Opinión
Crisis de la salubridad pública
Published
5 años agoon
Por Juan Bolívar Díaz
En días recientes pudimos leer en el diario HOY el crítico diagnóstico de los decanos de ciencias médicas de siete de las principales universidades nacionales sobre el sistema de salubridad nacional, gracias al trabajo siempre tesonero de la excelente reportera Altagracia Ortiz, como también hemos recibido los minuciosos informes de la Alianza por el Derecho a la Salud (ADESA) que reclaman rescatar del colapso los servicios hospitalarios.
Pero los diagnósticos académicos y los informes quedan sociales superados por los testimonios presentados en Uno+Uno de Teleantillas este martes por los principales dirigentes de la Asociación Nacional de Enfermería, que por momentos parecían tan increíbles que remitían al macondismo de los Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez. Al escuchar a Francisca Peguero, Andrea Ferreras y Enmanuel Martínez Guerra hay que preguntar si lo que cuentan es cierto en el país de mayor crecimiento económico de la región durante ya muchos años.
Grandes, medianos y pequeños hospitales, que carecen de agua corriente y a menudo pasan toda la noche sin electricidad, con proporciones de 20 y hasta 50 pacientes por turno de enfermeras, y varios por camas, donde a veces tienen que turnarse para acostarse, ausencia de equipos básicos o de personal técnico para operarlos, y remodelaciones simultáneas que se han extendido por hasta siete años, configuran una penosa situación que ha sobrepasado la capacidad de respuesta de las autoridades, aunque haya habido excelentes y dedicados profesionales en la gerencia del Ministerio de Salud Pública como del Sistema Nacional de Salud.
Las dirigentes de las enfermeras no hablaban de los hospitales de las poblaciones remotas y marginadas, sino de la capital, Santiago o San Cristóbal. Que la noche del lunes en el hospital San Lorenzo de Los Minas una sola enfermera tuviera que atender a 30 pacientes de pediatría y a 20 internados con síntomas de dengues, y otra cargara con 14 recién nacidos y siete recién operados. Que sólo se disponga de 3 enfermeras por turnos para 62 pacientes del área pediátrica. Que en el Centro de Rehabilitación Sicosocial Padre Billini (antes siquiátrico), una enfermera tenga que atender a 30 pacientes siquiátricos y a 20 con discapacidades. O que en el área de semi-privados del hospital Salvador Gautier sólo se dispone de 2 enfermeras para 36 pacientes.
El déficit de enfermeras es crónico hace muchos años en los hospitales, la tercera parte de los médicos, cuando los organismos internacionales recomiendan al revés 3 enfermeras por médico. Empeoró desde agosto del 2016 cuando 1,800 fueron pensionadas, pero sólo han repuesto 800. En el hospital Moscoso Puello hacen rifas y colectas para pagarles a las enfermeras sustitutas que no acaban de poner en nóminas. Con el agravante de que por sus bajos salarios una alta proporción de las enfermeras tiene al menos dos empleos lo que reduce su rendimiento.
Parece fantasía lo de la multiplicidad de pacientes por camas, o que tengan que alternársela cada ocho horas. O que a una parturienta le hagan cesárea y la dejen por largas horas en una camita provisional, que luego la trasladen en una silla de ruedas y tenga que esperar por horas la cama prometida.
La insuficiencia de camas y la congestión en las consultas se han generalizado desde que al comienzo del actual gobierno, hace ya 7 años, tuvieron la genial planificación de iniciar al mismo tiempo la remodelación de 56 hospitales. En los últimos dos años se ha logrado entregar la mayoría, pero entre los cerca de 20 aún inconclusos se cuentan muchos de los más grandes, incluyendo los regionales, por ejemplo en Santiago el Cabral y Báez y el Arturo Grullón; el Luis Aybar, Padre Billini y el siquiátrico en la capital; el olvidado Nelson Astacio en Santo Domingo Norte; Antonio Musa en San Pedro; Juan Pablo Pina en San Cristóbal; Jaime Mota en Barahona; Alejandro Cabral en San Juan; y San Vicente de Paul en San Francisco.
Apasionados de la modernidad y la mejoría en el privacidad, los reconstructores, han multiplicado las pequeñas habitaciones, pero reduciendo las camas hasta menos de la mitad, como en el hospital de Los Minas, de 550 a 200, o en el Cabral y Báez, que cuando culmine su larga remodelación quedaría con 200 camas, la tercera parte de las que disponía.
Todo eso en un país donde el Estado apenas invierte el 2% del PIB en salubridad pública, menos de a mitad del promedio regional. La mayor inversión, la urgente implementación de la atención primaria, la prioridad de la prevención, la eficiencia del gasto, un plan decenal de salud y reducir las altas tasas de mortalidad materna e infantil, fueron las principales recomendaciones del diagnóstico de los decanos de ciencias de la salud.-
Por Elba García Hernández
En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.
Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.
Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.
En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.
Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.
Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.
Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.
Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.
Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.
En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia deja mucho que desear.
Por José Cabral
El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.
Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.
El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.
En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.
En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.
El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.
Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.
En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.
Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.
Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.
Por Nelson Encarnación
Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.
Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.
Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.
Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.
No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.
Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.
¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.
¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.
Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.
¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.
Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.