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¿Cuántos árboles por habitante hacen falta en las ciudades?
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LA REDACCIÓNLa flora urbana juega un importante papel en la mitigación de los impactos medioambientales. La de gran tamaño puede absorber hasta 150 kilos de CO2 al año
Madrid.-Las actividades humanas acaban cada año con 15.000 millones de árboles. El número de árboles del planeta se ha reducido en un 46%. Al mismo tiempo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que el 92% de la población mundial está expuesta a niveles peligrosos de contaminación del aire.
El desafío de la salud medioambiental y humana en el seno de las ciudades desde hace décadas está encima de la mesa. Y su urgencia es cada vez mayor. Los árboles urbanos juegan un importante papel en la mitigación de algunos de estos impactos. Y por ello, los parámetros de arbolado y espacio verde urbano son ineludibles en la planificación urbana actual.
Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y que se prevé que en 2050 aumentará hasta el 66%. Un porcentaje que en algunas áreas del planeta será mucho mayor. Según el Banco Mundial, nueve de cada 10 latinoamericanos vivirán en una ciudad en las próximas cuatro décadas, por ejemplo. Y tampoco es novedad afirmar que este crecimiento urbano, y la consiguiente presión humana, tienen un fuerte impacto sobre el territorio.
Un estudio de la ciudad de Toronto (Canadá) reveló que el mero hecho de tener 10 árboles más en una manzana de la ciudad mejoraba la percepción de la salud de sus habitantes
La flora de las ciudades actúa como excelente filtros para contaminantes urbanos y partículas finas. Absorben el dióxido de carbono, principal causante del calentamiento global, a la vez que liberan oxígeno. Un árbol grande puede absorber hasta 150 kilos de CO2 al año. También reducen la contaminación acústica, que queda atenuada por los follajes, aumentan la biodiversidad urbana, contribuyen a la regulación térmica (pueden ayudar a enfriar el aire entre dos y ocho grados), con lo que pueden llegar a reducir en verano la necesidad de aire acondicionado en un 30% y las facturas de calefacción en invierno entre un 20% y 50%. Los árboles de las urbes regulan el flujo del agua y desempeñan un papel clave en la prevención de inundaciones y en la reducción de riesgos de desastres naturales. Un perennifolio o árbol maduro de hoja verde permanente, por ejemplo, puede interceptar más de 15 000 litros de agua al año. Varios estudios afirman que vivir cerca de espacios verdes urbanos puede mejorar la salud física y mental y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) señala que ayudan a revalorizar el área, ayudando a conseguir un rédito de hasta un 20% añadido.
Treepedia es una web con mapas interactivos que muestran la densidad de zonas verdes en algunas ciudades del mundo, creado por el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Los investigadores utilizaron información de Google Street View para determinar lo que llaman el Green View Index (Índice del Paisaje Verde), que cuantifica el porcentaje de cobertura total de áreas verdes de cada ciudad basada en imágenes aéreas. Cuando el proyecto se lanzó en 2016, Treepedia contaba con 10 ciudades, pero ya se han añadido veinte más a la lista.
En la actualidad, algunas de estas urbes con un mayor porcentaje de áreas verdes son: Singapur (29,3%), una de las pocas que posee un bosque tropical dentro de su propia demarcación y donde se considera que existen más especies de árboles que en toda América del Norte; Sídney, en Australia (25,9%); Vancouver, en Canadá (25,9%); Cambridge, en Massachusetts (25,3%); Durban, en Sudáfrica (23,7%); o Curitiba (Brasil), con una zona verde por habitante de unos 50 metros cuadrados.
En Europa, además, destacan la ciudad de Sheffield con dos millones de árboles en total, y un espacio verde superior al 60%; Frankfurt, en Alemania, cuyas áreas verdes, según Treepedia, cubren el 21.5% de su territorio. Madrid, cuenta con más de 300.000 árboles en su trama urbana y 220 especies diferentes (sobre todo pino piñonero, plátano de sombra y encinas). El 72% de estos árboles madrileños son “de alineación”, es decir, que están en las aceras, junto a las calles. Y se suman a 5.000 hectáreas de zonas verdes y espacios públicos ajardinados. El Ayuntamiento de Madrid ha cuantificado, por primera vez este año, que los árboles del municipio llegan a captar al año 673 toneladas de polución.
La FAO afirma que una ciudad con una infraestructura verde bien planificada y bien manejada se vuelve más resistente, y sostenible. Y asegura que, a lo largo de su vida, los árboles urbanos pueden proporcionar unos beneficios que valen dos o tres veces más que la inversión en su plantación y cuidado. Investigadores y urbanistas lo corroboran. Un estudio publicado en Ecological Modelling, calcula que plantar un 20% más de árboles en las megaciudades duplicaría los beneficios de los bosques urbanos, como la reducción de la contaminación, el secuestro de carbono y la eficiencia en el uso de energía. Para ello, utilizó una herramienta llamada I-Tree Canopy, que estima la cobertura actual de árboles en las ciudades y el potencial de una mayor cobertura forestal urbana, y determina los beneficios que aportaría. The Nature Conservancy llevó a cabo un estudio en 245 ciudades de todo el mundo a las que más beneficiaría una política de plantar árboles. Los resultados fueron óptimos para megaurbes densamente pobladas de Pakistán, la India y el sudeste de Asia.
Si bien las ciudades cubren solo un 3% de la superficie terrestre del planeta, generan tres cuartas partes de las emisiones de carbono y consumen dos terceras partes de la energía generada a nivel global. Todo indica que es hora de regenerar los ecosistemas urbanos.
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La compra de votos por parte de Abel Martínez se verificó en diferentes municipios de la provincia de Santiago.
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octubre 16, 2022Por Rosa Hernández
Las votaciones en la consulta del PLD eran muy precarias en los diferentes del pueblo del país y a pesar de que los precandidatos compraban los votos a razón de mil quinientos pesos por persona de las demás organizaciones y de los miembros del partido morado, la irregular situación no mejoró la pobre participación en la contienda, cuyo poco interés podría obedecer a una serie de factores ventilados anteriormente por los propios líderes de esa organización.
Todos los periódicos de circulación nacional, incluido la radio, la televisión y los digitales, reportaron desde las primeras horas de este domingo la poca asistencia que se verificaba en los centros de votación utilizados para elegir al candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Los informes de prensa destacaban la poca asistencia para ejercer el voto, lo cual podría ser atribuible a una diversidad de factores, como por ejemplo que los discursos de los candidatos no lograron calar entre los votantes convocados a la consulta, la perdida de la credibilidad de esta organización de la que varios dirigentes son procesados por corrupción administrativa o probablemente porque no circuló todo el dinero que se acostumbra a distribuir en este tipo de contienda.
Era prácticamente general la creencia de que la concentración de personas de los precandidatos durante su campaña obedecía a que recibían algún dinero por su asistencia, lo cual indica que parece que no ocurrió lo mismo al final de la jornada y ello quitó estímulo a los que sufragan a cambio de un interés pecuniario.
El propio expresidente de la República Dominicana y líder del PLD, Danilo Medina, dijo luego de perder las elecciones frente al Partido Revolucionario Moderno (PRM) que el problema de su organización es que si a los militantes no se les paga se niegan a hacer el trabajo político que se requiere para ganar.
E incluso agregó que ya los peledeístas sólo se movilizaban cuando buscaban que se les nombrara en un cargo y luego también exigían que muchos de sus familiares fueran favorecidos con el mismo premio en la administración pública.
Los peledeístas estuvieron convocados este domingo para escoger el candidato presidencial de esa organización mediante una consulta que se inscribe en el marco del manejo ilegal en que incurren los partidos tradicionales del país, ya que en realidad se trata de unas primarias anticipadas, pese que que la ley del régimen electoral las tiene pautadas para mediados del año 2023.
En el curso de esta misma tarde está supuesto anunciarse el candidato ganador, pero no existe mucha esperanza de que se diga la verdad de la cantidad de personas que votó en la consulta, ya que sería una derrota política decir lo ocurrido para una entidad que busca regresar al poder en el 2024.
El desenlace de la consulta también tiene el ingrediente de que si la ganadora fuera Margarita Cedeño de Fernández podrían surgir problemas a lo interno de esa organización, ya que los seguidores de Abel Martínez parecen estar preparados para alegar fraude como lo advirtió su vocero Fernando Ramírez, lo cual podría implicar otra división en esa entidad.
Por lo menos se pudo establecer que principalmente Abel Martínez se dedicó a comprar votos, no sólo de sus compañeros de partido, sino también de los miembros del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y de las demás organizaciones a razón de mil quinientos pesos por cada persona que sufragara en su favor.
Esta conducta de Martínez se verificó en Santiago y todos los municipios pertenecientes a la provincia de Santiago, como San José de las Matas, Jánico, Sabana Iglesia, Baitoa, entre otros, lo cual se difundió como reguera de pólvora, lo que supone que igual tuvo que haber ocurrido en todas las regiones del territorio nacional.
La consulta se inició a las ocho de la mañana y concluyó a las cinco de la tarde cuando se inició el conteo para determinar quién fue el triunfador en la contienda y cuál será a partir de ese momento la suerte de un partido profundamente cuestionado por todos los actos de corrupción en que ha estado involucrado.
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Maldiciones, herencias y acusaciones de colonialismo. ¿Qué pasará con las joyas de Isabel II?
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6 meses agoon
septiembre 19, 2022Madrid.- Cuenta la leyenda que todos los varones que han poseído el Koh-i-Noor han caído en desgracia. Un texto hindú del siglo XIV dice que “quien posea este diamante dominará el mundo, pero también conocerá todas sus desgracias. Solo Dios o una mujer pueden llevarlo con impunidad”. Nadie se ha atrevido a desafiar la profecía en los últimos siglos, pero las cosas podrían cambiar, pues es un hombre, Carlos III de Inglaterra, quien acaba de heredarlo. El Koh-i-Noor es uno de los diamantes más grandes del mundo. Se han librado guerras en su nombre. Perteneció a monarcas hindúes, mongoles, persas y afganos. Y en 1877 pasó a manos de la familia real británica, cuando la reina Victoria fue nombrada emperatriz de la India. La joya se engastó en el centro de la llamada Corona de la reina Isabel, que ahora ha heredado el nuevo rey. Muchos esperan que no sea él quien la luzca y que, siguiendo la tradición —o superstición— familiar, se la ceda a su esposa, la reina consorte Camila. Otros tantos, en la India, esperan otra cosa.
La muerte de Isabel II, el 8 de septiembre, ha galvanizado en los últimos días una vieja disputa internacional. Las autoridades indias creen que la inclusión de esta joya nacional en la corona británica es un símbolo del yugo colonial. Aseguran que la pieza fue robada por la familia real británica, no regalada. Y las acusaciones se han intensificado en los últimos días en las redes sociales, donde el nombre de la joya se convirtió en trending topic nada más anunciarse la muerte de la monarca. La disputa viene de lejos. En 2010, el entonces primer ministro británico, David Cameron, abordó el tema en una entrevista en la televisión india con unas declaraciones que dieron la vuelta al mundo: “Si accediéramos a todas las peticiones, el Museo Británico se quedaría vacío”.
Esta es una de las muchas historias que han salido del joyero de Isabel II en los últimos días y representa muy bien por qué han despertado el interés del pueblo británico (y mundial), pues conjugan el lujo y boato de la corona con su pecado original. Son joyas, pero cuentan historias de maldiciones, intrigas palaciegas y conflictos morales e internacionales.

Son tan famosas que han acabado convirtiéndose en una expresión: las Joyas de la Corona son una colección de alhajas y tesoros que pasa por ser la más valiosa del mundo. Más de dos millones de personas las visitan cada año en la Torre de Londres. La Corona de Eduardo el Confesor, la imperial del Estado, la de la India, la Diadema del estado, la Corona pequeña de la reina Victoria, la de la reina Isabel, la de Jorge, príncipe de Gales… Todas pertenecen a la institución, no a la persona de Isabel II, con lo cual han pasado automáticamente al nuevo rey Carlos III, aunque este puede dejarlas a distintos miembros de la familia real, como ya hacía su madre. Kate Middleton ha lucido tiaras, broches y gargantillas pertenecientes a la familia real con cierta asiduidad. Camila también. Incluso Meghan Markle, antes de distanciarse de la familia, las usó en acontecimientos especiales como en su boda con el príncipe Enrique. Normalmente, estas piezas solo se utilizan para la coronación de un monarca, en retratos oficiales y en algunas ocasiones ceremoniales.
¿Con qué joyas será enterrada la reina?
Un funeral de Estado y una coronación son dos actos bastante ceremoniales, así que las especulaciones sobre las joyas que lucirán los protagonistas se han disparado en los últimos días. Durante el funeral, el féretro de Isabel II estará decorado con cuatro objetos, como manda la tradición: el estandarte del monarca británico, el Cetro de la cruz, el Orbe del soberano y la Corona del Estado imperial (que ya se han podido ver en su traslado del palacio de Buckingham al Parlamento). Esta última tiene más de 3.000 piedras preciosas incrustadas, pero es una en concreto la que ha llamado la atención de la prensa. El diamante Cullinan II, conocido como la Gran Estrella de África, fue encontrado en Sudáfrica en 1905. Un general bóer compró el pedrusco y se lo regaló a Eduardo VII, rey de Inglaterra de la época, como demostración de lealtad del pueblo bóer, pocos años después de la guerra que enfrentó a Inglaterra con sus colonias. El gesto fue visto como un acto de servidumbre colonialista incluso en la época y aún hoy muchos sudafricanos piden que se devuelva el diamante.
Estos objetos adornarán el féretro de la reina, pero muchos especulan con las joyas con las que será enterrada. Lisa Levinson, jefa de comunicaciones de la asociación de joyeros Natural Diamond Council, ha declarado al medio británico Metro que cree que lo será con “su sencillo anillo de bodas de oro galés y un par de pendientes de perlas”. Levinson asegura que su anillo de compromiso, que perteneció a la madre de Felipe de Edimburgo, la princesa Alicia de Battenberg, será probablemente entregado a la princesa Ana, aunque no hay ninguna información oficial al respecto.

Sobre la ceremonia de coronación de Carlos III (lo que se ha producido estos días ha sido su proclamación, no su coronación) hay menos certezas. Será celebrada el próximo año 2023, y se está preparando en una operación llamada pomposamente Golden Orb. Varios medios británicos han asegurado que será más pequeña, corta y económica de aquella que coronó a la difunta reina, hace 70 años. Aun así, parece difícil que la ceremonia, ligada a la tradición y el boato de esta institución centenaria, se lleve a cabo sin ciertos elementos litúrgicos. Carlos III recibirá la Corona de San Eduardo, la pieza más importante de las Joyas de la Corona británica, de las manos del arzobispo de Canterbury. Es la corona que se emplea para coronar a los monarcas del Reino Unido. Fue elaborada para la coronación del rey Carlos II. Por su parte, se espera que Camila luzca la Corona de la reina Isabel, con el Koh-i-Noor. Puede que así esquiven la maldición, pero avivarán seguramente la polémica y el enfrentamiento con el pueblo indio.
Queda aún por saber qué sucederá con el joyero personal de Isabel de Inglaterra, las preseas ligadas a su persona y no a la institución y que, por tanto, ella podrá legar libremente. Los tabloides ingleses especulan con el destino de un cofre que atesora más de 300 piezas, con un valor superior a los 120 millones de euros. La mayoría de sus joyas provenían del legado de dos matriarcas reales: su abuela, la reina María de Teck, y su tatarabuela, la reina Victoria. Algunos medios apuntan a que se dividirán entre Camila, Kate Middleton y su hija Carlota.
Lauren Kiehna, autora del libro The Court Jeweler, tiene motivos para pensar que no será así. En declaraciones al medio Page Six, esta historiadora ha aventurado que la reina legará todo a su hijo, por motivos históricos y económicos. “Creo que es muy probable que la reina haya seguido los pasos de su abuela, la reina María [de Teck], y su madre, la reina madre, y haya legado todas sus joyas directamente al nuevo monarca, el rey Carlos III”, manifestó. Esto es así porque la herencia directa entre monarcas, como es el caso, está libre del gravamen del 40% que se aplica a cualquier otra herencia en Inglaterra que supere las 325.000 libras (casi 375.000 euros).
En cualquier caso, el público nunca lo sabrá. Otra de las particularidades de los testamentos reales en Inglaterra es que son secretos. La práctica de sellarlos empezó hace un siglo y se ha arrastrado hasta el testamento del duque de Edimburgo, el más reciente antes de Isabel II. Durante este tiempo, la familia ha solicitado a la justicia mantener en secreto 33 testamentos y se ha repartido de espaldas al público activos por valor de al menos 187 millones de libras (unos 223 millones de euros) actualizados a precios de hoy, según cálculos de The Guardian. La medida se instauró para acallar un lío de faldas del príncipe Francisco de Teck, tío abuelo de Isabel II. Este legó en su testamento las joyas más valiosas de la familia, las esmeraldas Cambridge, a su amante, una mujer noble y casada. La reina María de Teck, hermana de Francisco, solicitó entonces a la justicia que el testamento de su familiar fuera secreto para ahorrarse un escándalo. Y lo consiguió, instaurando un precedente al que se han aferrado los Windsor desde entonces. El testamento era secreto, pero válido, así que la amante heredó las joyas por poco tiempo. María de Teck las compró por unas 10.000 libras de la época y las reintegró en el legado familiar. La reina Isabel II las lució en más de una ocasión. Ahora las repartirá, en secreto y quizá libres de impuestos, entre los suyos.
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Así era América antes de que Colón la descubriera
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9 meses agoon
junio 21, 2022Imaginemos, por un momento, un viaje imposible: tomamos un avión y despegamos del este de Bolivia, pero estamos en el año 1000 d. C., y realizamos un vuelo de reconocimiento a lo largo de todo el hemisferio occidental. ¿Qué sería visible desde las ventanillas del aparato? Hace cincuenta años, la mayor parte de los historiadores habrían dado una respuesta muy simple a esta pregunta: dos continentes absolutamente asilvestrados, poblados muy escasamente por bandas dispersas cuyo modo de vida apenas habría cambiado nada desde la última glaciación. Las únicas excepciones serían México y Perú, donde los mayas y los ancestros de los incas avanzaban casi a rastras hacia los comienzos de la Civilización.
Hoy, la idea que tenemos es completamente distinta en casi todos los sentidos. Imaginemos que ese avión del primer milenio vuela hacia el oeste, desde los páramos del Beni (Bolivia) a las cumbres de los Andes. Nada más iniciar el trayecto, se encuentran los caminos elevados y los canales que se ven actualmente, con la peculiaridad de que están en perfectas condiciones y repletos de gente. (Hace cincuenta años, esos trabajos de preparación del terreno realizados en tiempos prehistóricos eran casi del todo desconocidos incluso para quienes vivían en las inmediaciones). Al cabo de poco más de ciento cincuenta kilómetros, el avión gana altura para salvar las montañas, y la panorámica de la historia vuelve a cambiar. Hasta hace relativamente poco, los investigadores habrían dicho que las tierras altas, en el año 1000, estaban ocupadas por pequeñas localidades muy diseminadas, y que solo había dos o tres grandes ciudades con sólidas construcciones de piedra. Las más recientes investigaciones arqueológicas han servido para revelar que en esta época en los Andes existían dos Estados en la montaña, cada uno de ellos mucho más extenso de lo que previamente se suponía.
El Estado más cercano al Beni tenía su centro en torno al lago Titicaca, una masa de agua andina de ciento ochenta kilómetros de longitud, a caballo entre la frontera de Perú y Bolivia. La mayor parte de esta región se encuentra a una altitud de 3.600 metros, tal vez más. Los veranos son cortos; los inviernos, lógicamente, largos. Esta “tierra desolada, gélida —como escribió el aventurero Victor von Hagen— era a todas luces el último lugar en el que uno podría dar por hecho que se hubiera desarrollado una cultura”. Lo cierto es que el lago y sus alrededores son relativamente templados, y que la tierra circundante está menos expuesta a las heladas que las zonas altas que la rodean. Aprovechándose de ese clima más o menos benigno, la población de Tiahuanaco, uno de los muchos asentamientos que han existido alrededor del lago, comenzó a florecer después del año 800 a. C. con el drenaje de los humedales que flanqueaban los ríos que iban a dar al lago, casi todos procedentes del sur. Mil años después, la población había crecido hasta el punto de ser sede de un extenso sistema de gobierno, una suerte de ciudad-Estado, también llamado Tiahuanaco.
Al ser no tanto un Estado centralizado como un conjunto de ayuntamientos unidos por la égida religioso-cultural del centro de los mismos, Tiahuanaco se benefició de las diferencias ecológicas extremas que tienen lugar entre la costa del Pacífico, las montañas escarpadas y el altiplano, y llegó a crear una tupida red de intercambios: pescado del mar, llamas del altiplano y frutas, verduras y cereales de los campos que rodeaban el lago. Gracias a la acumulación de la riqueza, la ciudad de Tiahuanaco llegó a ser una maravilla de pirámides en terrazas y grandes monumentos. Los muelles y diques de piedra se adentraban en las aguas del lago Titicaca, y a sus costados se apiñaban las barcas de alta proa, hechas de cañas y juncos. Dotada de agua corriente, de una red de alcantarillas cerrada, de paredes pintadas de colores chillones, Tiahuanaco llegó a contarse entre las ciudades más impresionantes del mundo.
Alan L. Kolata, arqueólogo de la Universidad de Chicago, realizó sucesivas excavaciones en Tiahuanaco durante la década de 1980 y a comienzos de la de 1990. Ha escrito que alrededor del año 1000 la ciudad tenía una población de unos 115.000 habitantes, junto con otro cuarto de millón en los campos circundantes. Son cifras que París, por ejemplo, tardaría todavía cinco siglos en alcanzar. La comparación no parece un disparate. En aquel entonces, el territorio que ocupaba el pueblo tiahuanaco tenía más o menos el tamaño de la Francia actual. Otros investigadores creen que esta estimación de la población es demasiado elevada. Es más probable que fueran 20.000 o 30.000 en la ciudad, según Nicole Couture, arqueóloga de la Universidad de Chicago que contribuyó a editar la publicación definitiva de la obra de Kolata en 2003. Y, en su opinión, el número de pobladores de los campos circundantes sería similar.
¿Cuál de los dos planteamientos es el correcto? Si bien Couture se mostraba plenamente segura de sus estimaciones, afirmó que tendría que pasar aún “otra década” hasta que se pudiera zanjar el asunto. Sea como fuere, el número exacto no afecta a lo que ella considera el punto crucial de la cuestión. “Construir una ciudad tan grande en un lugar como este es algo realmente insólito —dijo—. Me doy perfecta cuenta cada vez que vuelvo allí”.
Al norte y al oeste de Tiahuanaco, en lo que hoy es el sur de Perú, se encontraba el Estado rival de Huari, que abarcaba por entonces más de mil quinientos kilómetros por la columna de la cordillera andina. Organizados de manera más férrea, y con una mentalidad militar mayor que la de Tiahuanaco, los gobernadores de Huari idearon una especie de fortalezas que construyeron con arreglo a un mismo patrón y distribuyeron a lo largo de sus fronteras. La capital, llamada también Huari, se encontraba a gran altura, cerca de la moderna ciudad de Ayacucho. Con una población tal vez cercana a los 70.000 habitantes, Huari era un denso laberinto, lleno de callejuelas, con templos amurallados, patios ocultos, tumbas reales y edificios de viviendas de hasta seis plantas de altura. La mayoría de los edificios estaban recubiertos de yeso blanco, con lo cual la ciudad resplandecía al sol de las montañas.
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