A casi un año de gobierno las promesas del presidente Danilo Medina han sido muchas, pero todas parece que no pasarán exactamente de eso, simples promesas.
El presidente prometió cumplir con la ley que establece que se debe invertir un cuatro por ciento del Producto Interno Bruto en Educación, pero ya las organizaciones que fiscalizan la ejecución del presupuesto advierten que las cosas no van bien.
De igual modo, el presidente Medina prometió abrir una importante cartera de préstamos para los pequeños empresarios a través de una serie de instituciones, incluyendo al Banco de Reservas, pero hasta el momento no se conoce prácticamente a nadie que haya sido beneficiado de la misma.
El presidente también ha pregonado por todo el territorio nacional que adecentará la administración del patrimonio público, pero mantiene en sus posiciones a funcionarios que provienen de pequeños partidos que apoyaron su candidatura y que son indicados como corruptos.
El presidente Medina llegó al Palacio Nacional luego de una administración saturada de irregularidades como la que encabezó Leonel Fernández, pero se ha vuelto tolerante con las bellaquerías de su compañero de partido.
El presidente Medina recorre el país con promesas por doquier, pero las mismas no se concretan y sólo se quedan en la palabra empeñada y la creación de sueños en sectores que necesitan el concurso del Estado.
El presidente Medina todavía no ha logrado implementar un plan de seguridad que retorne la tranquilidad al pueblo dominicano frente a la ola de violencia y delincuencia que ha roto con la convivencia nacional.
El presidente Medina mantiene una política impositiva y de reinversión de los ingresos del Estado en corrupción exactamente igual que la que preconizó su líder, Leonel Fernández.
Sin embargo, a pesar de que nos podríamos pasar largo tiempo enumerando las deficiencias del Gobierno de Danilo Medina, lo cierto es que si el mandatario es evaluado popularmente aparece muy bien valorado por la gente.
La misma gente que sufre la embestida de la corrupción, la delincuencia y la tolerancia con lo mal hecho, lo que impide que por lo ejemplo los hospitales operen de manera diferente y se tenga un país más decente.
Todo esto nos lleva a hacernos la pregunta obligada: “ Se ha convertido la República Dominicana en un país alienado y sin la más mínima capacidad de hacer las transformaciones políticas, sociales y económicas que constituyan una garantía para promover la igualdad de oportunidades y el bien común, así como una democracia que respete la diversidad y garantice la convivencia nacional.
Todo esto aún está por verse.
Lamentablemente.