la suerte se han encumbrados en la Alta Sociedad, la clase pobre no vale nada y le da igual si mal viven o se mueren porque en definitiva “tú no perteneces a nuestro nivel”.
Es por ello y como buena cristiana que soy, espero en Dios y el día que tenga que pensionarse al igual a toso sus funcionarios, estas les sean negadas o mejor dicho los pongan en la misma situación que como ellos han puestos a los trabajadores cañeros y a otros que también han laborados toda una vida, pero que por razones quizás ideológicas o quien sabe porqué están condenados a morir en la indigencia.
Sabemos de la existencia de una gran crisis económica internacional, aunque según los que dirigen los asuntos financieros dominicanos, mientras las grandes potencias tienen problemas de liquidez, República Dominicana se encuentra en la bonanza.
Europa pasa actualmente por situaciones difíciles lo que ha motivado que muchos dominicanos retornen al país, quienes también no han sido ajenos a los abusos de algunos Estados, pues estos regresan con las manos vacías, luego de perder sus puestos de trabajos para ganarse el sustento familiar, pero tampoco han recibido alguna ayuda de los gobiernos y mucho menos sus prestaciones laborales para con ellas allí comenzar a erigir una nueva vida en su tierra natal.
En España por ejemplo se están obligando a los extranjeros que se quedan sin trabajos laborales a que retornen a sus respectivos países de origen porque entienden que estos se convierten sólo en una carga para la seguridad social nacional, olvidando con ello a que una gran mayoría llevan toda una vida aportando sus esfuerzos y conocimientos al bienestar y al desarrollo nacional, hoy solo se encuentran parados en un limbo económico.
Esperamos que con la entrada del nuevo gobierno de Danilo Medina, este desarrolle algún programa de incentivo económico o laboral para todo aquel que con motivo de la precariedad internacional haya tenido que regresar a la República Dominicana y así puedan continuar con una vida digna como lo merecen todos los seres humanos.
Se está acercando la hora de la salida de Leonel Fernández y Reyna del poder, pero sabemos que Danilo Medina, va hacer lo que nunca se hizo y a corregir lo que está mal porque fueron sus promesas. Va a resolver el problema de los trabajadores cañeros y a clarificar el asunto de la inmigración haitiana y así no habrá ninguna necesidad en la República Dominicana de que resurja una segunda Sonia Pierre para la defender los derechos humanos de su gente, porque él va a continuar lo que está bien hecho para que nadie tenga que criticarle ni encararle asuntos prioritarios que deben ser tomado en cuenta en cualquieras de los gobiernos, sin importar cual partido político se encuentre el poder.
Por Isaías Ramos
En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?
La comparación es contundente: alrededor de RD$19 mil millones para cumplir la indexación —lo mínimo para que la inflación no se coma el salario por la vía del impuesto— frente a más de RD$500 mil millones en gasto tributario y subsidios no focalizados. Esa diferencia no es técnica; es moral. Es un impuesto silencioso al trabajo para sostener privilegios que casi nunca rinden cuentas.
No hablamos de milagros, sino de coherencia constitucional.
Primero derechos; después privilegios.
La indexación es justicia básica; que el salario cubra la canasta es dignidad mínima. Cuando eso no ocurre, todo lo demás se convierte en una transferencia regresiva: recursos públicos arriba y salarios de subsistencia abajo.
Lo vemos en historias como la de Marta, cajera en una tienda que abre seis días a la semana. Gana el salario mínimo del tramo superior y aun así no le alcanza para transporte, alimentos y educación básica de sus hijos. Todos conocemos una Marta. Su caso no es la excepción; es el reflejo de un modelo.
Reconocemos, sin ambigüedades, que ciertos sectores han traído inversión y empleo. Pero en un Estado Social y Democrático de Derecho, la prioridad no se discute: derechos primero, incentivos después. Si un sector recibe exenciones millonarias durante décadas, la contrapartida mínima es un salario mediano por encima de la canasta y una reducción verificable de la informalidad. Y si los beneficios se justifican por su aporte, ese aporte debe comprobarse con datos públicos.
Las preguntas son simples, y las respuestas deberían serlo también:
- ¿Cuál es su salario mediano y qué parte de la canasta cubre?
- ¿Cuál es su aporte fiscal neto, descontadas exenciones y transferencias?
- ¿Qué metas salariales y de formalización han cumplido —auditadas y con plazos—?
Si esas respuestas no existen, la falla no está en quien critica, sino en un modelo que evita mirarse al espejo.
Cuando miramos la región, el panorama se vuelve más claro y más crudo. Llevamos décadas creciendo alrededor de 5 % anual, más del doble del promedio latinoamericano. Sin embargo, datos del Banco Mundial muestran que menos de 2 % de los dominicanos ascendió de grupo de ingreso en una década, frente a un 41 % regional. Es una de las movilidades más bajas de América Latina: un motor económico de alta potencia montado sobre una carrocería social demasiado frágil.
A eso se suma un mercado laboral con alrededor de 55 % de informalidad, superando un promedio regional que ya bordea la mitad. Millones de personas trabajan sin contrato, sin protección y sin capacidad de negociación. Mientras tanto, el salario mínimo formal del sector privado no sectorizado —según el tamaño de la empresa— oscila hoy entre unos RD$16,000 en las microempresas y cerca de RD$28,000 en las grandes, y ni siquiera en su tramo superior alcanza el costo de la canasta familiar nacional, que ronda los RD$47,500, ni la canasta del quintil 1, situada en torno a RD$28,400. La mayoría de los trabajadores informales ni siquiera se acerca a esos montos.
Ahí está el nudo del modelo: un PIB que corre por delante del promedio regional, con salarios más bajos, más informalidad y menor movilidad que casi todos. Ahí es donde la retórica del “milagro” deja de coincidir con lo que millones viven cada día: jornadas largas, ingresos insuficientes y un crecimiento que no se traduce en dignidad.
Y, mientras tanto, la indexación —que solo evita que el impuesto castigue el salario— se presenta como inalcanzable. No lo es. Lo inalcanzable es pretender estabilidad congelando la protección del trabajador mientras se blindan privilegios que nadie revisa con lupa desde hace décadas. Eso no es estabilidad; es un subsidio a la precariedad.
La discusión no es “si hay dinero”, sino de dónde es justo que salga.
¿De quienes ya no pueden más, o de exenciones que llevan medio siglo sin evaluación seria?
¿De la nómina de la clase trabajadora, o de regímenes especiales convertidos en vacas sagradas?
En el Frente Cívico y Social entendemos que la guía es simple y está escrita en la Constitución. El artículo 62 establece, entre otras cosas, que es finalidad esencial del Estado fomentar el empleo digno y remunerado y, en su numeral 9, consagra el derecho a un salario justo y suficiente para vivir con dignidad. No es poesía; es mandato. Si el salario mediano de un sector no cubre la canasta, ese sector no cumple con la dignidad mínima. Y si además recibe exenciones, la obligación de rendir cuentas es aún mayor.
Y porque no hay dignidad sin desarrollo, no olvidemos lo esencial: salario digno es demanda interna, productividad futura y estabilidad social. Con sueldos de miseria no se construye un mercado interno robusto, no se fortalece el capital humano, no hay escalera de movilidad. Lo que se “ahorra” hoy en salarios bajos se paga mañana en menor crecimiento y mayor conflictividad.
En una frase: un país que se respeta no pone el privilegio por encima del salario, ni el incentivo por encima de la dignidad. Cuando la política honra esa jerarquía, la estadística deja de ser consuelo y se convierte en vida vivible.
Despierta RD.
Las escaseces de divisas, alimentos, medicamentos, salarios y servicios públicos, como la electricidad, etc., predominan y se agravan en Cuba, donde no ha estallado una poblada contra el orden socio-político instaurado principalmente por la comprensión ciudadana del inhumano bloqueo económico-financiero y comercial de Estados Unidos y su inspiración en el líder histórico de su Revolución, Fidel Alejandro Castro Ruz. Ese prodigio comprueba el poder de la ideología y la herencia de los sistemas de valores como pilares para mantener el control del Estado.Opinión
La Corte Penal Internacional y los tribunales penales internacionales (2 de 2)
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2 días agoon
diciembre 5, 2025Por Rommel Santos Diaz
La naturaleza sui generis de los tribunales Ad-Hoc los constituye al mismo tiempo como jurisdicciones que tienen un carácter limitado tanto ratione temporis como ratione loci.El Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia solo tiene competencia para juzgar los crímenes cometidos a partir del 1 de enero de 1991 en el territorio de la Ex República Federal Socialista de Yugoslavia mientras que el Tribunal Penal Internacional para Ruanda tiene una competencia temporal aún más restringida dado que sólo puede juzgar los crímenes cometidos durante el año 1994 en el territorio de Ruanda.
Por su parte, la Corte Penal Internacional es un tribunal permanente que tiene una competencia ratione temporis de carácter prospectivo, vale decir, se aplica sólo a los crímenes cometidos luego del 1 de julio del 2002, fecha de la entrada en vigor de su Estatuto. Además, su competencia ratione loci se basa en el principio de territorialidad y no en el principio de jurisdicción universal.
Por otro lado, conviene destacar que la forma de creación de los tribunales penales internacionales determina a su vez el modo como estos tribunales internacionales se relacionan con las jurisdicciones internas.
Así por ejemplo, la Corte Penal Internacional se rige por el principio de complementariedad en relación a la jurisdicción interna de los Estados. Esto tiene particular relevancia en los casos de competencia concurrente con la jurisdicción nacional, dado que la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y del Tribunal Penal Internacional no es complementaria de la jurisdicción nacional, sino que en su lugar se trata de una jurisdicción internacional que tiene primacía sobre las instancias nacionales.
Lo anterior permite que en cualquier estado de un proceso ante un tribunal nacional tanto el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda puedan requerir a los tribunales nacionales la remisión del caso a sus respectivas competencias.
En relación a la existencia de mecanismos de cooperación judicial entre los tribunales penales internacionales, es pertinente subrayar que esta instituciones responden a principios distintos de aquellos que son propios del derecho penal internacional propios del derecho internacional privado y es en esta línea conservadora que ninguno de los estatutos de los tribunales internacionales contiene disposiciones específicas sobre cooperación entre ellos.
Así por ejemplo, el Estatuto de Roma regula las relaciones de cooperación y asistencia judicial sólo entre los Estados Parte y la Corte Penal Internacional y conforme al Artículo 2 de su Estatuto, se prevé en virtud del acuerdo entre la CPI y las Naciones Unidas, relaciones de cooperación con esta organización internacional.
Por tanto, el tratado de Roma no contiene referencias relativas a la forma como la Corte Penal Internacional podría vincularse con otros tribunales del sistema de justicia penal internacional.
Finalmente, tal como se observa en las líneas precedentes no existe un vínculo normativo entre la Corte Penal Internacional y los tribunales Ad-Hoc . No obstante, es innegable que la valiosa y extensa jurisprudencia del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda servirán como referente en el desarrollo del trabajo jurisprudencial de la CPI.
