Opinión

Creer o no creer, ese es el problema

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Por Hamlet Hermann

Creer es aceptar como verdadero algo que no proviene de nuestra decisión, sino que alguien, en quien confiamos, lo asegura. Esa capacidad de creer es lo que se llama credibilidad, un juicio de valor que se acepta sin que el emisor tenga que demostrarlo.

Asumimos que la credibilidad está íntimamente asociada a la verdad, de ahí que, en la medida en que alguien mienta y sea evidenciado, esa valoración disminuiría hasta desaparecer. Ahora bien, la credibilidad es una calle de dos vías. Si uno cree en el otro, aquél debe creer en este. Esta debe ser una relación en la que la confianza sea mutua.

Consideremos las recientes declaraciones del presidente Danilo Medina. Sutilmente ha buscado la forma de distanciarse del discurso de Leonel Fernández. Los ciudadanos independientes que no respondemos a los planes corporativos de estos gobernantes tenemos dos opciones: creemos o no creemos en sus planteamientos.

Confieso que yo quisiera creerle al presidente Medina, pero hay varias situaciones anteriores que lo ponen difícil. Primero está lo de un gabinete ministerial formado, en su mayoría, por los mismos personajes que crearon un desorden institucional y una enorme corrupción inocultable. La falta de credibilidad en éstos es evidente. Todas las obligaciones éticas a las que el presidente Medina ahora los quiere ceñir han estado vigentes desde muchos años atrás en la Constitución y las leyes. Nada hay de nuevo en el formulario que Danilo los hizo firmar. Aún así, el Presidente se empecina en arar el porvenir con viejos y desacreditados bueyes, violadores de la legislación dominicana, mientras pide que creamos que le interesa mejorar la administración del Estado. No hay que olvidar que el actual Mandatario fue el personaje más influyente, segundo solo de Leonel Fernández, y debió estar mínimamente enterado de los manejos extracurriculares que allí se producían. Eso no puede negarlo.

Repito: la credibilidad es una calle de dos vías y siempre debe tender hacia un punto de equilibrio. Si el presidente Medina pide a la ciudadanía que crea en sus promesas de gobierno, él debe reciprocar poniendo oídos en las permanentes denuncias que se han hecho en torno a los funcionarios que él decidió mantener en su gobierno que ahora empieza. No puede buscar lo mejor sin desarticular lo peor.

¿Por qué Danilo ha tenido oídos sordos cuando, con pruebas contundentes, hemos hecho denuncias de corrupción de muchos de sus funcionarios actuales? ¿Por qué los que no formamos parte del gobierno no gozamos de credibilidad a pesar de haber hecho las denuncias con documentos preparados por instituciones oficiales?

¿Por qué ni siquiera hizo caso de la encuesta realizada por el “think tank” presidencial, Funglode, que en época temprana del gobierno de Fernández comprobó que el 56% de los dominicanos estaba convencido de la participación de los funcionarios en actos de corrupción? Esa encuesta incluía a uno de sus Ministros quien rehúsa pagar a la Corporación eléctrica estatal la energía consumida.

¿Por qué nunca reaccionó a nuestras denuncias comprobadas del aprovechamiento de la construcción del tren subterráneo de Santo Domingo como alcancía electoral y fuente principal de enriquecimiento de los principales gestores de esa locura? Su sordera ha persistido en torno a la aberración que han llamado Corredor Duarte y los turbios y evidentes manejos de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado. Desafortunadamente, el presidente Medina no ha mencionado todavía lo que planea hacer en construcción y transporte, cuestionados como los que más entre las fuentes de corrupción.

El gobierno que ahora empieza debía tratar de ganar alguna credibilidad aceptando, y no encubriendo, las deficiencias de sus antecesores. El estado de negación total ante el evidente desastre financiero del país no deja margen para olvidos. Debían estar de acuerdo con el cumplimiento de las leyes. De todas las leyes, no solo las que convengan a los funcionarios.

Si el Presidente de la República quiere que creamos sus promesas debe presentar pruebas. Igual que cuando hemos hecho denuncias de corrupción ellos nos exigen pruebas que las avalen. La credibilidad es una calle de dos vías. Si no está dispuesto a hacernos caso, concluiremos que lo suyo no es más que otro borrón y cuenta nueva.

Artículo de opinión publicado originalmente en el periódico HOY

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