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Editorial

Un Pedido Sospechoso

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La jueza de la Suprema Corte de Justicia, Miriam Germán, ha solicitado al presidente del alto tribunal que la excluya del expediente que habrá de ser sometido en los próximos días en contra de los supuestos sobornados por la companía brasileña Odebrecht.

El pedido de la magistrada se produce luego de que circulara por las redes sociales una supuesta reunión entre ella y el señor Víctor de la Rúa, uno de los personajes del gobierno que encabezó Leonel Fernández, señalado como responsable de una serie de actos de corrupción.

La decisión de inhibirse de la magistrada, considerada una de los jueces más serios y rectos en la judicatura nacional, genera una serie de sospechas porque como que no tiene mucha lógica el pedido al respecto por la simple difusión de una versión que muy bien pudo caer en el campo de la especulación.

Sin embargo, la versión  que dio la impresión de ser una campaña para hacer daños, parece confirmarse, sobre todo después de que el propio de la Rúa declaró que es amigo de la persona de Miriam Germán, pero no necesariamente de la jueza.

La verdad es que en la República Dominicana se dan cosas que parecen sólo ser propias de un país con muchas carencias, donde todo es posible, incluso  hasta lo que acaba de ocurrir.

Por la decisión tomada por la magistrada y la posterior declaración de la Rúa se puede colegir que parece ser cierta la versión de que se produjo varias reuniones entre ambos, lo cual aparentemente desmiente todo lo que se dice sobre esa jueza, porque si se respetara de verdad no incurre en la comisión de semejante disparate.

Necesariamente habría que preguntarse ¿y si no se difunde la supuesta reunión que se produjo entre un protagonista principal de la corrupción en la República Dominicana y una jueza que tiene fama de seria y que pidió  inhibirse en el acaso Odebrecht, acaso con su actitud no le da la razón a los que difundieron la versión?

La República Dominicana definitivamente está inmersa en una grave crisis moral, lo hemos dicho en muchas ocasiones, donde nadie está libre de culpa.

Es un asunto más grave de lo que cualquiera pueda imaginarse.

El caso Odebrecht es un espejo de que no son pocos los dominicanos que se manejan en el escenario nacional con una doble moral que manda madre.

Sólo hay que valorar  que de ser cierta la inclusión en este listado de personajes como Temístocles Montás, un hombre que criticó áxidamente al ex-presidente Leonel Fernández, por la misma causa, así como la inclusión de algunos dirigentes de la oposición que han tenido un cierto protagonismo en la Marcha Verde, la cual respetamos y admiramos, pero en algún momento advertimos que habían individuos que no sé por qué estaban ahí.

Los vínculos de Temístocles Montás con el llamado hombre del maletín, Ángel Rondón, crea sospechas legitimas y sólo eso justifica que sea sometido a un intenso interrogatorio, ya que hay una famosa expresión que dice: “Dime con quien anda y te diré quien eres”.

Otro que también aparece por lo menos en los listados que han circulado por las redes sociales es el senador por Santiago, Julio César Valentín, quien incluso se la pasa dando cátedras de moral y cívica y aunque no tenemos ningún elemento de pruebas para decir que éste fue sobornado por Odebrecht cuando se conocieron proyectos relacionados con esta corrupta compañía brasileña en momentos en que él precedía la Cámara de Diputados de la República Dominicana, pero su sola mención pone a cualquiera a pensar.

No existe la certeza por nuestra parte de quién incurrió en el delito de recibir dinero para perjudicar el Estado y beneficiar a una empresa privada extranjera, pero de lo que sí tenemos una seguridad es de que en la República Dominicana la doble moral ya es parte de una cultura en el país, que cualquiera pudiera decir, para también utilizar otra expresión popular, que es un problema que manda madre.

Esta cultura de la doble moral, la falta de transparencia y la corrupción generalizada hoy es un motivo de una gran preocupación para aquellos dominicanos que quieren lo mejor para su país y de igual modo para sus hijos y nietos.

Qué barbaridad!

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Editorial

La solemnidad de una justicia con pies de barro.

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La promoción de la vía de hecho por la ineficacia de la justicia nacional, son muy pocos los quieren verla, unos por su baja formación y su pensamiento no profundo y otros porque son parte del mal.

Pero lo cierto es que el fenómeno constituye un problema de una magnitud insospechada y de una peligrosidad que amenaza las propias entrañas de la fallida democracia nacional.

El asunto no parece tener una solución fácil en razón de que tiene un componente profundamente político y cultural.

Los debilidad y la vocación de violar la ley suprema y las adjetivas de la noción puede echarlo todo a perder, sobre todo porque no se trata de un mal a nivel de una sola instancia publica, sino de todo el tejido social e institucional.

El nivel de la problemática del sistema de justicia nacional se podría convertir en una falta que también comprometa la responsabilidad civil y penal del Estado porque se trata de la violación de derechos humanos fundamentales protegidos por el derecho internacional,

Son múltiples y variadas las violaciones de los derechos fundamentales en que incurren los tribunales nacionales a través del no respeto de los plazos razonables y en consecuencia de la tutela judicial efectiva, el debido proceso y el derecho a la defensa.

Otros principios constitucionales violados por los actores del sistema de justicia son el de celeridad, economía procesal y el de analogía, así como el del juez natural y el de estatuir ante pruebas aportadas por las partes,

En realidad se trata de un asunto de una dimensión inmedible, cuya solución no parece tan simple y sencilla.

Ahora mismo puede decirse  con toda seguridad que la ineficacia y contaminación politiquera del sistema de justicia produce en la nación un efecto que lo daña todo, absolutamente todo.

Es un verdadero cáncer que impacta todo el cuerpo social de la Republica Dominicana

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Editorial

Un problema que no se ve a simple vista.

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La educación superior dominicana, que como bien se establece en el reportaje que aparece en la sección “De Portada” de este diario, implica un problema que debe motivar profundas reflexiones para que el país se avoque a pasar de la deficiencia a la calidad de la enseñanza universitaria.

Pero este es un asunto que sólo puede solucionarlo el Estado, el cual no está en capacidad de dar los pasos para que al cabo de algunos años el cuadro pueda dar un giro positivo.

La tendencia entre los dominicanos es sólo ver lo que está frente a ellos, sobre todo en materia de educación universitaria, pero no hay forma de llevar su mirada crítica a lo que requiere de un esfuerzo más profundo y exhaustivo.

El gran problema de la educación superior del país es que no sólo la situación depende de la negligencia y la deficiencia del Estado, sino que además que no se cuenta con una cultura para crear un cuerpo profesoral preparado para impartir docencia a nivel universitario, aunque, naturalmente, una cosa depende de la otra.

De manera, que los resultados no pueden ser peores, cuyos egresados, penosamente, terminan su carrera con una formación tan precaria que en la práctica son analfabetos funcionales.

Lo peligroso del fenómeno es que la sociedad está frente a médicos que puedan matar al paciente, ingeniero civil que construya una obra que puede caerle en la cabeza en cualquier momento a sus propietarios y un abogado que no puede asesorar idóneamente a su clientes y en consecuencia poner en peligro, por su poca formación, la tutela judicial efectivo, el debido proceso y el derecho a la defensa.

De manera, que el asunto no es como se puede ver a simple vista, sino que se trata de una deficiencia que aparte de hablar muy mal de toda la sociedad, amenaza la seguridad nacional, todo como resultado de un problema integral que impacta a todo el Estado.

Lo grave del problema es que no se ven soluciones fáciles en el camino, porque además la explicación de una educación superior fundamentada más en el negocio vulgar que en un plan nacional para lograr los índices de desarrollo del mundo competitivo de hoy, es parte de una cultura nacional y de un neoliberalismo salvaje que se lleva de paso todo lo bueno.

La realidad es que no es posible poner en orden las universidades nacionales, ya que en el país todo está contaminado con la politiquería, de arriba hacia abajo y lo contrario, de abajo hacia arriba.

Se impone entonces la siguiente pregunta: ¿Quién nos sacará del tremendo tollo de la educación superior nacional, aunque la respuesta más realista es que no hay una respuesta convincente y que satisfaga.

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Editorial

El Oncológico es un espejo de un problema de un gran alcance.

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No son pocos los conflictos originados en sindicatos, clubes culturales y deportivos, cooperativas de ahorros y préstamos y los propios partidos políticos, que son asaltados por grupos de personas que los usan con fines muy particulares.

Puede decirse que se trata de un cáncer que resulta complicado erradicar, con el agravante que esa mala práctica es reproducida cuando personas con la misma filosofía de vida llegan a la administración pública, lo que explica la gran cantidad de casos de sustracciñn de fondos del patrimonio público.

Realmente el país está copado por los que piensan que deben llegar a este tipo de instituciones, las cuales no tienen fines de lucro, para manipular sus recursos y creerse incluso que es algo que legítimamente les pertenece.

Un ejemplo muy elocuente al respecto son los partidos políticos, los cuales son manejados como empresas privadas y propiedad de particulares, pese a que en  realidad se trata de una figura que está legalmente regulada y que no puede ser jamás un patrimonio personal.

Pero el mismo problema es encontrado por doquier, cuyos propiciadores de este tipo de conducta sumergen a la sociedad en un gran dolor de cabeza.

El asunto ahora se puede ver con lo que ocurre en el Patronato Cibao contra el Cáncer, cuya institución juega un papel de primer orden para combatir una enfermedad tan severa y mortal como esa.

El problema del Oncológico del Cibao ha entrado ya a los tribunales competentes y sólo se espera un desenlace que tal vez no sea la panacea al problema, porque se van unos con un criterio equivocado en el manejo de este tipo de organizaciones, pero llegan otros que no difieren, absolutamente en nada, en la forma de ver el asunto.

Independiente de cual sea la decisión del tribunal que conoce el caso, debe admitirse que la sociedad dominicana está frente a una cuestión que lesiona lo más profundo de la sensibilidad humana, sobre todo porque no hay ningún tipo de arrepentimiento.

Hoy ha salido a la superficie el conflicto en el Patronato Cibao contra el Cáncer, pero la raíz del conflicto, con una explicacion profundamente cultural,  es que una gran cantidad de instituciones sin fines de lucro hoy permanecen asaltados por grupos de «vividores» que  ponen en tela de juicio las  bases de la dominicanidad.

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