Opinión
Creer o no creer, ese es el problema
Published
13 años agoon
Por Hamlet Hermann
Creer es aceptar como verdadero algo que no proviene de nuestra decisión, sino que alguien, en quien confiamos, lo asegura. Esa capacidad de creer es lo que se llama credibilidad, un juicio de valor que se acepta sin que el emisor tenga que demostrarlo.
Asumimos que la credibilidad está íntimamente asociada a la verdad, de ahí que, en la medida en que alguien mienta y sea evidenciado, esa valoración disminuiría hasta desaparecer. Ahora bien, la credibilidad es una calle de dos vías. Si uno cree en el otro, aquél debe creer en este. Esta debe ser una relación en la que la confianza sea mutua.
Consideremos las recientes declaraciones del presidente Danilo Medina. Sutilmente ha buscado la forma de distanciarse del discurso de Leonel Fernández. Los ciudadanos independientes que no respondemos a los planes corporativos de estos gobernantes tenemos dos opciones: creemos o no creemos en sus planteamientos.
Confieso que yo quisiera creerle al presidente Medina, pero hay varias situaciones anteriores que lo ponen difícil. Primero está lo de un gabinete ministerial formado, en su mayoría, por los mismos personajes que crearon un desorden institucional y una enorme corrupción inocultable. La falta de credibilidad en éstos es evidente. Todas las obligaciones éticas a las que el presidente Medina ahora los quiere ceñir han estado vigentes desde muchos años atrás en la Constitución y las leyes. Nada hay de nuevo en el formulario que Danilo los hizo firmar. Aún así, el Presidente se empecina en arar el porvenir con viejos y desacreditados bueyes, violadores de la legislación dominicana, mientras pide que creamos que le interesa mejorar la administración del Estado. No hay que olvidar que el actual Mandatario fue el personaje más influyente, segundo solo de Leonel Fernández, y debió estar mínimamente enterado de los manejos extracurriculares que allí se producían. Eso no puede negarlo.
Repito: la credibilidad es una calle de dos vías y siempre debe tender hacia un punto de equilibrio. Si el presidente Medina pide a la ciudadanía que crea en sus promesas de gobierno, él debe reciprocar poniendo oídos en las permanentes denuncias que se han hecho en torno a los funcionarios que él decidió mantener en su gobierno que ahora empieza. No puede buscar lo mejor sin desarticular lo peor.
¿Por qué Danilo ha tenido oídos sordos cuando, con pruebas contundentes, hemos hecho denuncias de corrupción de muchos de sus funcionarios actuales? ¿Por qué los que no formamos parte del gobierno no gozamos de credibilidad a pesar de haber hecho las denuncias con documentos preparados por instituciones oficiales?
¿Por qué ni siquiera hizo caso de la encuesta realizada por el “think tank” presidencial, Funglode, que en época temprana del gobierno de Fernández comprobó que el 56% de los dominicanos estaba convencido de la participación de los funcionarios en actos de corrupción? Esa encuesta incluía a uno de sus Ministros quien rehúsa pagar a la Corporación eléctrica estatal la energía consumida.
¿Por qué nunca reaccionó a nuestras denuncias comprobadas del aprovechamiento de la construcción del tren subterráneo de Santo Domingo como alcancía electoral y fuente principal de enriquecimiento de los principales gestores de esa locura? Su sordera ha persistido en torno a la aberración que han llamado Corredor Duarte y los turbios y evidentes manejos de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado. Desafortunadamente, el presidente Medina no ha mencionado todavía lo que planea hacer en construcción y transporte, cuestionados como los que más entre las fuentes de corrupción.
El gobierno que ahora empieza debía tratar de ganar alguna credibilidad aceptando, y no encubriendo, las deficiencias de sus antecesores. El estado de negación total ante el evidente desastre financiero del país no deja margen para olvidos. Debían estar de acuerdo con el cumplimiento de las leyes. De todas las leyes, no solo las que convengan a los funcionarios.
Si el Presidente de la República quiere que creamos sus promesas debe presentar pruebas. Igual que cuando hemos hecho denuncias de corrupción ellos nos exigen pruebas que las avalen. La credibilidad es una calle de dos vías. Si no está dispuesto a hacernos caso, concluiremos que lo suyo no es más que otro borrón y cuenta nueva.
Artículo de opinión publicado originalmente en el periódico HOY
Por Isaías Ramos
En teoría, la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. En la práctica dominicana, sin embargo, se ha convertido en un simulacro donde el pueblo elige, pero no decide; vota, pero no gobierna. Donde las élites deciden, pero no rinden cuentas.
Según la Encuesta de Cultura Democrática 2022-2023, el 67.3% de los dominicanos considera que el país está gobernado por unos pocos grupos poderosos para su propio beneficio.
¿Y aún nos preguntamos por qué reina la desconfianza?
La respuesta está en un rechazo profundo y creciente que socava la esencia misma del régimen democrático. No se trata solo de que la gente desconfíe de los partidos: es que no se siente representada por ellos. Las élites políticas, atrincheradas en sus privilegios, han convertido la política en un mecanismo para blindar sus intereses, bloquear la movilidad social, perpetuar la pobreza y sofocar cualquier intento de transformación institucional real.
Como explican Acemoglu y Robinson, cuando las instituciones son capturadas por élites extractivas, las democracias dejan de servir al bien común y se transforman en estructuras de control, diseñadas para proteger y beneficiar a unos pocos, mientras mantienen a todo un pueblo excluido y oprimido.
El reciente proyecto de ley sometido por el Poder Ejecutivo sobre “la libertad de expresión y los medios audiovisuales” es una señal alarmante de hasta dónde esta partidocracia está dispuesta a llegar para silenciar, someter y desmovilizar a la ciudadanía.
Y es ahí donde entra el papel histórico de las candidaturas independientes.
En un contexto como el nuestro, las candidaturas independientes no son una opción decorativa: son una necesidad democrática y constitucional. Son el único instrumento legítimo para rescatar el espíritu de la Carta Magna, que consagra un Estado Social y Democrático de Derecho, y cuya promesa de justicia social, igualdad de oportunidades y soberanía popular ha sido traicionada por los partidos tradicionales.
Los partidos políticos dominicanos han dejado claro que no están interesados en desmontar el sistema de privilegios que los sostiene. Han ignorado el mandato constitucional de gobernar para todos; han convertido el Congreso en un mercado de favores y el Poder Ejecutivo en un comité privado al servicio de intereses particulares.
Han secuestrado la democracia, sustituyendo la voluntad del pueblo por acuerdos de cúpula, clientelismo, manipulación mediática y marketing emocional.
Por eso, desde el Frente Cívico y Social (FCS), hacemos un llamado urgente a cada ciudadano y ciudadana a despertar, organizarse y recuperar lo que por derecho le pertenece: su voz, su voto y su país.
Este no es el momento de resignarse, sino de resistir.
No es tiempo de silencio, sino de conciencia.
No es momento de confiar en los mismos, sino de confiar en nosotros.
En el FCS estamos convencidos de que construir un nuevo contrato social no es un sueño imposible: es un deber histórico. Una candidatura verdaderamente independiente, libre de ataduras partidistas, comprometida con el bien común y con la Constitución en la mano, es hoy la única vía para romper el círculo de exclusión, desigualdad y mentira que oprime a la nación.
La representación verdadera no puede seguir siendo una ilusión. Si el sistema no responde al pueblo, el pueblo tiene el deber de reformarlo desde sus cimientos. La democracia no se defiende obedeciendo a quienes la traicionan, sino rebelándose —pacífica, legal y moralmente— contra todo lo que la convierte en una farsa.
Es tiempo de levantar la voz, de defender la dignidad y de organizar la esperanza.
Porque la historia no la cambian las élites: la cambia un pueblo cuando deja de esperar… y se levanta a conquistar su destino.
¡Despierta, RD!
jpm-am
Opinión
Solicitud de detención y entrega de una persona a la Corte Penal Internacional
Published
1 día agoon
mayo 22, 2025Por Rommel Santos Díaz
La solicitud de detención y entrega de una persona a la Corte Penal Internacional deberá formularse por escrito. En caso de urgencia, se podrá hacer por cualquier otro medio que permita dejar constancia escrita, a condición de que la solicitud sea confirmada en la forma indicada en el artículo 87 del Estatuto de Roma.
La solicitud de detención y entrega de una persona respecto de la cual la Sala de Cuestiones Preliminares haya dictado una orden de detención de conformidad con el artículo 58 del Estatuto de Roma deberá contener los elementos siguientes o ir acompañada de :
- a)Información suficiente para la identificación de la persona buscada y datos sobre su probable paradero;
- b)Una copia de la orden de detención; y
- c)Los documentos, las declaraciones o la información que sean necesarios para cumplir los requisitos de procedimiento del Estado requerido relativos a la entrega; sin embargo, esos requisitos no podrán ser más onerosos que los aplicables a las solicitudes de extradición conforme a tratados o acuerdos celebrados por el Estado requerido y otros Estados y, de ser posible, serán menos onerosos, habida cuenta del carácter específico de la CPI.
Cabe destacar que la solicitud de detención y entrega del condenado deberá contener los siguientes elementos o ir acompañada de:
- a)Copia de la orden de detención dictada en su contra;
- b)Copia de la sentencia condenatoria;
- c)Datos que demuestran que la persona buscada es aquella a la que se refiere la sentencia condenatoria; y
- d)Si la persona que se busca ha sido condenada a una pena, copia de la sentencia y, en el caso de una pena de reclusión, una indicación de la parte de la pena que se ha cumplido y de la que queda por cumplir.
Finalmente, a solicitud de la Corte Penal Internacional, un Estado Parte consultará con ésta, en general o con respecto a un asunto concreto, sobre las disposiciones de su derecho interno que puedan ser aplicables de acuerdo con el artículo 91 del Estatuto de Roma. En esas consultas, el Estado Parte comunicará a la Corte los requisitos específicos de su derecho interno.
Por Narciso Isa Conde
Me refiero a la “cumbre” integrada por el presidente actual y tres expresidentes, los cuatro magníficos gobernadores de colonia, garantes de impunidades mayores y responsables de la bestialidad policial-militar contra migrantes.
Un problema económico-social de dimensión mundial, como lo es la migración, lo tratan a base de la fuerza militar.
Los cuatro protagonistas de esa enlodada cumbre hace tiempo permitieron un despliegue ascendente de odio contra los negros pobres, ya inmigrantes o descendientes, ya nativos; dado que, en su manera de pensar colonialmente, los negros ricos no son negros, ni lo son los dominicanos negros enriquecidos.
¡ A los negros pobres le hacen la guerra!
Los cuatro exculparon a Trujillo, a Balaguer y a sus cortesanos de todos sus delitos, incluidos delitos migratorios: asesinatos, corrupción, tráfico de personas, semi-esclavitud, sobre-explotación y quemas de viviendas.
Los cuatro le dieron continuidad al robo de la memoria histórica y de la verdad sobre las relaciones dominico-haitianas, para engañar a las nuevas generaciones, crear un falso nacionalismo anti-haitiano y exculpar a EEUU de sus crímenes contra la autodeterminación de ambas naciones y la dignidad de sus pueblos.
La agenda de su fangosa cumbre, destinada a consagrar en el Ministerio de Defensa la impunidad de los cuatro y el espíritu de guerra contra Haití, es la llamada “crisis haitiana”; pero resulta que esa crisis no es propiamente haitiana: es una crisis creada en territorio haitiano por EEUU, Francia y Canadá y por mafias oligárquicas y políticas a su servicio.
Ninguno de los cuatro tiene valor y dignidad para reconocerlo así y enfrentarla como tal.
Saben que EEUU y su “comunidad internacional” han intervenido a Haití 11 veces en lo últimos 30 años; y lejos de mejorar la situación, la han empeorado.
Saben que las bandas terroristas la formaron y la armaron la CIA, el MOSSAD y los paramilitares colombianos.
Saben todo eso y callan.
Saben que los/as trabajadores/as aportan a RD mucho más de lo que reciben de ella.
Conocen bien que no es lo mismo migrar que “invadir”, pero repiten permanentemente esa mentira.
Que ni son una “carga”, ni se trata de “un pueblo inferior”, como pregonan sus partidos, funcionarios y la cáfila neofascista que ellos alientan y protegen junto a sus grupos paramilitares, ex generales asesinos y mega-ricos inescrupulosos.
Durante 30 años los cuatros han favorecido que la frontera sea un gran negocio de jefes militares, empresarios inescrupulosos y políticos canallas.
La anunciada “coincidencia en la política oficial hacia Haití” es porque los cuatro comparten todo eso y cosas peores; y porque compiten a quien es más neofascista, más hostil contra el pueblo haitiano y más dócil ante los Biden y los Trump.
Están descalificados para tratar humanamente y con medidas socialmente justas la cuestión migratoria a la que le han puesto el traje de “crisis haitiana”, pese a ser creada criminalmente por EEUU. ¡Cobardes!
Los cuatro, con las gafas y sin las gafas de calieses, tienen un enorme parecido.