Por José Cabral
El diferendo entre haitianos y dominicanos ha dado un giro que podría convertirse en una confrontación, ya no sólo por la toma o desvío del rio Masacre, sino también por un problema de tipo comercial, económico, territorial y étnico.
Ese giro que ha tenido el conflicto permite aplicar el término muy común en todo diferendo internacional de que va camino de pasar de gris a negro.
La violación de la soberanía territorial por parte de policías haitianos, la cual no sólo tiene una connotación de ese carácter, sino que también implica un irrespeto a una serie de valores patrios.
Esa sola violación, al margen del asunto del rio Masacre, representa una posibilidad de que el conflicto tome un giro de violencia y de una mayor acumulación de resentimientos y odios entre ambos países.
Aunque al asunto no se le haya dado mucha trascendencia, la penetración de agentes policiales haitianos al territorio nacional, con el agravante de despojar de mercancías y maltratar a ciudadanos dominicanos, representa una agresión que podría desencadenar en una confrontación armada con el Ejército Nacional que tiene la misión de resguardar la frontera.
Sin embargo, la intromisión de los policías haitianos es un atropello que tal vez no terminó de otra manera por la tolerancia que han tenido los militares dominicanos destacados en la frontera norte, sobre todo porque en esa zona se mueven unos intereses que están por encima de los de la patria.
Este detalle es sumamente delicado porque el conflicto ya ha entrado en el campo que tiene que ver con el asunto de la soberanía, lo cual trae consigo sentimientos patrióticos, sobre todo entre dos naciones que en el pasado una ha gobernado a la otra, cuyo detalle genera celos y el rechazo de que algo igual ocurra.
Pero la incursión de agentes al servicio del Estado haitiano al territorio dominicano también expresa de alguna manera que éstos no sienten ningún respeto por las autoridades nacionales y mucho menos por el país, debido a otros elementos que se involucran en el diferendo como son la venta de visas, el tráfico humano, de drogas y el pago de peajes para permitir la entrada ilegal de personas de la vecina nación, entre otras ilegalidades.
Esos temas son motivo de una peligrosa profundización del conflicto dominico-haitiano, pero además de que no se respete a la autoridad nacional, porque en el diferendo pesa más el dinero ilegal que está de por medio y que impacta a los militares dominicanos que los intereses de ambos países.
Ese sensible detalle de la incursión en el territorio nacional de oficiales del gobierno haitiano podría dar pie a una confrontación armada que genere algunas víctimas humanas, lo cual no se superaría en años, profundizando las diferencias entre ambas naciones, pero también con grandes posibilidades de que el conflicto se proyecte con un matiz racial.
Es un escenario que reproduciría la confrontación de mal recordación que tuvo lugar en la década de los noventa en la antigua Yugoslavia, naturalmente guardando las diferencias, donde por una razón cultural, territorial y étnica miles de personas murieron.
La República Dominicana debe evitar que el diferendo degenere en una desgracia de dimensión internacional, aunque también debe decirse que no se puede permitir que oficiales del gobierno haitiano violenten un asunto tan sensible como la soberanía nacional.
El miedo y el dinero que circula en la frontera no pueden estar por encima de la vergüenza y los valores patrios.