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Opinión

El Paraíso del Fraude

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Siempre he hablado de que la República Dominicana se ha convertido en el paraíso del fraude, cuyo fenómeno hoy constituye una cultura en el seno de nuestra sociedad.

Esta cultura del fraude se expresa en todos los sectores sociales en razón de que el principal promotor de este flagelo es el Estado, el cual más que promover e imponer valores preconiza antivalores.

La denominada cultura del fraude está tan consolidada en la República Dominicana que cuando alguien vende una propiedad el abogado del comprador prepara dos actos de venta, uno de los cuales persigue que su cliente no pague los impuestos que establece la ley.

De igual modo el que compra un vehículo usado en cualquier agencia de ventas de carros con supuestamente 10, 20 ó 50 mil millas en realidad termina con un automóvil que sobrepasa las  200 mil millas, convirtiendo al cliente  en víctima de un fraude.

Lo mismo pasa  cuando una persona adquiere un teléfono celular con tarjetas de llamadas prepagadas, la cual no bien se ha marcado el número de teléfono a llamar y ya prácticamente no queda fondo disponible para continuar con la misma, porque en realidad se trata de otro fraude.

Similar situación se da con la mayoría de los productos nacionales, los cuales tienen bajo nivel de nutrición y no cumplen con los requisitos legales, pero nadie se preocupa por esta alarmante situación.

Prácticamente todo, por no decir todo, está bajo el manto de cultura del fraude que daña a todos  y se constituye en una retranca para el crecimiento sano de la sociedad.

El fraude está presente en cualquier actividad intrascendente, en la propia macroeconomía y en el producto interno bruto del país.

Hay fraudes en la cantidad de años de los jóvenes prospectos que son firmados por los equipos de Grandes Ligas y las cantidades de dinero que realmente reciben; hay fraudes en el manejo de los bancos; hay fraudes en la calidad del café que se le vende al dominicano; hay fraudes en las declaraciones de bienes de los funcionarios; hay fraudes en las operaciones de la microempresa; hay fraudes en las multinacionales; hay fraudes en todos los estamentos de la sociedad.

Hay fraudes hasta en la propia construcción del Estado dominicano, el cual nació con  la denominada democracia representativa, modelo político de las naciones altamente desarrolladas cuando la República Dominicana tenía una composición social que no superaba la baja, mediana y alta pequeña burguesía.

De manera, que la cultura del fraude se confirma una vez mas con el informe de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyos observadores acaban de comprobar que el 81 por ciento de los votantes registrados tienen direcciones inexactas, inexistentes y cerca de un millón de ellos tienen el mismo nombre.

De igual modo pudo  establecerse que más de cinco mil votantes sobrepasan los cien años, lo que, sin lugar a dudas, cuestiona seriamente la democracia, sobre todo en lo que tiene que ver con su aspecto institucional.

La realidad es que la cultura del fraude se ha apropiado de la sociedad dominicana, lo que pone en peligro la seguridad y la tranquilidad ciudadanas.

Sólo el fortalecimiento del sistema de justicia, la policía y las fuerzas armadas del país  garantizarán el mejor funcionamiento del Estado y en consecuencia el logro de una mejor República Dominicana

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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Opinión

El impresionante resbalón del Escogido

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Por Nelson Encarnación

Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.

Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.

Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.

Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.

No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.

Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.

¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.

¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.

Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.

¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.

Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.

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