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Editorial

Armas en las escuelas públicas dominicanas

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La muerte ejecutada por un adolescente contra otro, pertenecientes ambos a un liceo de Santiago, entraña una cuestión que obliga a tomar medidas serias.

Entre estas se impone la del registro obligatorio de las pertenencias de los educandos en las escuelas publicas.

Esto debería cubrir todo el país.

Extraña y al mismo tiempo deja de sorprender que no se haya anunciado una disposición de esa naturaleza.

No sorprende porque aquí todo  se deja para luego.

Armas en las escuelas equivalen a nuevos peligros acechando a estos recintos que deben ser sagrados. En una ocasión eran las drogas, ahora son las armas, el problema fundamental además de cuestiones como los horarios reducidos de clases y el cada vez mas grave ausentismo escolar.

No es posible que estos muchachos, permeados por la violencia que sacude a la sociedad dominicana, vayan armados a los sitios donde precisamente reciben educación para no hacerlo y para formarse como seres integrales y adiestrados en la paz, la productividad, el arte y la formación general.

El país vive una tapa muy difícil, con influencias de todo tipo, con una televisión cada vez mas agresiva, con una música infernal que explota el mal gusto, con un ambiente terrible en las calles y en casi todos los lugares.

Así no vamos hacia ninguna parte que pudiera ponderarse.

Este país tiene que comenzar a cambiar y es la escuela el lugar ideal.

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Editorial

Nueva York da un ejemplo al mundo.

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Así como Nueva York es un ejemplo de progresos y de que todo con esfuerzo se puede, este 4 de noviembre ha enviado el mensaje de empoderamiento democrático con el triunfo de un joven musulmán con apenas siete años de haber obtenido la ciudadanía de los Estados Unidos, condición indispensable para ser candidato a la posición política más importante de la ciudad.

Lo más impresionante de este triunfo es el contexto en que se produce y sobre todo por tratarse de un joven nacido en Uganda de ascendencia india, con muy poco tiempo de haber adquirido la ciudadanía estadounidense, pero además amenazado por el presidente Donald Trump de deportarlo si ganaba la contienda electoral.

El triunfo de Zohan Mandami es el vencimiento de la legalidad en contra de la ilegalidad, de la tolerancia contra la intolerancia y de la vulnerabilidad de aquellos que prefieren inclinarse por la dictadura en vez de la democracia.

Es un mensaje muy grande el que ha dado la ciudad de Nueva York cuando en los Estados Unidos se producen unos retrocesos institucionales y democráticos que son motivos de preocupación para el mundo entero.

La situación es tan delicada que el presidente Trump aparentemente ha logrado doblegar a una de las democracias más sólidas del mundo, cuyos logros constitucionales son un ejemplo y emulados por países del planeta entero.

En realidad, se trata de una situación que nadie podía creer que fuera posible, ya que el alto nivel de institucionalidad de los Estados Unidos no permitía que cupiera en cualquier mente humana que los derechos constitucionales y los derechos humanos quedaran al capricho de un mandatario.

El triunfo de Mandami en Nueva York reafirma esa vocación de ciudad de inmigrantes y además de que ciertamente se trata no sólo de la capital del mundo en términos comerciales, económicos y financieros, sino también políticos.

Una nueva visión se impone en la ciudad de Nueva York en tiempos de retrocesos y de preocupantes violaciones a los derechos constitucionales en la mayor potencia del mundo, donde su presidente impone su voluntad como en los tiempos de las más férreas dictaduras.

La República Dominicana por tener millones de sus hijos en la ciudad de Nueva York es beneficiaria de los nuevos aires democráticos que abrazan a la llamada capital del mundo, cuna de una gran riqueza cultural que enorgullece a todo al que vive en ella y tiene el privilegio de visitarla.

La elección de Mandami  no pude ser mejor, porque en momentos de tantas fricciones y tensiones sociales y raciales y religiosas, sobre todo en  el medio oriente, llega la buena nueva de la tolerancia y de que todos bajo la ley y la democracia pueden convivir en paz.

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Editorial

La cultura del fraude y de la manipulación es un mal augurio.

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La República Dominicana hoy es un país que tiene sus propias particularidades, que, naturalmente, genera una realizad nacional que se fundamenta en un espejismo sobre la base de la mentira.

El arma que sirve de soporte a una cultura de vender una percepción que no tiene nada que ver con la verdad, es precisamente un trasfondo para justificar acciones que en nada ayudan a ese anhelado crecimiento y desarrollo nacionales de que tanto se habla.

Por donde quiera que la gente se mueve aparece el engaño y el fraude, ya que si se toma como ejemplo cualquier actividad nacional fácilmente se llega a la conclusión de que se trata de un mecanismo de estafa o de fraude en contra del que tiene necesariamente que trabajar duro para llevar el pan de cada día a la mesa de su familia.

El drama se observa desde los servicios públicos, como la energía eléctrica y el agua potable, cuya manipulación de facturas representa una verdadera desgracia nacional, con el agravante de que los supuestos críticos de ahora son los justificadores después de la misma conducta.

Pero el asunto, si bien tiene un impacto muy preocupante a nivel de todas las instituciones del Estado, sin excepciones, lo propio, pero con peores distorsiones, ocurre en la actividad empresarial privada, dado que si se trata de comprar gas de cocinar o gasolina para su vehículo nunca recibe lo que paga, porque siempre hay un mecanismo sutil de engaño.

Es un mal generalizado, que abarca todos los sectores de la vida nacional, en virtud de que si quiere hacer la valoración a nivel de los productos manufacturados o su venta en los supermercados los precios no sólo se aumentan por factores, que podrían tal vez parecer justificados, sino que la verdadera causa es por una vocación agiotista y de especulación que están en las mismas entrañas del que quiere hacer negocio sobre la base de la estafa al consumidor.

Es decir, que se trata de un problema general, que sólo puede tener solución a través del Estado, de políticas públicas, lo cual tampoco es posible en razón de que quienes lo manejan tienen la misma filosofía de vida y no les interesa que esas cosas cambian.

Pero tal vez lo más grave consiste en que la gente ni siquiera percibe esas distorsiones y ve como normal esas maniobras que se producen en los sectores públicos y privados del país.

Este periódico está convencido de las razones expuestas son las que generan esa vocación mafiosa que se observa en amplios segmentos de la sociedad dominicana, donde sólo importa las ganancias que se obtienen, aunque sea a través de márgenes de beneficiosas abusivos o sencillamente de fraudes y manipulaciones.

Es una cultura,  que su erradicación va costar muchos sacrificios de los que buscan una sociedad diferente, donde los estándares de vida sean ajustados a una honestidad que podría ser la principal arma para lograr el tanto crecimiento y desarrollo nacionales anhelados, que representa  una piedra en el zapato del que persigue un pais diferente.

El Estado, definitivamente, puede imponer valores o antivalores, pero si este propósito y vocación no es parte de la formación y agenda del funcionario público o empresario, pues será muy difícil que pueda operarse ese cambio en la conducta social.

Se impone una campaña nacional, promovida desde el Estado, para imponer y restablecer valores que se aparten del amor monetario impregnado entre los dominicanos por el neoliberalismo salvaje.

 

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Editorial

La cultura de la falta de planificación impacta al río Yaque de Norte.

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El problema más grave de la República Dominicana tiene que ver con su falta de planificación estratégica para solucionar los principales problemas nacionales.

Esa debilidad de la dominicanidad se ve a simple vista cuando el Estado hace altas inversiones en obras públicas que luego abandona y nunca jamás les da mantenimiento.

Pero peor aun sin se examinan las acciones del Gobierno para solucionar problemas como el déficit de energía eléctrica y otros tantos que todavía aparecen en los periódicos como si se trataron de problemas que han surgido en los últimos días, pero que llevan décadas sin solucionarse, todo como resultado del mismo fenómeno.

En el marco de esa cultura, lo cual también implica un asunto de irresponsabilidad en que se desenvuelve la República Dominicana, generando grandes sufrimientos a la población, ocurre la amenaza de desaparición de los recursos acuíferos y naturales en sentido general.

Se trata de una verdadera tragedia nacional, porque los que buscan gobernar el país todas las aparentes buenas intenciones se quedan sólo en palabras, ya que inexplicablemente no bien se instalan en el poder cambian  su discurso y olvidan su promesas de campaña.

Debe advertirse que si en el país no se toma en serio la contaminación y prácticamente muerte de los ríos superficiales y subterráneos, lagos y arroyos la sociedad podría derramar lágrimas de sangre, porque verse sin agua dulce para satisfacer las necesidades fundamentales es un drama difícil de observar.

Este es un tema de una importancia vital que debe sensibilizar a todos los sectores que conforman la vida nacional y al mismo tiempo la gente convertirse en un foco de presión para que no ocurra lo peor.

No hay nada que se pueda hacer ante autoridades que no oyen ni ven y que en consecuencia sumergen el país en la peor de las desgracias.

Todos estamos compelidos a exigir del Gobierno que reduzca la corrupción y la inversión pública innecesaria, que alcanza a miles de millones de pesos, para que se focalice en  otras vitales para la vida nacional como la recuperación  del rio Yaque del Norte.

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