El empresario João Doria pretende incorporar técnicas modernas de gestión a la política de Brasil.
Ya es tarde en la sede del gobierno municipal de São Paulo en Centro, el problemático centro de la metrópolis más grande de América del Sur.
Sin embargo, conforme la gente de la calle y los adictos al crack inician sus actividades nocturnas en las calles, João Doria, el controvertido alcalde millonario de São Paulo y sus secretarios siguen trabajando arduamente en sus planes para revitalizar esta capital financiera y potencia industrial de Brasil.
Tras llegar al poder el pasado mes de octubre con un histórico triunfo en las elecciones de la ciudad, el Sr. Doria se describe a sí mismo como alguien ajeno a la política y adicto al trabajo quien intenta traer las más modernas técnicas de gestión a un sistema político paralizado por la corrupción, las ideologías “del siglo XX” y la política del dinero. Como empresario exitoso y hábil vendedor — fue el anfitrión de la versión brasileña del antiguo programa de telerrealidad del presidente estadounidense Donald Trump, El Aprendiz — está siendo promovido como un posible candidato en las elecciones presidenciales del próximo año.
“Siempre digo que yo no soy un político, soy un gerente que se ha metido en la política”, dice el Sr. Doria, cuyo porte corporativo se destaca por su elegante traje a la medida y playera de cuello abierto.
En un país que está luchando por salir de la peor recesión de su historia después de 13 años de gobiernos izquierdistas, el Sr. Doria es el primero de la que se espera que sea una nueva raza de políticos que aprovechan la repugnancia que muchos brasileños sienten por la vieja clase política del país.
Desde que millones de personas salieron a las calles en 2013 para protestar contra el despilfarro del gobierno conforme se preparaba para ser la sede de la Copa Mundial de Fútbol en 2014, las clases medias brasileñas han clamado cada vez con más intensidad por una mejora de los deficientes servicios públicos, dicen los analistas.
La participación de los políticos de todo el espectro político en un gigantesco escándalo de corrupción en Petrobras, la empresa petrolera estatal, no ha hecho más que reforzar esta tendencia.
“La conclusión más importante que se desprende de todas las encuestas recientes es que los votantes están muy enojados con los políticos convencionales”, dijo Eurasia Group en una nota reciente.
A los paulistanos, como se les conoce a los ciudadanos de São Paulo, les gustaron las promesas de campaña del Sr. Doria de un proceso de “desestatización”, el cual ya ha recaudado al menos R$7 mil millones mediante la venta de algunos activos municipales y el ofrecimiento de otros como concesiones al sector privado o en asociaciones público-privadas.
Entre los 55 activos que se están preparando para la participación del sector privado están la pista de Fórmula Uno de la ciudad y su principal área de carnavales. Él incluso quiere vender concesiones de sus 20 cementerios. La industria de la muerte, dice, se espera que sea una de los más prometedoras privatizaciones; cada día mueren 400 paulistanos.
“Actualmente éste es un mal servicio público, mal hecho”, afirma.
También ha reducido a cero una cola de casi 500,000 personas que esperaban chequeos médicos bajo un programa municipal de salud mediante el pago a hospitales del sector privado para que llenaran los vacíos. Ahora está intentando hacer lo mismo con los procedimientos quirúrgicos.
“No necesito jugar a la política para ganarme la aprobación. A través de una gestión eficaz, me he ganado el reconocimiento”, dijo.
Aunque es miembro del partido pro-empresarial de centro-derecha PSDB e hijo de un ex congresista, el Sr. Doria nunca había ganado un cargo antes de las elecciones municipales del año pasado, cuando declaró su riqueza de R$180 millones.
Como usuario agresivo de los medios de comunicación social, a veces lo comparan con el Sr. Trump. Pero dice que prefiere a Michael Bloomberg, el multimillonario ex alcalde de la ciudad de Nueva York, a quien admira como “gerente”.
“Yo no desprecio a nadie que sea elegido democráticamente, pero prefiero a Bloomberg; él está más cerca de mis sentimientos, de mi interpretación de la democracia”, dice el Sr. Doria.
Al igual que el Sr. Trump, el Sr. Doria no le teme a los conflictos. Ya enfureció a artistas previamente con su campaña “Hermoso São Paulo”, para la cual vistió un overol y encabezó a los trabajadores de la ciudad que eliminaron algunos de los omnipresentes grafitis de la ciudad. Insiste en que él no está en contra del grafiti, sino en contra del “pichação”, el delictivo “marcado” de los edificios con pintura en aerosol. El municipio planea abrir un museo y una escuela de arte callejero.
El nuevo alcalde también ha sido acusado de amenazar la libertad de expresión al rastrear a sus críticos en los medios sociales y amenazarlos con acciones legales. Pero él insiste en que esto estaba reservado sólo para aquellos que amenazan con la violencia.
“Las amenazas son constantes: tiran piedras a mi casa, lanzan huevos, intimidan a mi familia. Respondemos a esto con acciones legales”, dice.
Aunque todavía es demasiado pronto, los analistas le dan buenas posibilidades al Sr. Doria para las elecciones del año próximo contra otros posibles contendientes, como Luiz Inácio Lula da Silva, el carismático ex presidente del izquierdista Partido de los Trabajadores, o PT, quien ha sido acusado de corrupción, un cargo que él niega.
El Sr. Doria le ha hecho fuertes críticas al Sr. Lula da Silva en Facebook, pero insiste en que todavía no tiene ambiciones presidenciales.
“Digamos que sólo el tiempo puede decidir eso”, dice. “Fui elegido para ser alcalde de São Paulo y me tengo que concentrar en eso”.
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