Opinión
“Ellos tenían la razón”
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13 años agoon
UNIÓN EUROPEA.- En la década de los años 70 y 80, tras la persecución tenaz desatada por el régimen del Dr. Joaquín Balaguer contra la izquierda y cuantos sectores democráticos que existieses en cualquier área de la República Dominicana, en su mayoría estos decían que “EL PODER CORROPE” y al parecer tenían la razón.
Aquella época fue la más floreciente de todas, pues a pesar de que gran parte de los izquierdistas y jóvenes revolucionarios perdieron sus vidas en la lucha contra la remanencia trujillista encarnada en el propio Balaguer y los sectores más recalcitrantes del país, entre ellos: civiles, militares, policías o agentes del orden público, entre otros.
Aquellos tiempos parecían ingenuos, pues no había malicia, simplemente existía una sed de lucha por el regreso del sistema democrático a toda la nación y fue como muchos jóvenes no escatimaron en el intento de poder tener democracia y sobre todo las libertades públicas.
Fue como entonces el sátrapa régimen de Joaquín Balaguer desató una casería en contra de aquellos jóvenes, en esos hechos perdieron la vida, entre los que podemos señalar a Homero Hernández, Henry Segarra Santos, Otto Morales, Amín Abel Hasbún, Edison Stalin García Muñoz, Amelia Ricard Calventi, Sagrario Ercira Díaz Santiago, Maximiliano Gómez (El Moreno) Myriam Pinedo, estos dos últimos fueron asesinados mientras se encontraban en el exilio en Bruselas capital de Bélgica, en un hecho hasta la fecha no esclarecido. De igual manera fueron muchos los profesionales de la pluma que perdieron la vida durante la dictadura balaguerista, entre ellos Orlando Martínez, Gregorio García Castro, Plinio Díaz, estos tres fueron los más resonados.
De tal manera podemos señalar la caída del grupo llamado “La Resistencia o Los Palmeros” hoy más bien conocido como el “Grupo 12 de Enero” por ser la fecha en que fueron asesinados estando a la cabeza del mismo el destacado joven profesional y revolucionario Amaury Germán Aristy y sus compañeros de infortunios, Bienvenido Leal Prandy (La Chuta) Ulises Cerón Polanco y Virgilio Perdomo Pérez.
Recordamos también la persecución y muerte de Guillermo Rubirosa Fermín y sus compañeros de lucha, al igual que miles de jóvenes perdieron la vida durante esa época y los que no murieron, fueron encerrados en las diversas MAMORRAS del país, entre los más conocidos: Dr. Plinio Matos Moquete, Roberto Santana, Evelio Hernández, Fidelio Despradel, Jorge Puello Soriano (El Men) Rafael Chaljub, Rafael (Fafa) Tavéras, Chino Bujosa Mieses, Eligio Antonio Blanco Peña, Cástulo Toussaint García, Narciso Isa Conde, Rafael Gamundi Cordero, Iván Rodríguez, El Gordo Oviedo entre otros.
Otros estuvieron desterrados entre ellos: Juan Pablo Gómez, Héctor Peña Rijos, Radhamés Méndez Vargas, Harry Jiménez (El comandante Memo) Lorenzo Vargas (El Sombrerero) Miguel Santana, Amaury Justo Duarte y cientos de jóvenes más que también son dignos de mención, muchos de los cuales a pesar de la caída del régimen balaguerista nunca más volvieron residir en la República Dominicana.
Dentro del sindicalismo, recordamos a Luís Manuel Caraballo, Barbarín Mojica, Julio de Peña Valdez, así como también a un considerado grupo del sindicato POASI que siguen en este mundo, y aún no han tenido la misma suerte que muchos trabajadores del arte y la cultura de recibir una pensión digna para terminar los últimos días de sus vidas, quienes han corrido la misma suerte que los trabajadores del sector cañero dominicano y muchos otros más.
Quiero destacar que muchas de las personas ante mencionadas ya han muertos por enfermedad o por edad, pero con éste artículo quiero rendir homenaje a todos esos verdaderos revolucionarios.
Cuando nos referimos a que algunos de estos antiguos izquierdistas tenían la razón cuando decían que “El Poder Corrompe” nos basamos en la forma en que muchos de ellos pudieron escalar al poder gubernamental corrompiéndose vergonzosamente de manera directa o indirecta, y embriagado del poder se han hecho millonarios olvidanses de los legados por las cuales antes lucharon, de las cuales por razones ética preferimos no mencionar ningún nombre; un poder que ha sido producto de la herencia del balaguerato, según las palabras del propio presidente de la república y que con mucho orgullo dicen servir o mejor dicho, se hacen servir como si estuvieran buscando la recompensa del tirano régimen por el que tanto sufrieron tanto ellos como sus familiares y toda la nación.
Contrario a todo ellos, admiramos grandemente el comportamiento de aquellos que aún tomando en cuenta que no estamos en los mismos tiempos, sin embargo han mantenido una conducta intachable, como es el caso de Rafael Chaljub Mejía, Iván Rodríguez, Narciso Isa Conde, Jorge Puello Soriano y un reducido grupo que aún siguen manteniendo sus frentes en alto en la lucha revolucionaria, pero estamos seguros de que ofertas no les han faltado, porque como dice el refrán: si te quito del medio tendré el camino limpio para yo poder hacer mis andanzas y al enemigo se mata o se compra.
Que Dios ilumine a nuestra bella tierra y a nuestra gente y, recuerden que “el poder corrompe”.
Por Isaías Ramos
En el artículo anterior, “Cuando trabajar no alcanza”, mostramos lo esencial: en nuestro país hay trabajadores a tiempo completo que, aun cumpliendo con todo, no alcanzan el costo de la canasta básica. Hoy toca cerrar el círculo con una pregunta inevitable: si el Estado asegura que no tiene margen para indexar el ISR ni para acercar los salarios a la canasta, ¿cómo sí lo tiene para blindar exenciones y subsidios que ya rondan el medio billón de pesos al año?
La comparación es contundente: alrededor de RD$19 mil millones para cumplir la indexación —lo mínimo para que la inflación no se coma el salario por la vía del impuesto— frente a más de RD$500 mil millones en gasto tributario y subsidios no focalizados. Esa diferencia no es técnica; es moral. Es un impuesto silencioso al trabajo para sostener privilegios que casi nunca rinden cuentas.
No hablamos de milagros, sino de coherencia constitucional.
Primero derechos; después privilegios.
La indexación es justicia básica; que el salario cubra la canasta es dignidad mínima. Cuando eso no ocurre, todo lo demás se convierte en una transferencia regresiva: recursos públicos arriba y salarios de subsistencia abajo.
Lo vemos en historias como la de Marta, cajera en una tienda que abre seis días a la semana. Gana el salario mínimo del tramo superior y aun así no le alcanza para transporte, alimentos y educación básica de sus hijos. Todos conocemos una Marta. Su caso no es la excepción; es el reflejo de un modelo.
Reconocemos, sin ambigüedades, que ciertos sectores han traído inversión y empleo. Pero en un Estado Social y Democrático de Derecho, la prioridad no se discute: derechos primero, incentivos después. Si un sector recibe exenciones millonarias durante décadas, la contrapartida mínima es un salario mediano por encima de la canasta y una reducción verificable de la informalidad. Y si los beneficios se justifican por su aporte, ese aporte debe comprobarse con datos públicos.
Las preguntas son simples, y las respuestas deberían serlo también:
- ¿Cuál es su salario mediano y qué parte de la canasta cubre?
- ¿Cuál es su aporte fiscal neto, descontadas exenciones y transferencias?
- ¿Qué metas salariales y de formalización han cumplido —auditadas y con plazos—?
Si esas respuestas no existen, la falla no está en quien critica, sino en un modelo que evita mirarse al espejo.
Cuando miramos la región, el panorama se vuelve más claro y más crudo. Llevamos décadas creciendo alrededor de 5 % anual, más del doble del promedio latinoamericano. Sin embargo, datos del Banco Mundial muestran que menos de 2 % de los dominicanos ascendió de grupo de ingreso en una década, frente a un 41 % regional. Es una de las movilidades más bajas de América Latina: un motor económico de alta potencia montado sobre una carrocería social demasiado frágil.
A eso se suma un mercado laboral con alrededor de 55 % de informalidad, superando un promedio regional que ya bordea la mitad. Millones de personas trabajan sin contrato, sin protección y sin capacidad de negociación. Mientras tanto, el salario mínimo formal del sector privado no sectorizado —según el tamaño de la empresa— oscila hoy entre unos RD$16,000 en las microempresas y cerca de RD$28,000 en las grandes, y ni siquiera en su tramo superior alcanza el costo de la canasta familiar nacional, que ronda los RD$47,500, ni la canasta del quintil 1, situada en torno a RD$28,400. La mayoría de los trabajadores informales ni siquiera se acerca a esos montos.
Ahí está el nudo del modelo: un PIB que corre por delante del promedio regional, con salarios más bajos, más informalidad y menor movilidad que casi todos. Ahí es donde la retórica del “milagro” deja de coincidir con lo que millones viven cada día: jornadas largas, ingresos insuficientes y un crecimiento que no se traduce en dignidad.
Y, mientras tanto, la indexación —que solo evita que el impuesto castigue el salario— se presenta como inalcanzable. No lo es. Lo inalcanzable es pretender estabilidad congelando la protección del trabajador mientras se blindan privilegios que nadie revisa con lupa desde hace décadas. Eso no es estabilidad; es un subsidio a la precariedad.
La discusión no es “si hay dinero”, sino de dónde es justo que salga.
¿De quienes ya no pueden más, o de exenciones que llevan medio siglo sin evaluación seria?
¿De la nómina de la clase trabajadora, o de regímenes especiales convertidos en vacas sagradas?
En el Frente Cívico y Social entendemos que la guía es simple y está escrita en la Constitución. El artículo 62 establece, entre otras cosas, que es finalidad esencial del Estado fomentar el empleo digno y remunerado y, en su numeral 9, consagra el derecho a un salario justo y suficiente para vivir con dignidad. No es poesía; es mandato. Si el salario mediano de un sector no cubre la canasta, ese sector no cumple con la dignidad mínima. Y si además recibe exenciones, la obligación de rendir cuentas es aún mayor.
Y porque no hay dignidad sin desarrollo, no olvidemos lo esencial: salario digno es demanda interna, productividad futura y estabilidad social. Con sueldos de miseria no se construye un mercado interno robusto, no se fortalece el capital humano, no hay escalera de movilidad. Lo que se “ahorra” hoy en salarios bajos se paga mañana en menor crecimiento y mayor conflictividad.
En una frase: un país que se respeta no pone el privilegio por encima del salario, ni el incentivo por encima de la dignidad. Cuando la política honra esa jerarquía, la estadística deja de ser consuelo y se convierte en vida vivible.
Despierta RD.
Las escaseces de divisas, alimentos, medicamentos, salarios y servicios públicos, como la electricidad, etc., predominan y se agravan en Cuba, donde no ha estallado una poblada contra el orden socio-político instaurado principalmente por la comprensión ciudadana del inhumano bloqueo económico-financiero y comercial de Estados Unidos y su inspiración en el líder histórico de su Revolución, Fidel Alejandro Castro Ruz. Ese prodigio comprueba el poder de la ideología y la herencia de los sistemas de valores como pilares para mantener el control del Estado.Opinión
La Corte Penal Internacional y los tribunales penales internacionales (2 de 2)
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14 horas agoon
diciembre 5, 2025Por Rommel Santos Diaz
La naturaleza sui generis de los tribunales Ad-Hoc los constituye al mismo tiempo como jurisdicciones que tienen un carácter limitado tanto ratione temporis como ratione loci.El Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia solo tiene competencia para juzgar los crímenes cometidos a partir del 1 de enero de 1991 en el territorio de la Ex República Federal Socialista de Yugoslavia mientras que el Tribunal Penal Internacional para Ruanda tiene una competencia temporal aún más restringida dado que sólo puede juzgar los crímenes cometidos durante el año 1994 en el territorio de Ruanda.
Por su parte, la Corte Penal Internacional es un tribunal permanente que tiene una competencia ratione temporis de carácter prospectivo, vale decir, se aplica sólo a los crímenes cometidos luego del 1 de julio del 2002, fecha de la entrada en vigor de su Estatuto. Además, su competencia ratione loci se basa en el principio de territorialidad y no en el principio de jurisdicción universal.
Por otro lado, conviene destacar que la forma de creación de los tribunales penales internacionales determina a su vez el modo como estos tribunales internacionales se relacionan con las jurisdicciones internas.
Así por ejemplo, la Corte Penal Internacional se rige por el principio de complementariedad en relación a la jurisdicción interna de los Estados. Esto tiene particular relevancia en los casos de competencia concurrente con la jurisdicción nacional, dado que la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y del Tribunal Penal Internacional no es complementaria de la jurisdicción nacional, sino que en su lugar se trata de una jurisdicción internacional que tiene primacía sobre las instancias nacionales.
Lo anterior permite que en cualquier estado de un proceso ante un tribunal nacional tanto el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda puedan requerir a los tribunales nacionales la remisión del caso a sus respectivas competencias.
En relación a la existencia de mecanismos de cooperación judicial entre los tribunales penales internacionales, es pertinente subrayar que esta instituciones responden a principios distintos de aquellos que son propios del derecho penal internacional propios del derecho internacional privado y es en esta línea conservadora que ninguno de los estatutos de los tribunales internacionales contiene disposiciones específicas sobre cooperación entre ellos.
Así por ejemplo, el Estatuto de Roma regula las relaciones de cooperación y asistencia judicial sólo entre los Estados Parte y la Corte Penal Internacional y conforme al Artículo 2 de su Estatuto, se prevé en virtud del acuerdo entre la CPI y las Naciones Unidas, relaciones de cooperación con esta organización internacional.
Por tanto, el tratado de Roma no contiene referencias relativas a la forma como la Corte Penal Internacional podría vincularse con otros tribunales del sistema de justicia penal internacional.
Finalmente, tal como se observa en las líneas precedentes no existe un vínculo normativo entre la Corte Penal Internacional y los tribunales Ad-Hoc . No obstante, es innegable que la valiosa y extensa jurisprudencia del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda servirán como referente en el desarrollo del trabajo jurisprudencial de la CPI.
