Por Paul Mulshine/TRaducción de Iván Pérez Carrión
Permítanos apartarnos por un momento del gran espectáculo que se está dando en Washington y echar un vistazo a un show que tendrá lugar en Newark.
Se trata del show de Bob Menéndez.
Nuestro veterano senador está a punto de ir a juicio por cargos de corrupción en un caso que tiene un poco de todo lo que hace la vida en esta democracia tan fascinante: políticos en los trópicos, una mujer rusa, misteriosa y hermosa llamada Svetlana, y una importante dosis de la high life en Palm Beach.
Esa experiencia fue orquestada por Salomón Melgen, un oftalmólogo que es realmente más grande que esa gran vida.
Desgraciadamente, las facturas que presentó a Medicare también fueron mucho mayores. En abril, Melgen fue declarado culpable por un jurado en Palm Beach por 67 cargos derivados de su práctica de facturación al Medicare hasta de unos US$20 millones al año por algunos tratamientos altamente cuestionables.
Melgen, de 67 años de edad, debe ser condenado el 11 de agosto a una pena de prisión que podría equivaler a una cadena perpetua. Y podría tener que cumplir más tiempo aún si es declarado culpable en el juicio del 6 de septiembre en Newark, en el que es coacusado con el senador.
En ese proceso, Menéndez se enfrenta a una acusación de 10 cargos que lo acusan de aceptar vuelos en el jet privado del médico y en aviones comerciales y fletados, así como una habitación de hotel en París y otras lindezas, supuestamente a cambio de hacerle diversos favores al doctor
¿Se pondrá contra el senador el médico para negociar una sentencia leve?
Lo sabremos en las próximas dos semanas. Si lo hace, será una mala noticia para el exalcalde de Union City, quien montó la máquina del Condado de Hudson hasta el Senado de Estados Unidos.
Sin embargo, Menéndez recibió buenas noticias recientemente desde el otro lado del río Hudson. Eso vino de un caso que implicaba a Sheldon Silver, el expresidente de la Asamblea de Nueva York que representó un distrito en el Bajo Manhattan.
En 2015, Silver fue declarado culpable por haber hecho favores a los electores que llevaban negocios a su bufete de abogados. Pero el 13 de julio, un Tribunal de Apelación federal en Manhattan revirtió la condena y ordenó un juicio nuevo.
Las razones eran algo técnico. Pero en ese tecnicismo pueden estar las posibilidades del senador Menéndez de continuar siendo un hombre libre.
En la decisión votada 2-1, los jueces dictaminaron que el juez en el juicio de Silver había empleado una definición excesiva del término “acto oficial” en la carga del jurado.
A los jurados se les dijo que podían condenar a Silver si encontraban que él había ejecutado “alguna acción tomada bajo el tono de la autoridad oficial” para sus benefactores.
Pero poco después de que Silver fue condenado, el Tribunal Supremo emitió un fallo revocando la condena del exgobernador de Virginia Bob McDonnell en un caso similar.
McDonnell había recibido varios regalitos de un partidario. Pero el alto tribunal dictaminó que no podía ser condenado por corrupción a menos que se hubiera comprometido en “el ejercicio formal del poder del gobierno” a cambio de los regalos.
Solo establecer reuniones y realizar llamadas telefónicas no cuenta. Tiene que haber alguna acción oficial por parte del acusado.
Menéndez está siendo representado por Abbe Lowell, uno de los principales abogados defensores de la nación, que también está representando a Jared Kushner en ese drama de D.C.
Lowell no perdió tiempo en presentar una moción para que los cargos contra Menéndez fueran rechazados porque los favores que supuestamente había realizado a favor del médico no llegaron al nivel de “actos oficiales”.
Esos favores incluyeron intervenir ante la burocracia federal en nombre de Melgen en el caso del Medicare, así como en los esfuerzos de Melgen para obtener un lucrativo contrato de seguridad portuaria en República Dominicana.
El senador también está acusado de ayudar a Melgen a conseguir visados para importar varias novias, entre ellas la mencionada Svitlana Buchyk.
¿Responden esas acciones a la definición de “actos oficiales” de la Corte Suprema?
Mucho depende de la respuesta, incluyendo lo que podría ser un voto decisivo en muchos asuntos que se presentan ante el Senado.
A los republicanos no les gustaría nada más que añadir un asiento a su débil mayoría de 52-48 en el Senado. Si Menéndez es condenado y tiene que renunciar inmediatamente, entonces el gobernador Christie tendría la oportunidad de llenar el puesto hasta noviembre de 2018, presumiblemente con un republicano, incluso él mismo.
Pero si el senador pudiera retener su asiento hasta mediados de enero, la designación dependería del próximo gobernador. Las encuestas dicen que es probable que sea el demócrata Phil Murphy.
Incluso si Menéndez es condenado, se necesita un voto de dos tercios del Senado para expulsar a un miembro. Eso significa que unos 25 demócratas tendrían que apoyar la expulsión.
¿Lo harían si un compañero demócrata presentó una apelación por los mismos motivos que hizo Silver?
Todo depende de lo que ocurra en el juicio.
Promete ser el mejor espectáculo de este lado del Beltway.
ADEMÁS: El perspicaz Phil Kerpen tiene una gran columna sobre cómo podría jugarse el final si Menéndez resulta condenado.
Se necesita una votación de dos tercios del Senado para sacar a un miembro condenado por un delito grave. ¿Encontrarán los demócratas una manera de retardar la maniobra hasta que un gobernador demócrata asuma el cargo?
Esta es la opinión de Phil:
Si Menéndez es condenado pero se niega a dimitir, el Comité de Ética del Senado debe actuar lo más pronto posible para recomendar la expulsión y, si es necesario, el Senado debe votar sobre la expulsión.
Esta acción sería apropiada, de acuerdo con la norma establecida por el Caucus Demócrata del Senado tan recientemente como 2008, cuando publicó un comunicado de prensa con el titular: “Un acusado condenado no va a poder servir en el Senado de Estados Unidos”.
“Y como nos demuestra el precedente” −dijo el líder demócrata Harry Reid, un senador condenado “se enfrentará a una investigación del comité de ética y la expulsión, independientemente de su proceso de apelación”.
“Esta no es una cuestión partidista”, agregó Reid.
Estaba hablando de Ted Stevens, un republicano, y para el crédito de los republicanos que firmemente estuvieron de acuerdo que debe renunciar o ser expulsado.
¿Cambiarán de opinión los demócratas si el senador culpable es uno de los suyos? Es difícil dudar que lo harán.