Resulta contraproducente y destructivo para cualquier sociedad, no importa su nivel de desarrollo, cuando sus puntos de referencias son aquellos que se fundamentan en el engaño, la mentira, la munipulación y la estafa.
Y lamentablemente en las naciones sub-desarrolladas la gente que busca el poder usa como su principal arma la retórica, revestida de mucha demagogia, pero sin planes de desarrollo a largo plazo.
Sin planificación, metodología de trabajo, constancia, consistencia y persistencia muy difícilmente se puedan lograr las metas, siempre a partir de saber diferenciar un proyecto personal o individual y otro de carácter colectivo.
Este último es el que debe primar en los que escogen la política como una forma de aportar a la sociedad para dejar un buen legado, pero que lamentablemente ya eso no ocurre en el país, porque esta bella actividad ha sido monopolizada por los más corrompidos y los que no creen en valores, sino en la mercancía llamada dinero.
Esto pinta un cuadro muy peligroso para la República Dominicana, porque cuando se evalúa el discurso de los actores de la vida partidaria nacional se llega fácilmente a la conclusión de que el mismo carece de contenido y cuando no se repiten muchas mentiras como una forma de proyectarse como lo que no son.
Obsérvese que ese discurso no bien esos personajes llegan al poder cambian radicalmente y lo que estaba bien desde la posición ya no es posible o está mal desde el Gobierno, cuyo mejor ejemplo es el partido oficial.
Es un detalle que retrata de cuerpo entero el mundo de la política partidista, cuyo principal agravante tiene que ver con que ponen vieja a la gente con promesas que nunca serán cumplidas porque las mismas no forman parte de sus convicciones.
Desde esta perspectiva se hace prácticamente imposible que la gente más necesitada pueda tener la seguridad y la certeza de quién será su salvador en función de una administración pública más decente, eficiente e idónea.
Este periódico considera que los partidos políticos, sobre todo los tradicionales, son la principal causa de la desgracia nacional, porque no sólo manipulan los recursos públicos a favor de particulares, sino que también imponen falsos valores que desnaturalizan las buenas intenciones ciudadanas y en consecuencia los cambios vistos desde los intereses de todo el pueblo dominicano.
Las esperanzas no son muchas en el futuro inmediato y mediato con los referentes que existen en la actualidad, cuyo cuadro sólo podrá cambiar cuando salgan a la superficie nuevas propuestas nacionales inspiradas en lo preconizado por los prohombres nacionales que forman parte de la historia nacional.