Opinión
Arando con los mismos bueyes
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11 años agoon
Danilo Medina asumió la Presidencia de República Dominicana y las predicciones sobre cómo gobernará el país, no se hicieron esperar. Amigos y adversarios opinan en función de sus deseos y prejuicios. Pronosticar el futuro no es una asignatura que alguien pueda asegurar que ha aprobado. Unos y otros, pudieran tener razón en sus opiniones así como podrían estar totalmente equivocados.
Me picó entonces la curiosidad por saber cómo yo había opinado en cada cambio de gobierno en las tres décadas recientes. Como referencia, revisé mis artículos periodísticos, tratando de descubrir aciertos y errores.
En 1986 escribí: “hemos despedido a Salvador Jorge Blanco con un suspiro de alivio, cuando no con un ¡zape! Establecí que “muy difícil es la situación en que los perredeístas han dejado las arcas del Estado, al mismo tiempo que los mercados internacionales no son favorables”. Pronostiqué entonces que “los reformistas buscarían enterrar al PRD”, haciendo un gobierno relativamente diferente, acelerando la circulación del dinero en manos del pueblo. Y no lo hicieron.
En 1994 los reformistas, “enriquecidos a la carrera, muerden como hicotea los mecanismos del poder para no entregar, voluntariamente, lo que tan fácil les ha llegado en un gobierno en el que predomina la impunidad”. Y en cuanto a los peledeístas escribí entonces: “por el otro lado de la rosca están los que, supuestamente en la oposición a Balaguer, entienden que para llegar a un cargo público, tienen que renegar de lo que tanto han pregonado. Esos tienden a ser más exagerados que los propios balagueristas en los ataques al enemigo común de este momento (el PRD)”.
En 1996, me forjé ilusiones con Leonel Fernández cuando escribí: “Creo que para lograr la verdadera gobernabilidad, el nuevo Presidente cuenta con una habilidad como la de Juan Bosch de 1962: la forma de comunicarse con el pueblo y lograr su apoyo.” Confiando en la buena fe de Leonel dije: “Por supuesto que uno tiene que entender que es tanto lo que ha sido arruinado este país durante la década reciente que, antes de empezar a construir lo mejor, hay que desarticular lo peor”. Y no lo desarticuló.
En el 2000, después del frustrado experimento de fusión peledeísta=balaguerista, hice un llamado a no evaluar con mucha severidad. Decía: “no hay que olvidar que de las transiciones en el cuadro presidencial, ésta ha sido la más pacífica y la menos traumática, luego del gacetazo de 1978, el sacrificio de Guzmán, el carcelazo de Jorge Blanco y los reiterados fraudes electorales de Balaguer”.
En el 2004, consideré que “muchos dominicanos tienen más esperanzas depositadas en Leonel Fernández para que, por lo menos, frene la crisis que sufre el país. Además, esos sabrán de sobra que no puede desperdiciarse un minuto ante la magnitud de la debacle”. Y me equivoqué.
Defraudado hasta los extremos, en el 2008 publiqué: “por enésima vez, el presidente Leonel Fernández contrae el compromiso de ejecutar un Plan Estratégico Nacional de Ética y Sanción de la Corrupción. Lamentablemente, los resultados de promesas anteriores solo han conducido a la pérdida de credibilidad. La corrupción no parece molestar a las autoridades a cargo de esa responsabilidad”.
Hoy en el 2012, luego de tres décadas en que diversos estilos han primado en la Presidencia, podemos concluir que cada gobierno que hemos soportado, ha sido peor que el anterior. Para los dominicanos eso no necesita demostración. Ahora toma posesión Danilo Medina, coincidente políticamente con Leonel Fernández a pesar de sus estilos. Asume la posición de “pitcher tapón”, el lanzador relevista que tiene la misión de que su equipo continúe manteniendo el “score” y evitando que los adversarios anoten carreras. Como considera que está ganando el juego, Danilo mantiene la misma alineación que han mantenido hasta ahora.
De lo que tiene que cuidarse es de que no se le esté considerando sólo como relevista intermedio, dado que la Vicepresidenta podría considerarse “la cerradora”. Por eso, no le queda más remedio que apretarse el cinturón y hacer saber que no es muñeco de nadie.
Y, a veces, recordar que hay un pueblo azotado por la corrupción y la impunidad, que sufre hambre, ignorancia y discrimen gracias a los gobiernos que sus nuevos millonarios han aplicado.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY
Opinión
Cuando el conocimiento y el intelecto se diluyen en el estiércol.
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3 horas agoon
septiembre 27, 2023Por Edgard Paniagua Miguel
Por Isaías Ramos
Nuestro pueblo dominicano se encuentra navegando por un mar de confusiones, atrapado entre el anhelo de “progreso económico” y el imperativo de la integridad moral y social. Mientras la élite política pinta un cuadro de un futuro próspero, nuestros corazones nos dicen que estamos perdiendo nuestros valores y principios fundamentales, aquellos que dan vida a una sociedad justa y equitativa.
El sueño del progreso económico se ha desvanecido en un desierto moral. Soñábamos con una patria donde la justicia y la tranquilidad fueran el pan de cada día, pero hoy nos vemos sumergidos en un ambiente cada vez más violento, hostil y desigual entre los que “tienen” y los que “no tienen”. La insaciable codicia de esta élite ha agrandado la brecha entre ricos y pobres, dando vida a una clase baja que subsiste en la miseria, despojada de servicios esenciales y de su propia dignidad, mientras una pequeña élite se baña en opulencia.
Esta dolorosa realidad es el fruto de gobernantes que, carentes de conciencia social, han elegido favorecer el capital y oprimir al pueblo. Con una crueldad perversa, han hipotecado el futuro de nuestros hijos y nietos para incrementar sus fortunas y las de sus allegados, sacrificando la salud, la educación, las pensiones de nuestros trabajadores y nuestro medio ambiente en el altar del “crecimiento económico”. Han disfrazado la explotación y opresión de la mano de obra con sueldos de miseria como “competitividad”, convirtiéndola en un reclamo para “inversiones”, una forma moderna de vender esclavitud.
El neoliberalismo salvaje ha intensificado estas atrocidades, promoviendo una visión del mundo donde el crecimiento se sustenta en la pérdida de la dignidad humana, dando vida a una sociedad donde el dinero es un “Dios” amoral, donde la riqueza se acumula en pocas manos, ignorando las necesidades de la mayoría. Han transformado nuestras naciones en desiertos sociales, donde el éxito se esconde tras altas vallas y guardianes armados.
La realidad de países vecinos, nos muestra el devastador final de modelos económicos que, prometiendo prosperidad, solo traen destrucción y abandono. Si seguimos este camino, nuestro destino no será diferente.
En el Frente Cívico y Social creemos que, en este panorama desolador, es la ciudadanía quien tiene el poder y la responsabilidad de forjar un nuevo destino. Es crucial exigir integridad y transparencia, revaluar el camino que estamos construyendo y rectificar nuestro rumbo. Reconstruir una sociedad más justa, equitativa y moral es una misión compartida, y el momento de actuar es ahora.
El verdadero progreso no se mide por indicadores económicos, sino por la calidad de vida de nuestras gentes, el bienestar colectivo y la preservación de nuestros valores y principios. Buscar el crecimiento económico no debe ser un fin en sí mismo, sino el medio para edificar una sociedad más justa y equitativa.
En el FCS, sabemos que acostumbrarnos a vivir entre el desierto moral y el progreso vacío podría empujarnos a un abismo sin retorno. Es hora de construir el camino hacia un futuro en el que el éxito se mida no por la riqueza de unos pocos, sino por el bienestar de todos, por la preservación de nuestra humanidad y nuestros recursos naturales, y por el legado que dejemos a las futuras generaciones. Es hora de reflexionar y actuar para construir el futuro que soñamos, un futuro donde el progreso y los valores morales y sociales florezcan en armonía.
¡Despierta, RD!
Opinión
El Estatuto de Roma y la Cooperación de los Estados
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3 horas agoon
septiembre 27, 2023Por Rommel Santos Díaz
El artículo 86, de la parte 9 del Estatuto de Roma estipula que todos los Estados deberán cooperar plenamente con la Corte Penal Internacional en relación con la investigación y el enjuiciamiento de crímenes de su competencia.
La palabra ¨cooperar plenamente¨ fueron escogidas cuidadosamente por los redactores del Estatuto de Roma, para enfatizar el papel importante que tienen los Estados en el funcionamiento efectivo y eficiente de la Corte.
El artículo 86 del Estatuto de Roma también prevé que los Estados Partes deberán cooperar plenamente ¨de conformidad con lo dispuesto en el Estatuto. Por consiguiente, toda previsión del Estatuto que requiera la participación de un Estado deberá interpretarse como cooperación plena, salvo que se especifique lo contrario.
El mismo artículo 86 estipula que los Estados Partes deberán ¨asegurar que en el derecho interno existan procedimientos aplicables a todas las formas de cooperación especificadas en esta parte del Estatuto de Roma.
En otros términos, se prevé que los Estados utilicen sus leyes nacionales para establecer todos los procedimientos necesarios que les posibiliten asistir a la Corte Penal Internacional. Todos estos procedimientos deberán permitir a los órganos estatales responder tan rápido como sea posible a los requerimientos de la Corte.
Los Estados deben de considerar que si no cumplen con un requerimiento de la cooperación de la Corte Penal Internacional, en contravención a los dispuesto en el Estatuto, impidiéndole ejercer sus funciones y atribuciones de conformidad con el Estatuto, la Corte podrá hacer una constatación en ese sentido y remitir la cuestión a la Asamblea de los Estados Partes o, al Consejo de Seguridad, si este le hubiese remitido el asunto.
El Estatuto de Roma no prevé específicamente ninguna sanción. Sin embargo, un Estado Parte que se niegue a dar curso a una solicitud de cooperación formulada por la Corte, estará incumpliendo con sus obligaciones al tratado en la mayoría de los casos, y podría haber consecuencias políticas perjudiciales contra ese Estado.
Todo lo planteado anteriormente tiene un impacto directo en cuanto a la competencia de la Corte Penal Internacional, en tanto el artículo 12 del Estatuto de Roma establece que un Estado, al aceptar ser parte del Estatuto, se adhiere por ende a la jurisdicción de la Corte respecto a los crímenes estipulados en el articulo 5 (genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crimen de agresión). Esto significa que una vez que un Estado se convierte en Estado Parte, éste acepta automáticamente la competencia de la Corte, a partir del día en que entre en vigor el Estatuto.
Cabe destacar que los Estados que no sean parte del Estatuto de Roma también podrán aceptar la competencia de la Corte respecto a un crimen en particular, por medio de una declaración de conformidad con el artículo 12.
Finalmente, los Estados que no sean parte deberán cooperar plenamente una vez que acuerden asistir a la Corte Penal Internacional en una investigación en particular. Si incumplen el acuerdo especial realizado con la Corte, esta podrá informar a la Asamblea de los Estados Partes o al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, según sea el caso.