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Opinión

Apuntes sobre la rendición de cuentas

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Por Miguel Guerrero

La tan esperada rendición de cuentas, a juzgar por las reacciones, no llenó las expectativas que probablemente se tenían sobre ella en la esfera oficial. Fue excesivamente extensa y fuera de un largo relato de obras realizadas, en construcción o por iniciarse, no trajo esperanzas a amplios sectores de población disgustados por el alza del costo de la vida, la inseguridad ciudadana y el aumento de la inmigración ilegal, que es, sin duda, la queja más fuerte contra el Gobierno.

El llamamiento presidencial a un gran pacto nacional, que eche a un lado las diferencias políticas en aras de un compromiso colectivo sobre el tema más sensible que no es otro que el de la soberanía nacional, difícilmente encuentre eco en los principales partidos de oposición, lo cual implicaría un revés político para el presidente. Proponer ese acuerdo, al final de un extenso discurso lleno de quejas y referencias críticas contra la oposición, fue desde el momento mismo del anuncio una iniciativa sin futuro.

Se esperaba que el presidente desistiera del proyecto sobre trata y migración que él mismo retirara “temporalmente” del Congreso ante la avalancha de críticas que generó y anunciara su retiro definitivo, lo cual habría dado margen a un espacio de discusión, hoy inexistente.

El presidente perdió así una última oportunidad de aprovechar tan magna ocasión para mejorar su imagen pública. Su próxima rendición de cuentas tendrá lugar días después de las elecciones municipales del año próximo, cuyos resultados definirán las del Congreso y del Poder Ejecutivo tres meses después, el tercer domingo de mayo. Pudiera ser entonces que febrero del 2024 le quite todo sentido a lo que pueda decir en su cuarta rendición de cuentas.

Su propuesta sobre un pacto imposible en el ambiente actual, dará a sus adversarios, como expresa el viejo dicho, mucha tela por donde cortar.

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Opinión

José Guillermo Sued, un lujo de locutor y mejor ser humano.

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Por José Cabral

La crisis de valores que impacta tan fuertemente a la sociedad dominicana, donde ya no hay amigos sinceros y peor aún que ésta se ha llevado de paro la hermandad, la solidaridad y la reciprocidad.

Conozco y he tratado con mucha deferencia a José Guillermo, porque aparte de su sinceridad y amigo inigualable era un excelente profesional de la radio que todo santiaguero se sentía orgulloso de sus dotes y manejador de la palabra hablada.

Recuerdo los días en que fuimos parte, ya unos años después, del equipo de softbol de la Asociación de Cronistas Deportivos y también de la asociación de locutores de Santiago.

No puedo olvidar lo bien que la pasamos cuando fuimos en reiteradas ocasiones a intercambios de este deporte con algunos equipos de Ponce, Puerto Rico, la cual tiene particularidades muy parecidas a Santiago, nuestra ciudad amada.

Todos estos recuerdos inolvidables llevan ahora a tener que escuchar, porque hace muchos años que no lo veo físicamente, la paraplejía que lo aqueja luego de sufrir una caída en una cabaña que tiene en Jarabacoa.

José Guillermo es un ser extraordinario que nunca lo he visto ofender a nadie, cuyo nivel de tolerancia y de comprensión tal vez sea difícil encontrarlas en estos tiempos.

Sin embargo, José Guillermo ha sido bendecido por tener una familia que lo ama y que siempre estará a su lado, principalmente su hija Pamela, quien han mostrado un amor por su padre inigualable.

A Pamela la conocí desde pequeñita e incluso en alguno momento tuve el privilegio de cargarla, lo cual me hace sentir orgulloso no por su proyección pública, sino por el amor que profesa hacia su progenitor.

De José Guillermo recuerdo de aquellos momentos en que laborábamos en el Noticiero Mundo Noticias, donde el hacia la voz noticiosa conjuntamente Jaime Thomas, entre cuyos directores estuvo el periodista Huchi Lora, así como otros profesionales del periodismo.

Traigo este episodio a colación porque en el año 1978, en pleno apogeo del Gobierno de Joaquín Balaguer, sufrimos las consecuencias de ser jóvenes profesionales con una total entrega a los mejores intereses del país, con una gran vocación de servicio,

José Guillermo fue quien me recogió en el 1978 luego de la derrota de Balaguer en la cárcel pública San Luis, localizada en la calle del mismo nombre, tras permanecer recluido en ella por algunos meses por una acusación de un hecho que no cometí.

Pero fue José Guillermo quien logró que el procurador fiscal de entonces, Lorenzo Rodríguez, firmara la orden de libertad porque después de ordenarse ésta mediante un recurso de habeas corpus conocido por la entonces jueza Semírame Olivo de Pichardo todo el mundo se desapareció y sólo quedaron en el escenario  Negro Veras, el general Guaro Estrella, padre de Eduardo Estrella, y el amigo entrañable hoy afectado de una dolencia que le arruina la vida a cualquiera.

Luego de esos hechos mi reencuentro con José Guillermo Sued fue en los años 90 cuando el amigo José Francisco Hernández fue escogido como candidato vicepresidencial del profesor Juan Bosch y en cuyo proyecto también estaban Julián Serulle, Miguel Vega y el cirujano y gran ser humano Higinio López.

José sé que el destino nos tiene reservada nuestra suerte, pero tu recuperación tiene que ser una recompensa a tu bondad y extraordinario ser humano que siempre ha sido.

Que Dios te bendiga siempre

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Opinión

Apostar a la segunda vuelta

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Por Nelson Encarnación

Los partidos de oposición que compiten por desplazar al actual presidente de la República están dirigidos por hombres curtidos en las lides políticas y electorales, que han estado en la primera fila de la lucha democrática de los últimos 45 años.

De los tres líderes del bloque opositor, al que menos experiencia se le puede atribuir es al presidente y candidato del Partido Revolucionario Dominicano, Miguel Vargas Maldonado, pero acumula una larga trayectoria al lado de José Francisco Peña Gómez, compitió por la presidencia en 2008 (42%) y fue canciller del país durante cuatro años.

Y del candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana, Abel Martínez, se pudiera sugerir que dada su relativa juventud carece de experiencia.

Sin embargo, sí tiene experiencia, pues ha sido presidente de la Cámara de Diputados durante seis años, alcalde de Santiago por otros 8, y procurador fiscal de esa demarcación judicial.

O sea, como decimos en el seno del pueblo, Abel tampoco es “un chivito jarto’e jobos”.

De Leonel Fernández y Danilo Medina hay poco que agregar, porque, en su calidad de presidentes de la República y líderes partidarios, han acumulado una experiencia de gran calado y bagaje político.

Tienen en común lo que no es poca cosa: de 2004 a 2016— juntos o medio separados—cargan en su alforja nada menos que cuatro elecciones ganadas en primera vuelta.

Esto resulta de enorme relevancia, por tratarse de gladiadores que conocen el terreno y se arman de las herramientas indispensables para competir.

Con esta enorme experiencia a cuestas, están dotados de los elementos suficientes para saber en el terreno cuándo la lucha por el poder se libra en campo minado.

Percibimos estar ahora mismo en un momento en el cual el liderazgo opositor—al analizar el potencial de su oferta electoral—se da cuenta de que navega contracorriente, si bien procura elevar la moral de las tropas, lo que resulta razonablemente útil.

La oposición sabe que es un combate con escasa viabilidad; un escenario que recrea el afrontado por Luis Abinader contra Medina en 2016, cuando todas las encuestas daban por descontada la victoria del entonces presidente reeleccionista.

¿Es previsible revertir en 12 días la tendencia consistente de 70 encuestas que durante dos años le promedian a Luis un 63%? Lo dudamos y hasta descartamos.

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Opinión

“…cuando regreso a casa”

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Por Miguel Guerrero

Benjamín Disraelí, estadista inglés del siglo XIX, escribió: “Ningún gobierno puede mantenerse sólido mucho tiempo sin una oposición temible”. En el país esa sentencia no se cumple. El papel de los partidos se limita a la crítica, a veces por la crítica misma, y esa desnaturalización de su rol no ayuda al fortalecimiento de la democracia y les obnubila la visión de la realidad en la que se desenvuelven.

En política, aun en las naciones más ricas donde las necesidades de la población son menores, la realidad condiciona la acción de los gobiernos. En el caso nuestro esa realidad suele ser brutal, capaz de minimizar cualquier esfuerzo por encararla. Y la escasez de recursos hace más difícil el esfuerzo. De manera que la acción ejecutiva no alcanza por lo general a llenar todas las apremiantes demandas materiales de una sociedad que reclama la solución de problemas tan añejos como la república misma.

Una prensa aburguesada, que solo mira con catalejos la realidad sobre la que escribe, no atina a ver todos sus matices y su percepción termina contaminada por los prejuicios que una inicua e insustancial oposición incrementa con una crítica vacía de contenido y divorciada de cuanto ocurre a su alrededor. Escribir y hablar desde una perspectiva mediática acomodada en una sala de redacción o desde un set de televisión, ajena a lo que se vive en el país, no puede fotografiar una realidad que se desconoce.

A finales de 2015, me autoinvité a una “visita sorpresa” del presidente Medina, quien luego me subió a su vehículo para ir a otras actividades con gente humilde y laboriosa. Era domingo. Después de casi todo el día de reunión en reunión, comenzando a oscurecer, le dije: “Presidente, usted se olvida de su familia”. Él movió la cabeza para mirarme: “Miguel, eso mismo me dicen todos los domingos mi esposa y mis hijas cuando regreso a casa”. Igual debe suceder con el actual y los que han existido antes.

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