Opinión

Deberían McKarse las lenguas….carapintadas

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Por Narciso Isa Conde

Me refiero a los nuevos comunicadores o incomunicadores “carapintadas”, especialistas en  contra-insurgencia verbal.

A esos/as que admiten que la Policía es “una banda” (sin calificarla ni descalificarla, siempre  considerándola perfectamente “reformable”, aunque esté podrida), para entonces acusar a los/as protagonistas pobres de las protestas populares y a las organizaciones sociales y políticas revolucionarias que las impulsamos y acompañamos, de ser la “otra banda”, calificándola sin titubeos de “terrorista”, “criminal”, “delincuente”, anclada en la “guerra fría” y en los “doce años de Balaguer”.

 Infame reparto de culpas.

A esos que reparten las culpas  atribuyéndole los acribillados -y hasta los fusilados por la PN- en medio de las huelgas y movilizaciones contestatarias, a “las dos bandas enfrentadas”; cuando a todas luces -expresados testimonios contundentes de las comunidades que lo confirman- se trata de un ejercicio reiterado de la criminalidad y bestialidad policial, bajo protección gubernamental y con respaldo de la clase dominante, que le garantizan sin sonrojos impunidad y le otorgan licencia para matar, torturar, robar, atracar y asociarse a todo tipo de delincuencia.

Casos como el fusilamiento por la PN del adolescente de Navarrete y el asesinato de los dos jóvenes santiaguero de El Ciruelito por tropas especiales, les resbala a estos señores al punto de atribuírselos a choques entre la Policía y la “banda terrorista” de ese barrio.

Odio y estigmatizaciones.

 Son expertos en regurgitar odios contra el FALPO, FELABEL y el FLUP; en estigmatizar las rebeldías e insumisiones de Capotillo, Navarrete, la Yaguita de Pastor, Licey, Canca, San Francisco, la Bombita, Quijá Quieta  y Culo de Maco; en denostar a la izquierda que no se rinde ni se dobla, no importa las generaciones que la integren.

No se refieren de esa manera cuando se trata del Fal Pondo rompe/huelga de un lastimosamente mutado Fidel, que no es de apellido Castro, o cuando hablan de la mal llamada izquierda que se empeña en hacerse potable frente a los dueños de esta porquería de democracia. Para ella valen reiterados piropos y elogios a su moderación.

Inversión de la realidad.

Al parecer quieren convencernos de que la CÍA, el PENTAGONO, las guerras calientes, el para-militarismo, el Mossad, la guerra infinita de los halcones, los Candelier, los Guzmán Fermín y sus cirujanos, los Polanco Gómez y sucesores, los gobernantes sin escrúpulos y las mafias políticas y empresariales… se disolvieron a raíz del “fin de la guerra fría” y después de la muerte del Mazámbula de los doce años. El hambre devastadora por igual. Son –según ellos- los nuevos tiempos de una bondadosa postmodernidad y del “fin del comunismo y las ideologías”.

Pretenden inducirnos a “innovar” y a superar el desfase convirtiéndonos en “cuáquero” norteamericanos y “social-pendejos” consumados.

No les importa el uso de fusiles de alto poder contra la población civil desarmada, ni las impiadosas ejecuciones de modernas técnicas de guerras y el despliegue de comandos especiales “encaretados” y pertrechados a lo Rambo y Robocot, como los Topos y los Swatts, para penetrar a sangre y fuego en las barriadas populares indignadas por el crónico abandono, la violencia y extorsión policial, las penurias y crueldades inimaginables.

Quieren convencernos de que esta es una democracia con separación de poderes, tribunales y sistemas electorales probos, y no una dictadura morada y perversa, después de superar su condición bipartista, cercanamente perversa y corrupta.

Sí repudian con todo el hígado las capuchas, los pañuelos, las gomas quemadas, las piedras, las bombitas de estruendo y las “chilenas” o “chagones”, que hasta en su amada y “ultracivilizada”Europa, en Washington y Wall Streep, abundan al compás de las nuevas indignaciones de los/as empobrecidos/as de allá.

Una lucha que no se detendrá ni con calumnias ni con balas.

 Y habrán de abundar allá, aquí y acullá. Tanto como las manifestaciones pacíficas no reprimidas, los encadenamientos, las peregrinaciones, los ayunos, las huelgas de brazos caídos, las rondas y paros urbanos y rurales, los levantamientos tipo zapatista o tipo Chávez, las huelgas y movilizaciones no violentas -o violentas- que tumban presidentes y gobiernos, las avalanchas electorales que producen cambios más o menos radicales, las insurgencias tipo FARC y ELN o tipo Palestina, Irak, Afganistán… Todo dependiendo de las condiciones particulares, los niveles de opresión, los actores sociales y políticos, las circunstancias, la correlación de fuerzas y medios.

Y habrá protestas e insubordinaciones inéditas.

Nada ha sido clausurado en la lucha de clases y de los pueblos contra sus opresores, menos en el contexto de esta multi-crisis del sistema capitalista. Todas  las formas de lucha se actualizan, se enriquecen, se remozan y se readecuan y siempre brota -junto a lo tradicional que resulta pertinente y válido- lo nuevo que sorprende.

Claro, sería demasiado pedirles a ellos que nos entiendan.

Nosotros/as  si entendemos la razón del  desbarre de esos incomunicadores que optaron por pintar de camuflaje sus caras exquisitamente perfumadas y llenar de mentiras agresivas y silencios cómplices sus almas renegadas y retorcidas, aun vistiendo prendas muy finas y exhibiendo algunos de ellos muy buenos modales.

Sabemos que mientras se pintan el rostro y nos acusan y acusan a los valientes grupos populares  de terroristas y bandoleros -a veces sonriendo y otras iracundos- se inclinan por traspasarles  a mercenarios más burdos los fusiles-ametralladoras, las vituallas militares y las mochilas, para no correr el riego de las refriegas directas en esta “hora de los hornos” ni salpicarse de sangre revolucionaria sus camisas de seda.

Ignoran que no tardará mucho el momento en que hasta los militares empobrecidos, vejados y manipulados, se harán merecedores de los dignos motes de “terroristas” y subversivos. Duarte, Luperón, Caamaño y Fernández Domínguez… pasaron por esa dura y feliz experiencia.

De todas maneras los “incomunicadores carapintadas”, como los intelectuales de la misma calaña, deberían Mckarse cuanto antes la lengua para que al menos se reduzca la contaminación sónica.

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